Josué Calderón, San Cristóbal, 1993.
Apuntes desde el Eretz
1
Dioses
vednos pequeños como nuestras grandes manos
con el pecho helado de una cueva
y si tenéis manos, acariciad nuestro cabello
dadnos de nuevo el fuego
pero uno diferente
que brote con el choque de un abrazo.
2
Hombres
las palabras nos quebraron los dedos
y este dolor cubre las llagas desde los pies
hasta la bestia del corazón verdadero,
han disfrutado de tierras largas y hermosas,
pero belleza, qué tan real eres cuando no abres los ojos.
3
Tu boca no está hecha para maravillarse de una noche sin estrellas.
Tus ojos se orbitan rápidamente donde el magma estalla la máquina que ama.
Te has quedado sola, hasta despertar, donde la luz quema.
4
Amigos, tengan fuerzas,
nuestras manos están suaves,
aún no hemos gritado nuestro nacimiento
dentro de este gran vientre llamado cielo.
5
La poesía ha sido el himno,
la unión de los amigos,
el verdadero dolor detrás de sus palabras,
siempre tristes, siempre trasnochados,
elevados en las noches
e iluminados en las calles por los faroles encendidos,
pues parece que lo único que nos ha traído es oscuridad en vez de alegría.
Es un castigo al Alma, una forma de amar a la belleza que apenas tenemos y
que se aleja cada vez más en cada poema,
en cada respiro atrayente de vida
en la alegría fulminante,
en el pesimismo siempre altivo
que anda y camina
escabulléndose hacia calles oscuras,
representación de nuestro corazón.
Nuestra intención en principio fue creer en el hombre,
en la humanidad que nos separa
y en los abrazos que nos unen.
Cuando niños los ojos nos aleteaban como una mariposa
eran nubes donde los dioses descansaban
y aunque habláramos la lengua caía al piso
por la magnética imposibilidad de representarlos en el lenguaje.
Así los labios se nos fueron cerrando fuertes como un puño
de victoria, derrota y silencio.
Ya de grandes conocimos la poesía
y un poco de nosotros mismos en el otro
para buscar en la cima
lo que únicamente era bello.
La miseria no fue castigo
pero sí
lo fue la lucha contra ella.
Lo fueron aquellos rezos de años atrás
cuando creíamos que el espíritu divino
llevaba el único deseo
de que la vida no se escondiera en un sueño.
Sueños con ojos cerrados, mudos
dirigidos al dolor, a levantarse y cepillar los dientes
y olvidarlo
aquellos recuerdos no nos pertenecen
aquellas licitudes nos duelen
y nos es imposible escribirlas.
Eso nos unió y unirá a todas las generaciones de poetas de cada era
como las palabras de fuego quemarán la oscuridad
para comprender la luz, así me decía un amigo
creyendo y alejándose a cada instante de la verdad en la cima de ella.
El único estilo de vida de aquellos viejos amigos
que aún me acompañan
es el dolor, el amor, y la esperanza.
Fernando y Jesús, eternos borrachos de los bares más alegres
Cristian, chileno, no estés atrapado en la misericordia de tu cuerpo
Latinoamérica está en los cabellos de los andes
Sasha, eterna enamorada de la sinceridad de un corazón
amigos esta fiesta está en la cima de la guerra
Diego, te deseo el cielo para que te sientas libre
Manuel, ya quiero que tu Liam nos acompañe y me pida la bendición,
Roberto, no estés triste pues tu cuerpo es viento
y aquellas personas que he conocido les agradezco haber estado conmigo
Romero, la primera cerveza con la mano izquierda no fue la última
Devia, pinta paraísos azules en tus ojos
Omar, definitivamente la salvación está en el amor
y esta es nuestra forma de amar.
De este modo les pido perdón por callar
pero el tiempo siempre juega las suyas
cuando uno lo ve desaparecer.
6
Entre cervezas, grandes caminatas y muchas personas
juegos, risas y algunas tristezas
algunas tuyas y otras nuestras
entre la incertidumbre mía de lo real
y entre la tuya que fantaseaba por otros mundos
y la mía que me hundía al fondo de la tierra
has aparecido floreciendo como una estrella en el cosmos
alumbrando el oscuro espacio de mis manos
para hundirte también como los tesoros de la humanidad
en el océano.
7
El dolor está oculto en las arenas,
cada grano fue una lágrima que se ha secado.
Por eso, la soledad se parece a un desierto/ con la esperanza de un oasis
para que calme tanta pena.
La maravilla del desierto no está en su extensión, sino en su silencio
y su cansancio.
Clared Navarro, Valencia, 1992.
Poco sé de mí:
sé el nombre que me dieron mis padres
y el que me he dado yo
con el tiempo
Sé de mi talla
que llenó un vientre
y llenará la tierra
más tarde
Estuve con los hombres
y nada mío conseguí entre sus manos
Conocí su vida y su trabajo
anduve sus caminos
pero poco de mí estuvo entre ellos
su paso fue distinto al mío
Esto es todo lo que sé.
*
Dijo el hombre:
Padre
estoy solo
duelo en la oscuridad
de todo lo hermoso
desde donde envejezco
Tengo dos ojos
dos piernas
dos brazos
y una sola boca
sin beso
todavía
Concédeme una igual
Señor
no quiero necesitar
nunca más
esta costilla
Y Dios oyó la plegaria
Nació la primera Mujer.
Y la mujer dijo:
Hágase la luz
MI LUZ.
Fernando Vanegas, San Cristóbal, 1993.
Tonada oceánica
Hay quienes olvidan cómo fue que enloquecieron,
hay quienes olvidaron ya por qué hablan de la distancia
con la mirada perdida,
quienes olvidaron ya dónde nació la derrota.
Lo cierto es que nosotros estamos enloquecidos por la poesía,
o al menos eso creemos cuando el horizonte nos sugiere
que también el viento se equivoca.
Quizá lo que nos enloquece es la vida, o la noche, o el amor.
Quizá no sabemos caminar de otra forma sin parecer que nos
caemos.
Quizá, después de todo, lo que nos enloqueció fue el primer poema.
El primer poema me dijo que la vida mancha,
que el cansancio no desaparece ni la soledad se rinde.
El primer poema me trajo hasta esta noche
donde la pasión es frágil y se quiebra.
El primer poema me dijo que siguiera adelante
y le contara a mis amigos de la tristeza,
que atravesara todos los corazones, todas las distancias,
todos los amaneceres que nos han visto marcharnos
y fuera capaz de regresar sin recordar nada.
El primer poema me habló del dolor y la belleza.
Me habló de mi herida.
Mi herida es el tiempo que pasa.
Mi herida es la mirada de los que ya no.
Mi herida es el cielo que tantas veces
me ha despreciado por hablar de él.
Mi herida son los adioses dichos a la ligera.
Mi herida es una mujer triste.
Mi herida es mi alegría cuando estoy solo.
Mi alegría son mis tristezas si las comparto con mis amigos,
y la fiesta que no acaba, la música, la canción, el baile, el viento,
los labios que tiemblan cuando leen que aún es posible alguna
eternidad.
Mi herida es la belleza que guarda esta despedida.
¿Acaso no sabías que nos estábamos yendo?
¿Acaso no oyes? ¿Acaso no estás?
¿Acaso no son esos tus ojos?
¿Acaso no me miras mientras digo que estoy muerto?
Mi herida es el vaivén
que propone el piso cuando acaba el último trago.
Entienda quien me mira y sonríe, no se preocupe,
si tropiezo y caigo no es por borracho, es que así se mueve el mar.
El primer poema me dijo que aquí ya fueron posibles todas las
desdichas.
El primer poema me preguntó qué sabía yo del dolor,
yo sé de pérdidas, le dije,
aún tengo en la memoria lo que alguna vez quise escribir.
