Leer en Pekín

Biblioteca Nacional de Pekín Biblioteca Nacional de Pekín

Pekín, finales de junio. Si la primavera trajo las lluvias en lugar de llevárselas, el verano ha convertido la ciudad en un horno. Te pasas el día sudando y parando en los quioscos para comprar algo, todo vale si está frío y da un momento de tregua en este calor húmedo y pegajoso.

Atravieso el gran cruce de Weigongcun, una mezcolanza de conversaciones, caras, edades y estilos. Me tranquiliza cruzar envuelta en la multitud, es improbable un atropello en masa. La razón de ser de los semáforos en Pekín es un misterio: nadie los respeta. Su utilidad es tan limitada como la de la figura del controlador de estacionamiento, que ostenta su cargo en un brazalete rojo.

Al otro lado del cruce, dejo atrás a los vendedores de fruta y fruslerías y me adentro en la rutina subterránea del metro. Sus sonidos habituales hacen sencillo imaginarlo como un enorme ser vivo de las profundidades, por cuya boca escapa el rumor de la actividad incesante de sus entrañas. Sin embargo, desde las Olimpiadas de 2008, es más precisa la imagen de una maquinaria bien engrasada. Hay varias estaciones nuevas y otras tantas totalmente renovadas; todas están perfectamente señalizadas en inglés y chino. El Gobierno muestra su orgullo en carteles rojos de caracteres dorados que rezan: “El sueño del metro, el sueño de China.” En otro famoso cartel, el espíritu de Pekín se resume en cuatro palabras: patriotismo, innovación, exclusividad, virtud.

Por favor, manténgase firme y agárrese al pasamanos. Este mantra se repite continuamente en las escaleras mecánicas del metro, hasta tal punto que una se pregunta si la voz femenina, amable y con un acento marcado en inglés, teme que los usuarios se rebelen y vayan a la pata coja o bailando.

Cuesta encontrar un asiento libre en el vagón lleno, pero finalmente lo consigo. Las vacaciones están cerca y yo hago hoy un tour por las librerías de Pekín. Pretendo escribir una pequeña crónica sobre la experiencia lectora en esta ciudad, por decirlo así. Bien mirado, todo comienza cuatro años atrás: agosto de 2010, mi primera visita a Pekín. A mi regreso aquí el pasado septiembre, apenas si recordaba un puñado de detalles aparte de las típicas imágenes de postal, y uno de los más vívidos en mi memoria era la enorme librería de Xidan, en Xicheng, con sus cinco plantas llenas de libros.

Así que aquí estoy, dispuesta a poner en orden mis impresiones y experiencias. Creo que el proceso se parece al que dio comienzo dentro de mí en septiembre: día a día, restauro la imagen desvaída que conservaba de esta ciudad. Mis recuerdos y las nuevas vivencias son las piezas de un gran puzzle que cobra sentido poco a poco, y quiero pensar que Pekín ya forma parte de mí, caótica y fascinante Pekín, que aturde y deslumbra.

Guójiā túshūguǎn zhàn. La Biblioteca Nacional. La incorporo sobre la marcha a mi itinerario, una de esas paradas en las que nunca bajo pero que despiertan mi curiosidad. Extranjera que nada quiere perderse, ya que todo es nuevo. En la pandilla de aquí, a veces hablábamos de subir un día a un autobús del centro y seguir su ruta sin destino fijo. Para ver Pekín de otra manera.

Por favor, prepárese para su llegada. Soy una más entre la multitud. Hay quien encuentra ese pensamiento inquietante, pero sobre mí ejerce siempre cierta calma.

 

La mirada nativa: memorias personales y nombres destacados

Esta es una crónica a tres voces. Las otras dos son las de mis amigos chinos Jesús y Cecilia, estudiantes de español en la Universidad de Estudios Extranjeros de Pekín. Del mismo modo en que algunos estudiantes occidentales acaban por tener un nombre chino, muchos estudiantes chinos eligen el suyo occidental, normalmente propio de la lengua que estudian. Sus respuestas a mis preguntas completan esta historia.

