Diario de una charnega VI

 

mujer_8_marzo

 

Vamos mañana y tarde zombis hacia el trabajo con la cabeza cerrada, la mirada gacha y los pies con ganas de huelga. El cuerpo nos pide stop, descanso, otro ritmo y nivel. Este sistema y mente nos bloquea, hacen que vayamos teledirigidos, sin orientarnos. Somos menos personas desde que somos máquinas, humanos deshumanizados. Ya nada nos sorprende ni indigna ni emociona, nosotros solo cumplimos misiones, solo bregamos, solo arrastramos nuestras cadenas. Somos grises y tenemos la sonrisa triste de payaso. Pasamos las horas, más de 40 aunque nuestros contratos digan, haciendo lo mismo, hacer y deshacer, repetido y rápido. Y cuando nos volvemos, a casa, si tenemos, vamos dando las gracias por tener, por poder tenerlo. Gracias al trabajo por hacerme esclava, y así vivir.

En Madrid hay un séquito de personas de izquierda, de todas ellas, conocidas, que van a comprar libros a La Central (y a todas las demás librerías y tiendas) en domingo. Al que no tiene conciencia de clase, de opresión, de las jornadas laborales y los derechos de los y las trabajadoras, no te pediré nada, pero a los nuestros, a los que entonan discursos, dan charlas, son leídos y escuchados, lo mínimo, compañero o compañera, es que no compres los domingos. Los domingos es el día de la tranquilidad, de la casa, familia, amigos y rascarse los ovarios. No vayas a seguir diciéndole al patrón que sus horarios de mierda están en lo cierto y que, el capitalismo puede arrancar nuestra vida siempre que le plazca y le salga rentable.

En la izquierda sufrimos una falsa solidaridad. Ni nos ayudamos entre nosotros y nosotras, ni tenemos intención de hacerlo. Menos mal que aún hay gente que son excepciones que confirman la regla. Un ejemplo de ello es David García Aristegui. A David le faltó tiempo cuando explotó la crisis de la librería La Central, mostrar apoyo a los y las trabajadoras, poner el hombro, comprometerse y altruistamente ayudar. David, si me lees, gracias a ti, a gente como tú, sigo creyendo en el hombre y la mujer. Sigo pensando que no está todo perdido.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *