Entrevista con Cristina Pineda, editora de Tres hermanas

 

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Hace apenas un año publicábamos en el número 3 de FRIDA, la revista feminista de La tribu, una entrevista con Cristina Pineda, directora editorial del sello Tres hermanas y editora en Sílex. Hoy, cuando se cumple un año del lanzamiento del nuevo sello, recuperamos el texto aquí:

 

Me gustaría que me contaras algo de tu biografía. ¿Cuál ha sido tu formación? ¿Cuáles fueron tus primeros trabajos? ¿Cómo empezaste en el mundo editorial? ¿Qué te atrajo de la edición?

Estudié Filología Inglesa en la Universidad Complutense de Madrid y posteriormente estudié Literatura Comparada en Copenhague donde escribí mi tesina: Flooding Sterile Lands en la que establecía un nexo literario entre Emily Brontë y Karen Blixen. Después empecé a trabajar como traductora de catálogos de arte para el IVAM, ALDEASA, el Museo de Arte Reina Sofía, TF, el Thyssen, el Prado… Decidí intentar el salto del frelanceo a una supuesta estabilidad económica y me recomendaron estudiar el máster de edición de Santillana por la Universidad de Salamanca. Las prácticas las realicé en Sílex por ser una reconocida editorial de arte y ensayo. Además había oído por otros compañeros que era un lugar donde te trataban bien y respetaban tu trabajo…

Compaginé las prácticas con mis clases de inglés, mis traducciones de recetas, coordinación de libros, redacción de cartelas…

De mis primeros trabajos, el más querido y del que atesoro el recuerdo más bonito es como asistente de edición del catálogo de Macke para el Thyssen. No se me ha borrado el caballito azul de mi cabeza. Empecé en la edición siguiendo la tradición familiar, ya que mi madre era jefa de publicaciones en el Museo Reina Sofía (lo que me abrió alguna puerta y me cerró casi todas), mi bisabuelo había sido impresor y librero… Mi casa siempre estuvo llena de libros y de mi infancia recuerdo a mi madre editando libros a cualquier hora entre cenas y baños (fuimos cuatro hermanos). Supuse que esto de la edición era el Santo Grial. No sé si da la felicidad, pero sí muchas satisfacciones. Lo que me atrajo de la edición fue que, a pesar de tenerte “presa” las 24 horas del día con elucubraciones, valoraciones, riesgos, búsquedas y demás diligencias; este es un trabajo que te permite estar en contacto con lo que más me gusta aparte de ser madre: los libros.

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Algún recuerdo de infancia relacionado con la lectura o la literatura. Háblame de tus libros favoritos y de esos que te han marcado desde pequeña y has seguido leyendo durante años.

De mi infancia recuerdo cuando mi madre nos llevaba a las librerías a mi hermana melliza y a mí. Había dos que eran sus favoritas por aquel entonces: la Lorca y la Alberti. La Lorca estaba en nuestro barrio, Saconia, y allí nos perdíamos entre libros… Recuerdo al librero aconsejarle a mi madre miles de libros que compraba y que mi tía abuela guardó para sus tataranietos. Gracias a ellas, mis hijos han disfrutado de maravillosas ediciones de La Galera y Bruguera, entre otras. De un pop-up que era una casa de muñecas y que yo utilizaba para inventarme historias. Yo no recuerdo a mi madre leyéndonos cuentos, la recuerdo comprándonos libros. La censura se cebó con la Lorca y mi madre nos dijo: “no os preocupéis; siempre nos quedará la Alberti”. Ya entonces decía eso de que triunfa el que resiste.

