Som Dones: Cristina Ward

Orquestra Simfònica del Vallès.

 

Orquestra Simfònica del Vallès.

Orquestra Simfònica del Vallès.

 

Una orquesta sinfónica se compone de muchísimas soledades, aunque las oigamos en conjunto. Es gente que abre la cremallera del macuto en el que está, lo que tiene que ser, su marido o mujer de por vida. Cuando se elige un instrumento, y más si es para vivir de él (con él), uno se casa, y la infidelidad con otros (instrumentos), se puede pagar cara. La boca de un trompeta no puede acostumbrarse a una tuba, todo lo que se adelanta con uno, puede perderse en agilidad y precisión con el otro. Una orquesta la forma gente que invierte horas en la batalla consigo mismo, en mil repeticiones de tres o cuatro o veinte notas. Tan bien suena, como tiempo invertido en hacerlo sonar. Para llegar a un ensayo grupal, se han de acabar fundiendo con el instrumento y diariamente volver a demostrar que amor en la vida solo hay uno. Una orquesta no puede ser una batalla de egos, aunque todos lo tengamos y a veces nos apetezca que suene. Una orquesta es una hermandad, que solo con un desvío puede hacer que todo el trabajo del conjunto suene sucio. Y la música es lo más limpio que puede llegar al alma. Hoy he venido aquí a presentaros a Cristina Ward, coordinadora en la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas.

Cristina Ward, coordinadora en la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas.

Cristina Ward, coordinadora en la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas.

 

 

Cristina es una mirada verde con unas pestañas largas, negras y bien remarcadas con rímel. Con un acento que baila con el inglés, su idioma paterno. Un encanto de ser que llegó a Madrid con la carrera de arte dramático. A diferencia de este país, en las universidades de Reino Unido sí pueden formarse en la materia. Joven, de la mano de su novio, puso en marcha obras de teatros alternativos. Aún hoy sigue trabajando esporádicamente en la producción de grandes óperas, la última “Las cuatro notas” dirigida por Paco Mir. Gestora cultural desde la primera promoción, la del 92, por la Universidad Complutense. Me dice que a la cultura se la trata como si todo el mundo, cualquiera, pudiese ponerla en marcha, administrarla y hacer que su rueda ruede. Se sabe que una producción ha ido bien cuando no se nota. Y si el día del estreno el teléfono de Cristina no para de sonar, es que la faena no se ha hecho del todo bien. Armada de paciencia, siempre conciliadora y con voluntad de que todos los equipos estén bien formados e informados, Cristina ha afianzado su carrera.

Estuvo en la Joven Orquesta Nacional de España, después diez años en la SGAE, y desde el 2005 en AEOS (Asociación Española de Orquestas Sinfónicas). La asociación la forman 27 orquestas del estado: 25 profesionales y 2 de músicos jóvenes. Trabajan para que las bandas cooperen entre sí, que haya una red de apoyo y entre todos los miembros luchen por lo común. A su vez, la asociación forma parte de PEARLE (Liga Europea de Asociaciones Patronales en el sector de las Artes Escénicas), que trabaja como lobby para las mejoras de las normativas en la Comunidad Europea. Por ejemplo, los músicos tienen trifulcas en los aeropuertos con los controles y muchos de los instrumentos viajan en las bodegas donde se pueden desbaratar. La unión hace la fuerza, y PEARLE presiona para que se considere la cuestión y se busque un remedio.

En clave feminista, directoras artísticas y gestoras de las bandas sinfónicas no hay muchas, es más, me atrevería a decir que directoras no hay. Últimamente, las audiciones para entrar a formar parte de las bandas son a ciegas, detrás de una cortina se esconde él o ella. Cristina piensa que esto ha posibilitado que cada vez sean músicas más mujeres. Mozart in the jungle: sex, drugs and classical music es el libro de Blair Tindal, oboísta de la New York Philharmonic, en el que se basa la serie Mozart in the jungle. Aunque el guion sea regulero y la historia cargada de clichés, sirve para hacerse una idea del gran infierno que puede llegar a convertirse tener que dar el Do de pecho en cada concierto. La presión que reciben los músicos para ser extraordinarios hace que algunos padezcan serios problemas de estrés. La AEOS organizó un congreso sobre la prevención de enfermedades: los problemas auditivos, muscuesqueléticos, neurológicos y de ansiedad son un denominador común.

La financiación de las bandas es pública, pertenecen a patronatos de sus ciudades o a consejerías de cultura. Así que los gestores en ocasiones, además de mediar entre músicos, tienen que lidiar con políticos. Como excepción está la Orquesta Sinfónica del Vallés, que es la única organizada empresarialmente como una sociedad anónima en la que los trabajadores son los propietarios. La Orquesta suele tocar en el Palau de la Música, he ahí la foto inicial. Además de una gran familia de artistas, tienen una fundación social en la que, a base de proyectos culturales, trabajan con colectivos como internos en centros penitenciarios o niños en riego de exclusión social. Más allá de la música, por ella, se llega a todas las personas. Además de estar orgullosos del carácter social de la institución, pueden presumir de tocar como ángeles y con hacernos sentir estrellitas con este flashmob.

No descuiden mirar el número de reproducciones, por favor.

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