A: Con este artículo trato de llevar a los lectores a las librerías y bibliotecas de Pekín. ¿Cuáles son tus experiencias allí? ¿Hay alguna anécdota particular que quieras compartir con nosotros? ¿Algún recuerdo de infancia quizá, algún título en especial?

C: Desde pequeña, siempre me ha gustado leer. Recuerdo quedarme leyendo en la biblioteca, esperando a que mis padres hiciesen la compra en un supermercado cercano. Cuando terminaban, volvían a por mí y me decían: hija, es hora de volver a casa. Pero yo no soltaba el libro y ellos acababan por dejarme sola. Esa fue la primera vez que los libros ocupaban un papel tan importante en mi vida. Más tarde, de adolescente, comencé a ser más selectiva con mi entorno de lectura. Me gustaba sobre todo cierto tipo de cafeterías, no sé, creo que pensaba en todas esas películas occidentales en las que la heroína, una melancólica intelectual, conoce a su héroe en un sitio así, mientras lee. ¡Por descontado, nunca aparecía ninguno de esos hombres sexy e inteligentes! Admito que suena superficial, pero por entonces, mi género preferido era el romántico. Ahora, es distinto. ¡Leo sobre política, esto se pone más profundo! (Risas) Y leo cuando quiero y donde sea. ¡Incluso si hay ruido! Supongo que ahora tengo una mayor paz interior. Como dice un famoso poema chino: “Allá donde se encuentra la gente, construyo mi morada / No escucho el ruido de las ruedas y las pezuñas. / ¿Cómo pueden no dejar huella en mí? / Un corazón que está en paz es una morada tranquila.”

J: En primaria, mi familia vivía en un piso alquilado cerca de dos librerías bastante grandes: el “Edificio de los libros” de Zhongguancun y Disanji. Por entonces no estaba tan ocupado con los estudios y casi a diario, a la salida de la escuela, mis compañeros y yo nos íbamos a leer a Zhongguancun. Es un recuerdo fantástico. A ellos les gustaban las novelas, y yo prefería el arte o la filosofía griega, aunque no entendiese mucho. Si tenías una tarjeta VIP, podías comprar libros con un 80% de descuento, mucho más barato que en otras librerías. De eso ya hace mucho tiempo, y ahora estoy muy ocupado, así que… Amazon y páginas web como Dangdang.com son una gran competencia, y mis amigos de aquella época me han dicho que hay cada vez menos clientes en Zhongguancun. Disanji cerró hace años. Es una pena, pero no se puede hacer nada. Ahora, comprar libros por Internet es mucho más rápido y barato.

A: ¿Quiénes son los autores chinos más famosos en la actualidad? ¿Qué títulos puedo esperar encontrar en las listas de best-sellers en China? ¿A quién lee la juventud china? ¿Quiénes son tus favoritos, ya sean clásicos o contemporáneos?

C: Hoy por hoy, son muy famosos autores como Mo Yan, Yu Qiuyu, Jin Yong, Chen Qiushi y Jia Pingwa. Desde luego, Mo Yan es líder de ventas. En lo que se refiere a nosotros los jóvenes, es más difícil cerrar la lista. Guo Jingming, Han Han, Tong Hua y Tangsan Gongzi son bastante populares, aunque personalmente opino que algunos de ellos son bastante cutres.

J: Tras ganar el Nobel hace unos años, sin duda, el más famoso es Mo Yan, incluso a nivel mundial. ¿La gente joven? A muchas chicas les gustan escritores como Han Han y Guo Jingming. Yo prefiero las novelas del siglo pasado, y mis autores favoritos son Wang Xiaobo, Yu Hua, Lao She y Mo Yan.