Mis libros favoritos… ¿son los que he revisitado unas cuántas veces? ¿Aquellos que no me canso de leer? Puedo recitarte de memoria pasajes enteros de Del tiempo y el río, de Thomas Wolfe en su edición de Mondadori; de Cumbres Borrascosas, que tanto placeres me ha dado y espero me dé en el futuro; de La Regenta, de Ana Karenina. ¿Puedes creerte que mi profesora de Lengua me hizo sonrojar un día en medio de la clase porque se burló de que estuviera leyendo un clásico? Esto sucedió en COU, ya no era tan jovencita… luego me vengué de su comentario cuando proyectó en clase La insoportable levedad del ser y aparecía la bellísima Juliette Binoche con su ejemplar de Ana Karenina. No me cansaré de leer a Chéjov, en esas ediciones tan cuidadas de Páginas de Espuma, Alba editorial o antes en Alianza; tampoco de leer poesía. Ah, eso jamás. Mi infancia, no; pero mi adolescencia fue posible gracias a Cernuda, a Aleixandre, Lorca. Y qué vueltas da la vida que mi primer trabajo fue cuidando de Isabel Lorca, la hermana de Federico, ya en sus últimos años de vejez. Le preparaba la cena: unas lonchas de queso o jamón, una toronja, como ella decía, y luego la tomábamos en unas bandejitas en el salón, rodeada de libros donde compartía conmigo recuerdos de Louisiana, en Dinamarca, donde se encuentra uno de los mejores museos de arte moderno del mundo, en la isla de Zelanda. Me estoy dando cuenta de que salto de un recuerdo a otro sin piedad. Voy a parar que al final te escribo un libro (¡ah! Mi verdadera vocación frustrada. Mi madre siempre me decía, como periodista de formación que era: “Si no logras escribir libros, sé periodista”. Yo, como no sé escribir, soy editora. Los editores somos las muletas de todo escritor, o el andamiaje, incluso la lona protectora que los cubre y les protege de todo polvo, lodo y mal.

Un último recuerdo de la infancia: mi tío Pascual departiendo con mi madre sobre libros, únicamente libros y política. Yo quería ser tan inteligente como ellos para tener conversaciones de altura parecidas a las suyas porque eran las únicas personas que me rodeaban que parecían no aburrirse. Eran unos verdaderos apasionados de la Historia y de los libros. Mi tío murió de cáncer de pulmón. Al final de sus días, cuando le iba a ver al hospital, hablábamos de viajes y de literatura. Eso iluminaba sus pupilas dolientes y muertas. Las letras son la luz.

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¿Cómo ves el panorama editorial español? ¿Cómo valorar el esfuerzo de las editoriales independientes? ¿Cuál es el papel del editor hoy en día?

Soy por naturaleza pesimista. Si algo es gris, yo lo veo negro. A lo mejor es una pose, qué sé yo. Lo veo negro porque veo cómo enseñan en las escuelas a leer… Los maestros, tan desencantados (te hablo de la escuela pública, que después de todo es la única que defiendo), se apoyan en libros en los que los textos son todavía más cursis de lo que pueda serlo yo. No se enseña a leer obligando a los padres a comprar libros con lecturas infames de ranas y ardillitas. Las instituciones tendrían que comprar libros, fomentar la lectura con textos reales, dictados. No insistir tanto en que un joven lea. Ya lo hará cuando descubra que el mal de amores sólo se cura con un buen poema o sumergido en una historia donde las penas son de otros.

El esfuerzo de las editoriales independientes es enorme. Hoy lo hablaba con otro pequeño editor (que para mí es muy grande), tenemos que hacer unas inversiones de escándalo, dejarnos la piel y los réditos de otros libros en la promoción de los futuros. Como queremos calidad, trabajamos sin descanso, de sol a sol. Y ocuparnos no sólo de la gestión interna sino de la que externalizamos. Hay que estar ahí, en las librerías, a pie de calle. Eso exige un esfuerzo sobrehumano porque te obliga a renunciar a parte de tu vida privada. O conviertes esas horas en ocio o de crecimiento personal o te conviertes en un hombre gris. Un amigo de otro amigo, consultor y productor de televisión, me comentaba de su ilusión por publicar novela gráfica. Sin embargo, cuando se enteró de que, aparte de pagar a tu distribuidor, debes patearte las calles sin descanso y cuidar al librero personalmente, había declinado en sus deseos. Pero es así. Y funciona. Bueno, esto de crear sinergias o estrechar lazos, después de todo, es bonito. Estas, y no otras, son las verdaderas redes sociales. Aunque te exijan lo imposible.

Hoy en día, como preguntas, el papel del editor es el del “titiritero” de Serrat. De pueblo en pueblo, mostrando sus libros. Somos también un poco lazarillos, ayudamos a otros a leer buenos textos procurándoles ediciones cuidadas, buscamos el papel que mejor descanse, la encuadernación más adecuada, la tipografía que transmite claramente lo que deseamos comunicar en pos de esa tan ansiada legibilidad, para que el lector disfrute de una lectura fácil y plácida. Y belleza. Todos los editores buscamos, aparte de textos de calidad (y nosotros que lo hagamos posible con nuestro saber hacer), la belleza. Que nuestro libro brille entre los demás en las mesas de novedades. Que nuestros lomos sean sinuosos y atractivos, ya sean redondos o cuadrados. Que nuestro logo se vea desde el mismísimo umbral de la librería. El lector debería sentirse poseedor de un tesoro con alguno de nuestros libros en las estanterías de sus casas. Si no se siente elegido con esa lectura, que le proporcione una información desconocida, una visión nueva de las cosas, habremos fracasado un poquito como editores.

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Sílex ha sido tradicionalmente una editorial de ensayo académico e histórico, ¿por qué ese giro? Háblame de Sílex y sus nuevos sellos y colecciones. Cuéntame más sobre “Tres hermanas” (cómo nació, previsión de publicaciones por año, títulos…) ¿Qué crees que puede aportar al ya de por sí saturado mercado editorial español?

Sílex nació hace cuarenta y cuatro años aproximadamente. Fundó la editorial el padre del actual director, Ramiro Domínguez. Descubrió un nicho en este país. Antes que editor había sido fotógrafo, hasta que se dio cuenta de que no había libritos que publicaran textos de expertos o eruditos hablando de las obras de arte impresas. Y ahí se labró su futuro. Fue un verdadero visionario. Los primeros libros que se vendieron en el Museo del Prado los hizo él. Al principio sólo publicó arte y ensayo hasta que Ramiro decidió divulgar la historia. Sílex tiene varias colecciones, algunas más académicas que otras que nos han dado mucho prestigio. De repente, hemos descubierto que hay escritores jóvenes, con una formación excelente que escriben maravillas y, además, saben comunicarlas. Jóvenes doctores que pueden ayudarnos a sacar al ensayo del lugar dónde está. Lo importante es saber escribir. La historia se puede escribir desde las emociones, como hace Manuel Astur en su ensayo emocional, tal y como él subtitula su libro, o desde la necesidad de plasmar el fruto de largas investigaciones, como hizo Ana Isabel Carrasco Manchado con su análisis de los discursos políticos de Isabel I de Castilla.

Hace dos años, el historiador José Luis Ibáñez Salas creó la colección de “Biografías” y sacamos al mercado una de John Lennon firmada por Jesús Ordovás. El año pasado sacamos la colección «Mundos Posibles», una divina herejía que invitaba al lector a un diálogo entre dos obras distintas, y la colección “Reginae et Reges”, con biografías de reyes y reinas en la que nos adentramos en algo más que en sus perfiles históricos. También intentamos adueñarnos de su alma. Este año ha sido el turno de “Cuentahílos”, dirigida por Marina Sanmartín, que se estrena con Seré un anciano hermoso en un gran país, de Manuel Astur. Después llegarán otras dos: una dedicada al papel de la mujer desde otro prisma, nuevos enfoques que abandonan los ya presumibles. Ya estamos en el siglo XXI no lo olvidemos. Esta colección llevará el nombre de “La loca del desván” y escribirán autoras de la talla de Michelle Roche, Carmen G. de la Cueva o Giulia Quaggio. Y, por último, la colección “Dialéctica”, que dirigirá Antonio Elías, doctor en Teoría de la Literatura y Literatura comparada por la Universidad de Granada. Una colección que revisará viejos conceptos y los traerá al frente.

Luego están los sellos. Primero nació Silonia, en marzo, de libro infantil. Y ahora, Tres Hermanas, de literatura. Silonia ya ha echado a andar por sí sola. Empezó con los libritos de Illustration School, de la ilustradora Sachiko Umoto para enseñar a los niños (y a los padres, maestros… ) a dibujar y continuó con dos obras impresas en tintas planas de la artista Dahlov Ipcar. Verdaderas obras de arte que nos trasladan a nuestra niñez; hemos recuperado la edición de los años sesenta, tan fecunda y maravillosa. La ha hecho posible Joana Carro, que es una maga de la edición y la búsqueda de títulos.

