Diario de una madre sin hijo II

Quisiera ser poética en mi narración, pero no hay nada tan vulgar como contar la propia vida, con todos sus pormenores. Hacer literatura de lo insignificante es hacer gran literatura, aunque pueda no parecerlo, y en éstas me debato. Sin embargo, éste es mi reto: hablar de Criatura, del Señor Albero, rozar los límites de lo permitido, siendo lo permitido tan pobre e insuficiente, y entretenerles a ustedes. Así, hoy, sigo contando lo que puede contarse y no demoro lo indemorable. Porque yo, Rita Albero, podría no hacerlo. Podría no acompañar a Criatura a la escuela, pero me gusta hacerlo y creo que es bueno para todos, para la idea de familia que tengo en la cabeza, para reforzar ciertos lazos que no se construyen a partir de la sangre, sino de todo lo demás —cuando una madre sin hijo llega a su propia familia ya construida, debe empezar a proyectar sobre lo ya proyectado, y les aseguro a ustedes, que quizá leen mi relato de la vida con extrañeza, que no es en absoluto sencillo.

Al principio, y les seguiré hablando de la escuela, me quedaba en casa y nos despedíamos en la puerta, porque hay procesos que tienen un ritmo propio y que no necesariamente son el ritmo que uno pretende, el ritmo de la falsa madre; pero me invitó una mañana a ir, y lo hizo ella misma, y fue una idea suya. Desde entonces, no he faltado ni un día a mi cita. Hay muchas cosas que Criatura ha decidido cuándo deben ocurrir, y otras que he tenido que decidir yo —nosotros— para no llegar demasiado tarde al papel que quería tener en esta familia —puede que no os lo parezca, pero es una familia. Por ejemplo, el primer viaje que hicimos en automóvil, yo misma decidí sentarme detrás, con ella, y jugar y reír y cantar y darnos la mano; cosas que haría una madre, o que podría no hacerlo si no quisiera. Debía entender que ella me importaba independientemente del señor Albero. Éramos amigas, ella me invitaba a cenar o a quedarme a dormir. Papá, ¿puede quedarse? Se sentía responsable de nuestra relación y preguntaba si podía quedarme en casa, sin saber que todo era una trampa para que nosotras dos, Criatura y Rita Albero, la nueva señora de la casa, nos acabáramos queriendo. También ella decidía cuándo dejaba de hablarme, cuándo hacía que no existía, cuándo no me saludaba o cuándo le pedía al Señor Albero que volvieran a estar solos —después, cuando me iba para dejarle el margen que pedía, suspiraba y decía, ¡la echo tanto de menos! También he vivido todo eso, cosas que una madre quizá nunca viva, pero no vale la pena recordarlo —o quizá deba contarle a ustedes, otro día, qué significa ganarse a un hijo. Así, decidí que los acompañaría todas las mañanas a la escuela, y hoy hemos contado cuántos niños van con dos adultos: nadie, salvo nosotros. En momentos como ése se da cuenta de que muchas de las cosas que hago podría no hacerlas y estaría, digamos, en pleno derecho: mi no maternidad me ampara, tengo una puerta trasera por la que desaparecer si la ocasión lo demanda. Por eso de vez en cuando da muestras de agradecimiento con abrazos espontáneos. La semana pasada tenía un dolor muy intenso en la espalda, y ella venía a despertarme, se metía conmigo en la cama, me acariciaba y me decía que no pasaba nada, si no iba con ella al colegio no pasaba nada, mejor que me quedara en casa, si me dolía. Y si le decía que no, que quería ir con ellos, apreciaba el esfuerzo. Es una niña con mucha empatía, con un nivel de comprensión casi adulto —los niños de padres separados deben bregar con los sentimientos antes de lo normal, igual que ustedes bregan con sus sentimientos adultos, incluso con sus sentimientos más infantiles. Lo único que nos falta es esa palabra para que en momentos de debilidad emocional pueda susurrarlo. Igual que dice: papá… y alarga la última vocal. De vez en cuando, dice: Señora Albero… y se revuelve en mi costado como un cachorro de animal.