 

Weigongcun – Biblioteca Nacional

Cuando llego a las puertas de la Biblioteca Nacional, un hombre de cierta edad discute con uno de los guardias, cerca de la garita de seguridad. El motivo de la discordia parece ser la sandía que lleva en una bolsa de plástico. Juraría que quiere colarla en la biblioteca. La interacción con el guardia, lejos de cabrearle, le hace reír, como si le dijese: “¡Eh! ¡Que hace mucho calor y la sandía está fresquita, hombre!” El desenlace de la historia era previsible. Fracasada la diplomacia, el guardia corta las risas y echa de allí al caballero con cajas destempladas.

Cuento el incidente de la sandía porque cinco minutos después, yo descubro que tampoco se me permite entrar con el bolso. Me cuelgo la cámara al cuello, reparto un par de objetos por los bolsillos y guardo el resto en la consigna. Quedo como una pardilla con el moderno sistema de seguridad de las taquillas, que funcionan mediante los códigos de barras del ticket que me entregan las encargadas. En la londinense Saatchi Gallery, la cosa funciona aún con plaquitas. La supuesta sofisticación de Occidente no es para tanto, me digo mientras franqueo al fin las puertas del templo del saber chino. Es uno de esos días en los que el cielo luce gris, gris contaminado. Mis pulmones bien por ahora, gracias. Tampoco es que me moleste en llevar mascarilla.

Una vez dentro, resulto ser la única occidental. En Pekín viven muchos extranjeros, y la primera vez que engrosas las cifras crees que te los vas a encontrar por todas partes: pronto descubres que no es así. Aquí, la primera imagen que acude a mi mente es la de una pecera. La entrada es una estancia rectangular: escaleras mecánicas en un extremo y de las de hacer piernas en el otro, la figura de un libro abierto y una fila de pantallas y ordenadores de consulta que discurren paralelos a una enorme y acristalada sala de lectura central, estructurada en tres niveles. Las que supuse ser puertas de acceso están cerradas. Cuando le pregunto si puedo sacar fotos, la guardia asiente.

En la primera planta hay un pasillo provisto de ficus y butacas negras de aspecto cómodo, que me recuerdan a las de la biblioteca de mi universidad, solo que aquí nadie dormita en ellas. En la BFSU, muchos estudiantes chinos se pasan las horas atornillados a la silla, con breves pausas sobre su trozo de mesa o en alguno de los sofás y butacas repartidos por cada planta. La primera vez te sorprendes, la segunda tú también lo haces. Aquí como allí, eso sí, la gente se ausenta y a la vuelta, encuentra sus cosas como las dejó. Decir que en Pekín no se roba sería profundizar en la lista de estereotipos absurdos sobre los chinos: los chinos comen perro, los chinos son todos iguales, los chinos no roban. Por norma general, no obstante, se observa un gran respeto por la propiedad ajena, y también por la pública. En los parques, la primavera se recibe con cámaras de proporciones temibles, pero las flores nunca se arrancan.

Algo que enseguida llama la atención es el gran tamaño de las instalaciones, muy modernas y de aspecto funcional y extremadamente sencillo. La arquitectura y diseño de la Biblioteca Nacional de China carecen del empaque histórico de su homóloga española, pero encajan perfectamente con otras tantas construcciones públicas modernas en Pekín. Líneas simples en edificios de grandes dimensiones, imponentes pero sobrios, que sirven a un propósito fundamentalmente práctico. Si arquitectura y política están unidas, probablemente no sea descabellado asociar el estilo descrito al comunismo.

Si la Biblioteca es enorme, es porque sus archivos son también ingentes. Publicaciones de Hong Kong y Taiwán o de las Naciones Unidas y otros organismos extranjeros oficiales, títulos en lenguas orientales y occidentales, ruso o japonés, genealogías y crónicas locales, libros de las minorías étnicas chinas…la lista es extensa e incluye verdaderas rarezas y tesoros nacionales de gran valor histórico. Desgraciadamente, las fotografías están prohibidas en gran parte del recinto, y la identificación con el carné de lector es necesaria para acceder a determinadas zonas. No es el caso de la pecera, a la que al fin consigo llegar. Desde el nivel superior, observo extasiada las estanterías forradas de libros. En los escritorios, la gente trabaja en sus dispositivos electrónicos o lee apuntes y notas personales. Ignoro qué tipo de títulos se albergan aquí, pero las reducidas dimensiones del tercer nivel y una cierta homogeneidad cromática me hacen pensar en contenido enciclopédico o literatura gris. Literatura gris. La primera vez que escuché ese término, me causó perplejidad. Un color que me resultaba imposible asociar a la literatura.