 

Tres Hermanas es mi sueño. Antes no tenía cabida, pero desde que somos un grupo y que el árbol ha crecido y le han salido ramas y hasta flores… Ramiro cerró una etapa y abrió otra, escuchó nuestros lamentos y plegarias y nos dejó hacer. Tres Hermanas todavía no tiene andadura, pero la iniciará el 9 de diciembre en Tipos Infames con la presentación del sello y de su primer título Alicia en el País de las Maravillas. Quería publicar un cuento para adultos, hacerme eco del 150 de un personaje emblemático de la literatura anglosajona. Un libro ilustrado por la neoyorkina Andrea D’Aquino con un formato único y con los lomos en color y estampados. Todo un lujo. Estoy más que contenta. En Barcelona presentamos el día 12 en la Casa Usher. Y nos amadrinará Cristina Fernández Cubas, reina del cuento y de las letras. Ahora solo nos queda seguir. Para el año que viene tenemos previsto sacar Cumbres Borrascosas, ilustrada por Fernando Vicente. Nuevos tiempos, nuevos lenguajes. También publicamos en marzo la novela inacabada del único premio Nobel que han tenido las letras australianas. Y aportamos nuestro granito de arena a las letras españolas con Estefanía González, poeta, que domina la lengua castellana como nadie y que accedió a nuestros ruegos para publicar con nosotros su primera novela.

El escenario editorial está saturado, somos muchas las editoriales que queremos publicar literatura de calidad. Yo no quiero competir con nadie, aunque tenga como ejemplo algunas editoriales a las que me gustaría parecerme. Sólo quiero poder vivir de esto, de publicar buenos libros que siempre he querido leer y de la forma en que lo hubiera deseado. Sólo espero no defraudar al director de Sílex y que Tres Hermanas, sello pequeñito, sea de calidad y responda a nuestros desvelos y a la ilusión y dinero invertidos. De momento, se trata de editar bien textos de calidad, cuatro o cinco títulos como mucho. De rodearnos de un buen elenco de autores y traductores. Vamos a contar con Andrés Barba y Carmen Cáceres, con Amelia Pérez de Villar, Raquel Vicedo, Olivia de Miguel… Desde aquí le lanzamos el anzuelo a Pilar Adón y a Ernesto Calabuig. Queremos editar libros para que los lectores, una vez más, se sientan escogidos. Ojalá lo consigamos.

Nuestra imagen corporativa es de Sara Morante, preciosa, y el logo, de Tipos Móviles. De momento, salimos con paso firme y con una ilusión del tamaño de un oso de Yellowstone. El nombre del sello surgió por ese halo de las tres hermanas en la literatura. Lo rescatamos de la obra de Chéjov, y también de las hermanas Brontë, tan pródigas en las letras, de las tres hermanas Liddell, de las tres hermanas que somos nosotras, mis hermanas y yo. Una hermana escribe, otra lee y otra busca, explora. Así somos también en la editorial, siempre hay una trinidad de por medio, no siempre santísima, pero en el número tres está la suerte y la magia. No hay que olvidar que era uno de los números favoritos de Borges.

 

 

¿Cómo es trabajar en Sílex? ¿Cuántas personas formáis el equipo y qué tareas tenéis cada una? ¿Cómo es el proceso desde que tenéis la idea de editar un libro u os llega un manuscrito hasta que lo vemos en la mesa de novedades? ¿Qué relación tenéis con los autores?

Trabajar en Sílex es fácil. Somos un equipo de tres personas, no más. Recién se ha incorporado Marina Sanmartín. El director gerente es el que dispone, escucha y se ocupa, sobre todo, de las colecciones tradicionales de la editorial, las que le han hecho resistir durante veinte años. Luego está la directora literaria de Silonia y yo, como directora literaria de Tres Hermanas. La primera también se encarga de la gestión editorial y yo de la edición de Sílex. Ahora ha entrado en el equipo Marina, en el departamento de Prensa y edición de Tres Hermanas y Sílex. Somos abejas obreras, hormiguitas, compañeras y nos ayudamos las unas a las otras.

Nos llega un manuscrito: lo valoramos. Si es académico, transmitimos nuestras dudas o buscamos amparo en el comité de pares para que avale la calidad del texto. Si es literario, nos reservamos nosotros el criterio. Después llega el proceso de lectura, edición, maquetación, postproducción…

Los desvelos económicos son para el director. Es una tarea muy ingrata. Casi siempre dice que sí, pero también tiene que decir que no: él es quien arriesga su capital. A veces piensa que debería haberse dedicado a vender tornillos, pero ha hecho de la edición su forma de vida. Le apasiona tanto que no podría dedicarse a otra cosa. Hizo de una empresa familiar un lugar para la ensoñación.

