Para pasar de una habitación a otra. Poemas de Iman Mersal.

Es agradable

volver a contemplar las fotos de mi infancia.

Poder alejar la idea constante

de que yo era un bonito proyecto de convertirme en otra persona,

pero que ha sido desbaratado por mis acertadas decisiones.

 

* 

LA SERENIDAD

 

Disfrutáis de un salario mensual gracias a que existe el Estado.

Y en tanto que el sol siga alterando vuestros ojos melancólicos,

dispondréis de una excusa para describir la suciedad de la naturaleza.

Y así os adentraréis en el momento histórico, a través de sus calcetines.

Atended a la serenidad.

 

La basura, por ejemplo,

proporciona a los cerdos su comida diaria.

Además, todo ha mejorado

con el último mandato presidencial,

hasta el punto de que los cementerios de la periferia

disfrutan ya de cinco locutorios para llamadas internacionales.

 

Yo, personalmente, no necesito la voz de nadie.

 

Atended a la serenidad,

y no os preocupéis por el futuro,

pues no poseéis la libertad suficiente para morir.

 

*

  

CELEBRACIÓN

Se cayó el hilo de la narración al suelo, y me arrodillé para buscarlo. Allí había una celebración nacional, y yo no veía más que zapatos importados y botas militares. 

En el asiento de un tren una mujer afgana que nunca había visto Afganistán me dijo, “La victoria es posible”, en un persona que parecía que hubiera salido de un libro escolar o lo hubiera tomado de un armario cuyo dueño murió en el fuego. Hubiera deseado preguntarle ese día, ¿Es esto una profecía? Pero ella parecía tartamudear.

Supongamos que el pueblo llega, en masa, a la plaza, y que pueblo no es una palabra fea. Supongamos que no supiéramos el significado de la expresión en masa, entonces, ¿cómo han aparecido todos estos perros policía aquí? ¿quién los cubrió con caretas de colores partidistas? Y lo más importante, ¿dónde cayó el hilo que separa las banderas de la ropa interior, las melodías de los lamentos, a Dios de sus criaturas, que caminan por la Tierra para pagar sus impuestos?

La celebración, como si nunca antes hubiera pronunciado esta palabra, como si saliera de repente de un diccionario griego, donde familias espartanas vuelven victoriosas a Esparta, cuando la sangre de los persas aún no se ha secado de los escudos y las lanzas.

Es posible que no existiese el tren ni la profecía, ni la afgana que se sentó frente a mí durante dos horas, ya que de vez en cuando Dios engaña la memoria de sus criaturas para entretenerse. Pero lo más seguro es que desde donde estoy, entre los zapatos y las botas militares, no sepa con exactitud quién vencerá sobre quién.

 

* * *

 

¿Por qué vino al Nuevo Mundo? Esta momia, objeto de espectáculo,

yace luciendo sus galas de lino ceniciento: una vida imaginada en una vitrina de museo.

Creo que la momificación es contraria a la eternidad

porque nunca un cadáver podrá ser parte de una rosa.

La momia no eligió emigrar, pero estos que esperan largamente en

las colas de las embajadas y construyen casas en otros países

sueñan con regresar una vez muertos.

-Debéis llevarnos allí.

Este es el encargo que dejan en herencia a sus hijos,

como si la muerte fuera una identidad perfecta

que únicamente se completase en la tumba familiar.

 

*

 

¿Por qué no olvidan que son de allí?

Expatriados fracasados

ejercitan los músculos de la boca para librarse del acento.

El acento, esa sutil enfermedad hereditaria que los delata,

irrumpe cuando se enfadan y olvidan cómo traducir sus penas a una lengua extranjera.

El acento no queda enterrado a pesar de ser hábiles sepultureros.

Anotan en la puerta del frigorífico los nombres de los familiares muertos

para no equivocarse y telefonearlos por error.

Pagan una cuarta parte de sus salarios a las compañías telefónicas

para asegurarse de que viven en un lugar que es posible determinar de acuerdo a lo

alejado que esté de su infancia.

¿Por qué no olvidan?

*

 

En seis pasos tan solo, el expatriado logra escribir con éxito una carta a la familia:

       Elige un momento en el que no los echa de menos.

       Se sienta de espaldas a la calle porque las paredes son más neutrales.

       Reparte meticulosamente sus saludos.

       Cita las metáforas con las que se educó. Metáforas a las que nunca pensé recurrir, tales como: os quiero tanto como estrellas hay en el cielo o granos de arena en el desierto, y os añoro tanto como añora el sediento el agua, el enfermo su medicina o el extranjero su patria.

       Evita mencionar los detalles de su vida cotidiana porque no sabe cómo los interpretarán.

       Repite a menudo “Gracias a Dios” para que estén tranquilos sobre su fe.

 

*

 

Lo que aprendes aquí no se diferencia de lo que aprendes allí:

       Usar la lectura como peaje a otra realidad.

       Ocultar la timidez bajo expresiones obscenas.

       Disimular la fragilidad dejándote crecer las uñas.

       Escapar del insomnio fumando, siempre, y ordenando cajones, a veces.

       Usar tres tipos de colirio que ayudan a una visión más nítida y disfrutar de la ceguera posterior. Y más importante aún, gozar de ese glorioso momento al cerrar los párpados cuando los ojos arden.

 

Aquí y allí.

Parece que la vida exista solo para ser observada desde la distancia.

 

*

  

No hay por qué temer.

El tiempo no hará nada en absoluto.

No te cargará con la valentía que podría hundirte.

El tiempo no es importante, es tan solo tiempo.

 

*

 

Tras años contemplándolo desde la ventana

y meterlo a veces con los tranquilizantes en la mochila

de repente, estalla el amor cuando no lo esperas.

El asunto no está exento de intención poética,

por ejemplo eliminar el óxido de la palabra amor

y a expresiones como abandono, unión o agotamiento limpiarles

la saliva que las humedece al cantarlas.

 

Si fueras un poeta árabe habrías escrito sobre ello antes.

Habría sido necesario que te perdieras en el desierto de la pasión durante años,

que buscaras al animal mitológico que se adueñó del único manantial

y le dieras muerte.

Luego, que lloraras tu irrevocable crimen por beber un poco de agua.

Y que incluso después de regresar a la protección familiar,

siguieras siendo poeta.

El amor tiene mala reputación.

El amor es sin duda el peor tema sobre el que escribir. 

 

 

Iman Mersal nació en Mit Aldan, un pequeño pueblo del delta del Nilo, el 30 de noviembre de 1966. Y actualmente vive en Edmonton, Canadá, donde imparte clases de literatura en la Universidad de Alberta. Se licenció en Literatura Árabe y fue la cofundadora y editora de la revista independiente feminista Bint al-Ard (Hija de la tierra). Ha publicado cinco libros de poesía: Ittisafat (Caracterizaciones, 1999), Mamarr mu´tim yasluh lita´allum ar-raqs (Oscuro paisaje que permite aprender a bailar, 1995), al-Mashy Atwal Waqt Mumkin (Caminar cuanto sea posible,1997), Jughrafiya Badila (Geografía alternativa, 2006) y Hatta atakhalla `an fikrat al-buyut (Hasta que renuncie a la idea de hogar, 2013). Iman Mersal perteneció a un grupo de poetas egipcios desencantados con su país que vivieron bajo el régimen de Mubarak.

Estos poemas pertenecen a sus dos libros editados en español: Caminar cuanto sea posible (Huerga y Fierro, 2012) y Geografía alternativa (Libros del Aire, 2013).

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