 

La mirada nativa: estadísticas y nuevas plataformas

A: Se diría que, en el mundo de hoy, nunca cabe esperar cifras muy optimistas en lo que se refiere a la lectura. Los jóvenes no leen tanto como deberían, los Gobiernos crean campañas con las que intentan fomentar la lectura… Aunque no deban tomarse al pie de la letra, las estadísticas están ahí; también en España. ¿Y en China? ¿Cuál os parece que es la situación? ¿Qué hay de los jóvenes? ¿Anima también vuestro Gobierno a la población a leer? 

C: Debo reconocer que muchos jóvenes muestran desinterés por la lectura, con tantos videojuegos, televisión y lugares de ocio. Pero también son muchos los aficionados a la lectura, sobre todo entre aquellos que no han completado aún sus estudios (entre los 7 y los 23 años) y también gente mayor. Diría que las cifras disminuyen sobre todo en el caso de los adultos con vidas laborales y familiares intensas, sin un minuto de descanso entre el cuidado de hijos, padres, jefes exigentes… Los escasos momentos de ocio se van en dormir o hacer algo que no requiera usar demasiado la cabeza. En términos generales, creo que necesitamos leer más. Y eso es algo que el Gobierno siempre trata de fomentar de manera muy activa.

J: En la generación de mis padres sí que había una gran afición a la lectura, ya que por entonces no había tantas opciones de ocio, y leer era un pasatiempo perfecto. Hoy en día, muchos jóvenes prefieren Internet. El Gobierno ha hecho esfuerzos para que los jóvenes lean más, pero no tantos como los Gobiernos de los países europeos.

A: En Occidente continúa el debate sobre el peso del libro electrónico, en un escenario en el que muchos temen que el libro tradicional y su industria estén en peligro. ¿Alcanza el debate igual intensidad en China?

C: El libro electrónico es cada vez más importante, desde luego. Pero no creo que llegue a sustituir definitivamente al formato tradicional. Cuando lees, papel y pantalla no tienen nada que ver.

J: Todo el mundo utiliza iPads o libros electrónicos, por su comodidad y facilidad. Si me gusta mucho el contenido de un libro, lo compro. ¡Me gusta ver la estantería llena de mis libros favoritos!

 

Biblioteca Nacional – Xidan – Wangfujing

La siguiente parada, previo almuerzo en el McDonalds, es la famosa librería de mis recuerdos en Xidan, el “Edificio de los libros”. Es la más grande en Pekín y pertenece a la cadena estatal de librerías Xinhua, creada por el nuevo Gobierno poco después de la fundación de la República Popular en 1949. Los primeros años de la última década fueron decisivos para la industria editorial minorista del país: se permitió por primera vez la entrada de capital extranjero y la existencia de librerías privadas. Desde el 1 de diciembre de 2004, la inversión extranjera también ha llegado a las empresas editoriales mayoristas. Este proceso de apertura sin precedentes acabó con el monopolio de Xinhua y es parte del imparable crecimiento del país en los años 2000.

Todo ello ha ampliado, sin duda, el mercado de los miles de clientes que cada día entran y salen de las céntricas instalaciones de Xidan y Wangfujing, otra gran sucursal de Xinhua. Todo cuanto busquen les espera en las estanterías; las dimensiones y oferta de estas librerías no impresionan tanto si se considera que han de abastecer la demanda de una de las mayores metrópolis del mundo. Aquí comienza nuestra visita y aquí se observan, también, algunas diferencias con respecto a nuestra experiencia en cualquier librería española.