 

¿Cuáles son tus títulos preferidos, esos por los que has peleado para que se publicasen?

Hay tantos. Ahora voy en busca de los siguientes. En Sílex estoy orgullosa de haber publicado El Occidente bárbaro, de Wallace Haddrill y Ricardo Corazón de León, de John Gillingham, aunque no son hallazgos estrictamente míos.

Nosotros creímos en Ana Isabel Carrasco, en Francisco de Paula Cañas, en Óscar Villarroel, en Colette Bowie, especialista en las hermanas Plantagenet, las hijas de Leonor de Aquitania.

¿Mi título favorito? Las Mitford: correspondencia entre las seis hermanas (título provisional). Desde que cayera en mis manos el libro de Circe quise publicar esta correspondencia. Era uno de mis libros de cabecera. Ellas son fascinantes. Sus cartas, todavía más.

Esta es la clásica pregunta sobre papel vs. digital. ¿Cómo os enfrentáis en Sílex al mundo de los ebooks? ¿Cómo os relacionáis con las nuevas tecnologías (blogs, webs, redes sociales)? ¿Qué importancia le dais?

Contamos con varias plataformas que distribuyen nuestros libros en formato pdf e epub, pero privilegiamos el papel; esto es un hecho. Sabemos que el libro digital tiene su cuota de mercado y se lleva parte del pastel, pero de momento la gran inversión la hacemos en el libro impreso. On verrà.

Como todo enemigo, queremos tenerlo cerca, así que le dedicamos mucho tiempo a las nuevas tecnologías y redes sociales, blogs. Pero no podemos volvernos locos: nuestro negocio saldrá adelante solamente con trabajo, disciplina, constancia y buen hacer. Eso sí, la labor en prensa es sumamente importante. Necesitamos visibilidad y presencia en los medios para ser competitivos. Ahora Marina ha creado “Los viernes de Sílex”: invitamos a un periodista y a un escritor o editor. Ramiro, gran cocinero, aparte de editor, se saca un plato de la manga y aprovechamos para hablar de literatura, historia, libros y cómo mejor venderlos.

¿Crees que se editan las suficientes autoras? ¿Qué autoras según tu punto de vista deberíamos estar reivindicando? ¿Os llegan más textos de hombres o de mujeres? ¿Por qué crees que se editan menor mujeres?

Deberíamos reivindicar a todas las que tuvieron que escribir bajo pseudónimo. Y a las actuales. Parece que ser escritora viene acompañado de cierto desprestigio, como de autora de best seller solamente. Bueno, y a quién no le gustaría rescatar a Corín Tellado (cuento revelador donde los haya de Gabriela Wiener). Tendría las cuentas bien saneadas. De momento, en literatura, nos llegan manuscritos de uno u otro género por igual. En Historia, ganan los textos de hombres. Aunque vamos a conseguir darle un vuelco a la tradición.

Personalmente, creo que se editan menos mujeres por desconocimiento, y porque pensamos que los mejores escritores, el talento, lo tienen los hombres. Pregúntale a cualquiera quién ha sido el mejor autor vivo o muerto y pocos te darán el nombre de una mujer. Cuando pensé en el nombre de Tres Hermanas para el sello de literatura sabía que muchos creerían que se trataría sólo de literatura para mujeres. O que quiero emular a Lumen. Ojalá yo fuera Silvia Querini.

Tres hermanas ediciones, creación de Sara Morante.

  Tres hermanas ediciones, creación de Sara Morante.

 

¿Cómo es la conciliación familiar? ¿Cómo es ser editora y madre? ¿Qué dificultades te has encontrado por el camino?

 

Ah, gran pregunta. De momento, la llevo gracias a mi madre, que decidió ayudarme financiando las tareas de una nanny… ella que trabajó toda su vida, sabía mejor que nadie que una mujer necesita otras manos para llevar una casa y compaginar las faenas domésticas con la profesión. En España no se concilia porque los horarios están hechos para alejarnos de la familia. Como si fuera un mal querer ser padre. O aburrido, o propio de personas sin ambición. En Sílex siempre han sido muy indulgentes y nos han dejado a todos ser padres y madres y hasta abuelos. Antes, tuve compañeros que entraban a trabajar a las siete de la madrugada. Yo empiezo mi jornada a las ocho normalmente para poder estar con mis hijos, y antes de tener a mis hijos para seguir formándome o tener vida después de los libros. Lo bueno de las tecnologías, y lo malo, es que se puede trabajar desde casa. A mis hijos me los llevo a las librerías.