 

Después de llevar a Criatura a la escuela, el Señor Albero y yo hemos vuelto a casa y nos hemos puesto a trabajar. Hoy tengo que hacer el único trabajo que me da dinero útil: es decir, poco tiempo de dedicación y una buena recompensa. Normalmente es al revés. Traduzco una revista. Es mensual y cuando se acercan los días veintiséis-veintisiete-veintiocho, ya me mandan el siguiente número. Si me centro, en un día puedo tenerlo listo. Es un trabajo poco exigente, pero tiene una dificultad: debe hacerse de inmediato. Así que he pasado toda la mañana trabajando. Es poco motivante, todo el tiempo pienso que no debería estar haciendo lo que no debo hacer, que debería dedicarme a lo que me tengo que dedicar, como dice Roger Wolfe —de cuyo nombre tampoco prescindiré, puesto que la autoría de los versos no quisiera atribuírselos a quien no existe. Pero entre página y página el cartero me ha traído Sa meu mare, de Pau Riba, y me he recordado que en cuanto entregue el encargo, podré volver a mis libros. Sin esas sesenta páginas sería imposible sobrevivir; es el equilibrio: si quieres escribir, debes antes ganar dinero. No hay ley mayor que ésa. Me lo repito: después podrás volver a tus libros, Señora Albero —uno puede llamarse a sí mismo, para despejar las dudas, de vez en cuando; es, se diría, saludable para la propia conciencia.

Y podría haber vuelto, a los libros, ustedes ya imaginan, si no fuera una madre sin hijo: no he dado a luz, condición en ocasiones prescindible para ser madre, pero sí tengo la vida que lleva quien lo ha hecho. Criatura sale de otra actividad que no nombraré pero que existe por más que no la nombre, y sale a las cinco y media y voy a buscarla. Si de algo estoy satisfecha es de este amor desinteresado y solícito que siento por ella —no es mi hija, pero eso poco importa. Haremos que no importe nada: es una decisión que yo, Rita Albero, he tomado y haré tomar a quienes me rodeen. La veo aparecer por otra puerta y viene corriendo y me abraza. Enseguida se acercan sus amigas, dos niñas gemelas con las que volvemos a casa los martes que nos toca a nosotros recogerla. Son dos niñas alegres, y a mí las niñas alegres siempre me han gustado: les pregunto cosas y contestan atropellándose la una a la otra, en ese tartamudeo infantil. Por eso se acercan, me parece, para conversar. Mi táctica es infalible: me arrodillo y me pongo a la altura que merecen, para que nos miremos a los ojos cuando hablamos sin que tengan que forzar el cuello. Nos encontramos al Señor Albero ya en casa, que por diez minutos no ha llegado a tiempo, y después no podemos eludir la antipoesía de la vida: debemos comprar.

 

Ya en casa, se me ocurre poner música y bailar mientras se desviste, y Criatura lo celebra como mejor se celebra la alegría: bailando. En unos días se casa mi hermana por segunda vez y hemos estado poniéndonos en situación —quizá debería profundizar mejor en esa segunda boda, que es la boda de una madre que a su vez es también madre sin hijo; pero deberán ustedes esperar unos días, puesto que el relato de mi vida se rige por un orden y unos tiempos íntimos y personales. Se lo toma muy en serio, Criatura, y en el baile por primera vez parece que tiene algo de ritmo instintivo. Si el Señor Albero y yo nos reímos del movimiento que hace con el cuello, digno de una bailarina profesional, nos pregunta por qué lo hacemos: aún no ha entendido que si alguien en el mundo se mofa de ella, jamás seremos nosotros. Cuando una criatura convive con sus padres, o con dos figuras como las figuras del Señor y la Señora Albero, pueden llegar a creer que el enemigo está cerca: somos nosotros quienes corregimos y guiamos a Criatura, pero eso no significa que no queramos su mayor felicidad y yo, como el padre, tengo los mismos sentimientos nobles. Si reímos, no es una ofensa; el amor, ya lo advertí, si no se comprende, puede deshonrar.

2 Comments

  • Carmen de la Cueva dice:

    Muchas gracias, Alba. Esperamos que haya ms diarios y ms propuestas interesantes. Y, adems, prontito nos mudamos a una web mucho ms bonita.

  • Alba dice:

    Muchsimas gracias, Jenn, por dejarnos entrar en tu da a da. La primera entrada del diario me conmovi y esta la he disfrutado ms si cabe. Enhorabuena tambin a esta pgina que se va superando con cada propuesta. Todo un acierto estos diarios. Espero ms!

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