La primera de todas es una que en términos de ventas podría parecer nefasta, pero que supone una golosina para cualquier lector. En China, las librerías llegan a parecer bibliotecas sin opción de préstamo. La gente llega, coge el libro que le apetece y se pasa las horas muertas leyendo. Todo el mundo se sienta en el suelo, muchas veces junto a las mismas estanterías. Alguien podría venirme ahora con el ejemplo de la FNAC en España, y no me extrañaría que pequeñas librerías hipster en la capital concediesen idénticas licencias a sus clientes. Pero yo vengo de una ciudad pequeña, y puedo asegurar que allí, con la excepción quizá de los niños, nadie entra en una librería, se sienta donde pilla por la cara y echa la tarde en su pasatiempo favorito sin gastarse ni un euro. Cuando yo misma era una cría, el único sitio donde hacía eso era El Corte Inglés, y mi madre se llevaba de allí a su pequeña gorrona al cabo de poco más de media hora. En Pekín, la cosa no va así. Hay niños y jóvenes, muchos, pero también adultos y ancianos. Solo algunos ejemplares en las estanterías, baqueteados, acusan mudos este fenómeno. Los empleados, que se mueven sin cesar de un pasillo a otro, ni pestañean, y los lectores tampoco les suponen ninguna molestia para su trabajo. La primera vez que vi la escena, China se marcó un punto.

Entonces, ¿es que nadie compra en las librerías de Pekín? Esta pregunta la responden los carritos de plástico, tipo supermercado, que otros tantos clientes llevan consigo antes de pasar por caja. Y si no fuese porque a final de curso me arruinaría facturando maletas extra, yo también cogería uno. En España, los libros son un lujo caro para mucha gente. En China, al menos en comparación con nuestros precios, se te va la olla. ¿”El Principito” de Exupéry? Veinte yuanes, unos dos euros y medio, en chino, inglés y francés, una estrella en las estanterías de mis compañeros de universidad. ¿El “Diario” de Ana Frank? Tuyo por menos de cuatro euros, en inglés y chino. La colección completa de mi adorado Haruki Murakami está disponible por precios igualmente irrisorios. Por lo general, es raro pagar más de seis o siete euros por un libro. Todas ediciones de buena calidad, muchas con portadas preciosas que te hacen olvidar que dentro te espera un mar de misteriosos caracteres negros, ahora dispuestos casi siempre en el sentido de lectura occidental. Mis primeras lecturas chinas fueron las bellísimas historias del escritor e ilustrador taiwanés Jimmy Liao. En su universo, que algunos tildarían equivocadamente de infantil, reina una imaginación salvaje y colorida que sirve de telón a parejas que se buscan sin encontrarse, una luna que nada recuerda o un pez que sonríe. Naturaleza, paisajes urbanos con conejos gigantes que acechan las ventanas, cielos estrellados y mundos imposibles. La más cara de estas maravillas, en ediciones excelentes, cuesta siete euros. Yo no respondo de mí misma.

Otra sección importante es la dedicada a los libros de texto y manuales de estudio. La fiebre asiática por aprender inglés se refleja en el predominio total del mismo en la sección de idiomas. Pero el mundo es una torre de Babel, y Xidan cuenta con espacio para lenguas como japonés, coreano, árabe, el grueso de los idiomas europeos, ruso, malayo y otras tantas. Es difícil orientarse en el mar de materiales didácticos que estructuran el paso por el sistema educativo, en ocasiones divididos por distritos. Hay pocas experiencias más aterradoras que echar un vistazo a un libro de matemáticas de bachillerato en chino. La oferta divulgativa y especializada es exhaustiva: insomnio, enfermedades cardíacas, oncología, música y dibujo, arquitectura, construcción, historia, cocina y, cómo no, medicina tradicional china, con grandes mapas de acupuntura y modelos de diversas partes del cuerpo en los que se indican sus puntos clave.

A todo esto, una niña muy mona de unos seis o siete años no me quita ojo de encima. Le sonrío y ella dispara:

            —¿Puedes leer libros en chino? —la respuesta a su pregunta tiene límites imprecisos y sujetos al uso del diccionario y el tiempo disponible, pero a ella parece bastarle:

            —Bueno…sí, más o menos.

