Diario de una madre sin hijo VIII

 

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martes, 14 de abril, 2015

 

 

Yo sé bien que nadie, ninguna persona en este mundo,

puede saber qué cosa es nuestra vida sino (excepto)

nosotros mismos.

 

GABRIELA MISTRAL

 

 

Hay cosas que quiero contarles a ustedes y son cosas, la mayoría de ellas, que no debería contarles. Cuando una mujer como Rita Albero, es decir una mujer como yo, cuida de la hija de otra mujer, es decir una mujer como Madre, debe ir siempre con mucho cuidado —no se lo tomen a broma. Cualquier cosa que haga podría estar mal, de una maldad particular pero a un tiempo universal. También una madre puede equivocarse, pero es una equivocación íntima, personal. A estas alturas, quizá ustedes ya lo saben, yo debería estar callada, permanecer en silencio, no ofender con el amor desbordante, con este caos. También podría ocurrir que la equivocación no sea tal, pero deba, de todos modos, rectificar. Les dije que la maternidad es cosa de posesión. No toda la maternidad, pero sí algún tipo de maternidad. Pensarán ustedes que hoy he empezado mi relato sin saber exactamente de qué querría hablarles, y están y no equivocados. Querría hablarles de lo que aquí ocurre, pero hay ojos tras todos los muros que uno quiera levantar. Así que debo ser discreta, el Señor Albero debe ser discreto, incluso Criatura, en ciertas situaciones, debe ser discreta. Si me toman a broma, allá ustedes. Lo que hoy quiero contarles es delicado, y para ello deberé enrolarme en lo poético y retórico, y no dejar constancia de la realidad, porque podría ser peligrosa, y no para ustedes, que quizá sólo buscan un poco de entretenimiento, sino para mí.

 

El diario que Criatura empezó a escribir no era un diario —era, prácticamente, un relato de lo que no ocurría. Como diario no tenía ningún valor, puesto que un diario debe ser fiel, un manifiesto, y lo que Criatura hizo fue, podría decirse, su primera obra de creación —por lo de mentira que tenía. Lo que me gustaría hoy relatar es sencillo pero complejo, y procuraré ser lo más concisa posible. Cuando una Criatura se siente amada, ama a su vez. Cuando una Criatura es amada bien, acostumbra a devolver un amor puro, sano. Pero cuando una Criatura vive el amor con dramatismo, en la tristeza, en la nostalgia y el miedo, es también como aprende a amar. Así, Criatura escribe el diario y, esto ya es una suposición mía, que quizá es una suposición incompleta por lo incompleta que está mi maternidad sin dar a luz… decía que quizá es una sensación mía, pero también quizá lo que Criatura escribe es lo que Criatura cree que debe escribir. No es una suposición vacía, sino meditada. Quien aquí escribe y relata ha reflexionado antes sobre escribir y relatar, y lo que se deduce de las palabras de Criatura es que no sabe qué se espera de ella. Ahora, si me lo permiten, debo añadir un punto y aparte para poder profundizar en esta nueva idea.

 

Cuando Rita Albero escribe, lo que quiere es agradar; en caso de que no sea así, lo que quiere es escribir. Hay poca negociación en la escritura, salvo la negociación puramente técnica, que acepto tanto como la necedad y el recelo me permiten. Con esto quiero hacerles entender a ustedes que agradar o no agradar no modifica la escritura; paraliza, la vuelve lenta, pero no modifica lo que uno escarba. En cambio, Criatura es una niña, estas nociones escapan a la edad —incierta para ustedes— que tiene. Sólo sabe que debe escribir, y sólo sabe que alguien leerá, y sólo sabe lo que la otra persona quiere leer, y es sobre lo que el otro quiere leer que decide escribir. Deseo que ustedes comprendan lo que quiero decir y volveré sobre la nueva idea hasta revelarla. La narración de Criatura no está sujeta a la realidad ni a sus sentimientos, sino a la realidad y los sentimientos de la persona que debe leerlo. Así, el otro día, después de haber hecho lo que las criaturas hacen, que es correr y reír y desobedecer tanto como se pueda cuando se está acompañado —y Criatura estaba acompañada de otras dos criaturas—, después de hacer lo propio de las criaturas, de, dejemos la poesía, de pasárselo bien, escribió en su diario que había estado llorando. ¿Llorando para quién? ¿Por qué Criatura debe mentir sobre el tiempo que pasa alegre, descuidada de su compromiso con los adultos? ¿Por qué se miente en un diario? Por necesidad, por obligación. Un diario, como éste, debe ser lo más fiel posible siempre que se pueda —yo, en cambio, no puedo. ¿Puede Criatura escribir en libertad, escribir que ha sido una niña de corta edad que ha ensuciado su ropa en el bosque, que ha reído hasta la fealdad, que ha desobedecido amparada por el descaro de otras dos niñas? Puede hacerlo, y sin embargo decide hablar de tristeza, de melancolía, de dolor, de incomodidad —de añoranza. ¿Es incompatible la añoranza con la alegría? Quizá para los adultos, no para las criaturas. Es todo cuanto sé: yo, que querría hablar sin rodeos en el relato de mi vida, no puedo; Criatura, que puede hablar sin rodeos en el relato de su vida, no quiere. Se esconde en las lágrimas y nosotros, que la observamos desconcertados, debemos buscar las respuestas. Si las encontramos, a ustedes les comunicaré el porqué de tal comportamiento: una criatura como Criatura, crecida en la luz, no puede estar, con tan poca vida, sumida en la hundimiento y la falsedad. Y nuestro deber es devolverla a esa luminosidad que se tiene en el principio de la vida —cuando prácticamente todo está aún intacto.

1 Comment

  • Juan Antonio dice:

    Hola Jenn, ¿sabes de algún/ alguna poeta de 30 años (o de pocos más) que esté comenzando a escribir o escriba desde no hace mucho? Si me contestas al correo te explico, si así lo crees conveniente. Gracias

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