De todas maneras, ahora que voy a tener a mi tercer hijo, va a ser difícil porque un lactante no es lo mismo que un niño de siete años que se viste solo… ¡aunque también se hace esguinces practicando deporte y te dificulta las rutinas! Durante unos meses no podré conciliar el sueño, pero el trabajo, intentaré que sí. Tengo todavía latente el recuerdo del nacimiento de mi hija. Era una recién nacida y nada durmiente y, aun así, me encargué de la gestión y edición de varios libros. Con un niño de apenas un año que también reclamaba toda la atención. Es una locura, pero nada que no hayan hecho otras mujeres antes que yo. No soporto la excusa de muchas madres trabajadoras para eludir su trabajo escudándose en su estado.

Ahora cuento con el respaldo del director y de mis compañeras. Estamos en permanente contacto. Los dispositivos de lectura me ayudarán a seguir con mis prospecciones. Y si no, yo sé delegar. Lo mejor es saberse rodeado de personas competentes y leales que van a estar ahí, apoyándome durante unos meses. Ya les tocará a ellas. A mí me queda poco tiempo de fertilidad, jaja.

¿Cómo ves a la mujer en el mundo editorial? ¿Crees que le interesa el poder?

Nos interesa el poder como a cualquiera, pero no tenemos esa ambición desmedida o esa ansia de dominar un ámbito. Tenemos más celo de nuestra labor, somos prestidigitadoras y algo diosas porque sabemos y podemos estar en todas partes: en el trabajo, en el hogar. La edición es una profesión en la que las mujeres siempre han destacado: en España hay editoras imprescindibles, como la Querini o fueron en su día Beatriz o Esther Tusquets. Por no hablar de mujeres relacionadas indirectamente con la edición, como la Balcells o académicas de la lengua, como Carme Riera (hago un inciso para recordar su discurso de ingreso en la Academia. Madre del amor hermoso, qué delicia para el oído y las entrañas). El poder… quién no quiere triunfar en lo suyo. Quién no quiere recabar el reconocimiento de los de su profesión. Ganar dinero… si hubiera querido ganar dinero, habría sido ladrón de guante blanco, estafador o banquero. En mi caso, sólo pienso en hacer las cosas bien. Creo que hay muchas editoras detrás de cada sello que piensan como yo. Se dedican en cuerpo y alma a sostener aquello en lo que creen.

 

Si pudieras elegir cualquier libro, cualquiera, que te gustaría editar ahora mismo, ¿cuál sería?

Ya lo voy a editar: la correspondencia de las hermanas Mitford. Me habría encantado ser la primera en publicar a Karen Blixen en España. Y ahora mismo editaría los diarios completos de Virginia Woolf. Todos los volúmenes; uno detrás de otro. Los otros títulos me los reservo. Guardamos muchas sorpresas.

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Esta entrevista se recupera apenas un mes después de que la correspondencia de las hermanas Mitford esté ya publicada.

Cuéntame cualquier cosa que te apetezca contar y no te haya preguntado…

Que también me encanta la frivolidad. Me ayudan a “deflactar”, como dice una de mis mejores amigas, economista. Y las cosas sencillas. El olor del mar, a madera, a pinos. Un paseo matutino en Altafulla o vespertino en Cádiz. Una caña y una tortillita de camarones. Si la culpa de Tres Hermanas la tiene mi formación y mi educación, la de este tercer hijo mío la tiene una tortillita de camarones.

Haznos una selección con diez libros que ames como lectora:

  1. Ada o el ardor de Vladimir Nabokov
  2. Del tiempo y el río de Thomas Wolfe
  3. Siete casas vacías de Samantha Schweblin
  4. El mapa y el territorio de Michel Houellebecq
  5. El Quijote de Miguel de Cervantes
  6. Tiempo de vida de Marcos Giralt Torrente
  7. Retrato de una dama de Henry James
  8. La señora Dalloway de Virginia Woolf
  9. Las horas de Michael Cunningham
  10. Memorias de África de Isak Dinesen

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