Me encuentro en el entorno natural que Xidan ofrece a los niños en su última planta, un espacio lleno de color y dibujos. Los críos mayores trotan a sus anchas y curiosean las últimas novedades, y los más pequeños se sientan con sus padres a pasar sus primeras páginas. Hay libros para bebés, para colorear, para aprender a leer: historias cortas en las que se incluye la transcripción fonética o pinyin de los caracteres, con textos que no se alejan tanto de los que recuerdas de tus primeras lecciones de chino. No faltan los personajes infantiles famosos: Efendi, el valiente y sabio héroe de los cuentos folclóricos uigures, el zorrito Ali o los populares Cabra feliz y gran lobo gris, que salen hasta en la sopa.

Si acabas abrumado con tanto libro, puedes parar a tomar algo en un puesto de bebidas de los que son tan populares en toda Asia. Puedes dejar tu espacio de trabajo listo en la sección de artículos de oficina, o comprar lo que necesitas para el cole de los niños en la papelería. Y si los niños aún están en pañales, vas a la zona de puericultura. En la sección de electrónica adquirí yo en su día mi leal diccionario electrónico. En la sección de deportes cuelgan varias raquetas de bádminton de la pared. Tanto aquí como en Wangfujing, resulta una delicia echar un vistazo en la nutrida sección de útiles para la caligrafía china.

Cuando Pekín se me viene encima, me paso por aquí y me compro algún libro. La terapia, envuelta en papel y atada con una cinta de plástico, es barata y eficaz.

 

La mirada nativa: sobre las librerías, las influencias y las autoras chinas

A: En serio, lo de sentarte a leer por la cara en las librerías me hace muy feliz.

J: No sé cómo explicarlo. Aquí en China es normal, una especie de costumbre en las librerías. Quizá tenga algo que ver con el hecho de que las primeras librerías modernas de China fueron fundadas por el Gobierno, son de carácter estatal y sus empleados ganaban, o ganan, un sueldo fijo. Por eso, no les importa si los lectores compran o no. Pero, en realidad, creo que es más como una especie de servicio público. En China, muchas librerías están mejor surtidas que algunas bibliotecas. Así que se ha convertido en una costumbre, y hasta las librerías privadas la siguen.

A: Oye, casi siempre que voy a Xidan me pasa algo muy curioso en la caja. Alguien se me acerca, señala el libro que voy a comprar y me suelta un rollo que no entiendo, intentando persuadirme de hacer algo. No llevan el uniforme de la librería, así que no les hago ni caso. ¿Te suena qué demonios pueden querer?

C: ¿En serio? ¡Qué raro, a mí nunca me ha pasado eso! Igual tiene algo que ver que seas extranjera. Ni idea. Si quieres, la próxima vez vamos juntas, a ver qué pasa. (Risas)

A: Las cosas como son: en el mundo actual, la literatura es arte y también producto, con un mercado muy poderoso y tendencias dentro del mismo. ¡En Occidente, al menos! Crepúsculo nos trajo a los vampiros, después nos volvimos locos con la novela negra escandinava, y ahora toca sexo tras el éxito de Grey y sus sombras. ¿Cómo funciona esto en China? ¿Qué se lleva ahora?

C: Crepúsculo es un coñazo. La mayoría de los lectores jóvenes, incluso los que prefieren el género romántico, no hablan muy bien de esa saga. Además, su trama amorosa no tiene nada de original en China. Aquí, esa historia lleva años y años escribiéndose. Habrá vampiros de por medio, pero no es más que el mismo perro con distinto collar. En China, la lista de tramas amorosas es interminable. Amor de toda una vida, amor a primera vista, amor entre enemigos, amor inmoral, amor que surge con el tiempo, reconciliación tras la ruptura. ¡Están todos clasificados! Incluso los héroes y heroínas lo están, sobre todo los primeros, ya que la mayor parte de lectores del género romántico son mujeres. ¿Las historias de amor más populares en la actualidad? Aquellas ambientadas en épocas clásicas, normalmente escritas al estilo antiguo. O esas en las que el protagonista aterriza por accidente en una época o dinastía diferentes. Por ejemplo, una chica china de nuestros tiempos se encuentra de repente en las dinastías Qin o Tang, en la época victoriana en Inglaterra, o incluso en la era anterior a la civilización. Sin olvidar, por supuesto, las fantasías futuristas en las que los zombies acaban con el planeta o la humanidad crea un nuevo reino en el espacio exterior, y los héroes comienzan sus aventuras. ¡Ya te pasaré algunas! Cada vez que a algún autor se le ocurre algo nuevo, escribe una novela y sorprende a todos. Y llegan los fans. Con tramas así de básicas. Es la tónica general en todo el mundo, y no solo en literatura.

J: Claro, en China también funciona a base de modas. Ahora mismo, a muchos jóvenes les encantan las historias con protagonistas arqueólogos, sobre todo si en sus viajes se enfrentan a algún tipo de fuerza sobrenatural. En este tipo de libros hay toda clase de monstruos: zombies tibetanos, insectos muy venenosos creados por alguien, cosas así. A mí no me gustan mucho, pero a mi prima y a algunos amigos míos les encantan.

A: Es la era de la fascinación mutua entre Asia y Occidente, donde el mercado editorial se hace eco de este interés por las culturas de vuestro continente. ¿Sucede lo mismo en China? ¿Creéis que esto podría afectar de alguna forma a vuestra propia literatura? Me refiero a una creciente influencia de la cultura occidental en la literatura china, o un gran interés por parte del lector chino en la literatura occidental, sin llegar a conocer muchos títulos y autores de la suya propia. Yo misma puedo confesar que hubo un tiempo en que me sucedió lo mismo, solo que a la inversa.

C: Bueno, no creo que pueda expresarse en esos términos. La gente lee lo que le interesa, y ya está. Algunos se aficionan a la cultura y literatura occidentales, y andan siempre por ahí con libros como “Jane Eyre”. Y luego hay gente como mi padre, que prefiere la literatura china y dice que nunca puede recordar el nombre de los personajes. Así que no creo que la literatura occidental ejerza un impacto tan grande en los hábitos de lectura en China, no como las películas, que sí impactan en la sociedad. El desconocimiento de nuestra propia cultura es mayor que antes, pero eso no tiene nada que ver con Occidente, es nuestro propio problema. Sí es cierto que el estilo de muchos autores chinos está realmente influenciado por escritores occidentales. Ahí tienes a Mo Yan, cuyo estilo muestra influencias de García Márquez.

J: Es verdad. En China, cada día son más los aficionados al realismo mágico, y hay menos lectores de lo que se entiende por literatura tradicional china.

La escritora Lin Huiyin La escritora Lin Huiyin

A: No quiero poner punto y final a nuestra entrevista sin antes preguntarte por las voces femeninas en la literatura china. Me refiero con esto a la verdadera presencia de la mujer en el sector, más allá de la consabida “chick lit”, con sus tramas románticas, las compras y demás asuntos triviales. ¿Cuáles son tus autoras favoritas?

C: ¡Desde luego! Hay varios nombres destacables. Están autoras como Yang Jiang, Zong Pu, Bing Xin o Tie Ning, cuyas obras tienen un carácter más sentimental y abordan las tramas de manera más sutil y considerada. Esa sutileza me gusta porque es la que hace que sus libros te emociones. Son escritoras brillantes a las que importa mucho la sociedad, los altibajos del pueblo. Me gusta Yang Jiang, su punto de vista es de una extraordinaria delicadeza y ternura, y su estilo es sensato y lógico, no como el de algunas autoras que tienden a un excesivo sentimentalismo. Su marido también es un escritor famoso, el ya fallecido Qian Zhongshu. Y me encanta Lin Huiyin, que tiene toda una reputación como poeta. Busca su obra maestra: 你是人间四月天 (“Eres los días de abril” o “Eres el abril del mundo”, sin traducción al español.) ¡Todo el mundo conoce ese poema!

 

Xidan – Sanlitun

En Pekín, previo pago y para sorpresa de mucho occidental despistado, puedes tenerlo todo. Prueba de ello es la zona comercial de Taikoo Li, en pleno Sanlitun. De noche es uno de los centros de la vida nocturna en Pekín, tan internacional como Wudaokou pero más caro, marcha urbana frente al paisaje de Houhai y definitivamente mainstream comparado con Guloudajie o Nanluoguxiang. De día, Sanlitun cuenta con la mayor tienda de Adidas del mundo, un centro comercial con tiendas, cine y supermercados occidentales y un sinfín de marcas y restaurantes agradables y modernos. Es en este ambiente de culto al consumismo donde encontré un día la librería Page One, de estética y catálogo acordes con el entorno. Yo vagaba por Sanlitun con la ligereza de quien ha rematado una semana de finales, malestar físico e inquietud emocional con una noche en vela empaquetando y guardando un año en cajas de cartón. Había conquistado la libertad, pero apenas me quedaban fuerzas para disfrutarla. Con el aire ausente y sonrisa propios de los alucinados, floté hasta llegar al escaparate de Page One, donde un título llamó mi atención: My Dear Bomb, de Yohji Yamamoto. No tenía el placer de conocerle, pero allí se vendían libros, y entré.          

Hoy regreso y apenas me da tiempo a sacar un par de fotografías antes de que los dependientes me corten el rollo con una educación exquisita. Se la devuelvo haciéndome la guiri tonta y confío en mis habilidades descriptivas para revivir el local sobre el papel. Page One no tiene nada que ver con Xidan o Wangfujing, y tampoco lo pretende. Aquí también se curiosea y hasta hay un par de chicas jóvenes sentadas en las escaleras, hojeando tal o cual título. Pero solo son dos o tres, y su atuendo es muy distinto del de la mayoría de lectores de Xidan: visten diferente y visten caro, al estilo de cualquier ciudad cosmopolita. Page One, que también es una cadena con origen en Singapur, se centra en el arte y el diseño. Los precios aquí son, más o menos, los que encontrarías en cualquier librería occidental, aunque hay pequeños descuentos para ejemplares de muestra. Un ejemplo es Naked Thoughts: Diaries, Notebooks & Sketchbooks, de la colección de la propia librería. Abro el libro por una página al azar: Kate Moross, joven diseñadora, ilustradora y directora de arte afincada en Londres. I wish for love on so many occassions, but none is forthcoming. “Anhelo el amor en tantas ocasiones, pero nunca llega.” Son extraños los mensajes que a veces encuentras en los libros.

La segunda planta de Page One ofrece artículos de papelería y diseño, libros divulgativos, desde cocina a viajes, y novelas. La lengua predominante es el inglés e incorporo varios autores a mi lista: Chinua Achebe, Irmgard Keun, Christopher Isherwood, Bruce Chatwin, Hans Fallada. Kerouac también está, con la que llaman en la portada su novela perdida, The Sea Is My Brother, basada en su experiencia en la Marina Mercante estadounidense. Kerouac era un culo de mal asiento, y también un gran escritor.

Martha Stewart y sus tartas nupciales me despiertan el hambre: hora de cenar. Salgo y me dirijo a Elements Fresh, donde la ensalada se sirve con las vistas de la jungla urbana desde la terraza. Suena una canción que me gusta e identifico con mi móvil: es un remix de Figure 8, de Ellie Goulding.

Es un día de verano implacable en Pekín. Esta ciudad no es para todo el mundo, sin duda. Tienes que venir con una mente abierta y sin miedo a las distancias. Pero es una ciudad para mí. Pienso en el paisaje que me rodea, en los personajes presentes en mi vida este año, en todas las anécdotas acumuladas. Todo cuanto me ha llevado hasta aquí no es más que un giro inesperado de la trama. Como en las mejores historias. 

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