Me sé la dulce posibilidad que esconden
las esperas en una ciudad extraña.
Sé del dolor, he perdido más poemas que mujeres,
y sin embargo las que se fueron
todavía duelen.
Sé del dolor, mis amigos lloran y aún me pregunto por qué.
Sé del dolor, mi voz no es más que ruido.
Sé del dolor, y el pasado sabe de mí.
Sé del dolor, y no hay ninguna noche
donde pueda perderme sin llevarlo conmigo.
El primer poema burbujea en el fondo de una cerveza
y me acompaña cuando camino, y me dice escribe,
escribe y verás dónde acaba esta alegría.
Escribe, escribe y sabrás por qué
están lejos los ojos que un día casi te tocan.
Escribe, por favor, cuéntame de ti, de lo que has dicho
cuando alguien te pregunta a dónde vas,
de lo que has dicho mientras despacio te pierdes en las esquinas.
Escribe, escribe, escribe otra vez, cabrón, ¿qué más te queda?
Mi herida es mi corazón y mi corazón no existe.
Mi herida es una historia que algún día un amigo escuchará sin
ganas,
una tonada con olor a sal y a océano,
un vestido largo lleno de estrellas azul celeste.
Mi herida es la herida de muchos antes de mí.
Mi herida es la mancha etílica, solitaria y desbaratada
de la fiesta que llevo por dentro.
Mi herida, siempre mía, me espera allá afuera
y quiere venganza, quiere verme desaparecer en medio de las luces y la pista. Quiere irse conmigo.
Mi herida es una mentira, un engaño de cometas y girasoles,
es la ternura de todo lo que veo.
Ay, si tan solo durara un poco más esta canción,
lo musical que tiene la risa de mis amigos,
lo que creo ver cuando escribo que estoy cerca de tocar el cielo.
Ay, una noche casi me lleva la marea.
Ay, si todo este lamento no fuera sólo una palabra
que se enfría en lo pálido del papel.
Mi herida nunca será el mar.
Mi herida es el canto de quien cree,
es la canción de quien repite lleno de miedo
que este no es último poema que me cortará la voz
entre canciones y risas.
No es el último poema.
No es el último poema.
No es el último poema.
No es el último, no, no es.
Mi herida es una habitación oscura
donde alguien todavía se pregunta por el olvido.
Mi herida es una lágrima tras otra.
Mi herida es el futuro,
es lo que deseamos antes y en este instante ya está perdido.
Mi herida es la derrota de la madrugada
cuando sale el sol y nos muestra el camino a casa.
Es la confusión de sentir que aún podemos escapar.
Es no saber si es verdad que los árboles me miran cuando grito.
Es la brisa que pasa y nos lleva lejos, inmensamente lejos,
dejando atrás tanto de nosotros que ya no sabemos
qué nos queda por extrañar.
Mi herida es esta ansiedad de aventura golpe y viaje
que tengo en las manos desde hace años.
Mi herida es una idea brillante que iré perdiendo
entre las calles y las sombras de esta noche que apenas comienza.
Mi herida, nuestra herida, la herida amarga y sonriente
que nos recibe a todos cuando la memoria se niega a dejarnos en
paz.
Mi herida, nuestra herida, la herida,
siempre será el primer poema.
El primer poema que se fue conmigo, que murió conmigo
El primer poema, el único,
el que dijo antes de irse que al final no queda nadie.
Leonardo González-Alcalá, Caracas, 1987.
El país de los muertos
Soy ciudadano de un país donde habitan los muertos
camino por las calles
y doy los buenos días
sin mirar a los ojos
todos somos tristemente anónimos
corro el riesgo de que una vez terminada la guerra
me haya acostumbrado
las fronteras permanecen cerradas
*
Segundo mandamiento
Agradezco los puestos vacíos del teatro
el aplauso a destiempo
y el ensayo inconcluso
los dones que descubrimos demasiado tarde
el llanto sin grieta
infértil
de cualquier minuto de junio
las veces que volvió en sueños
para verte deshecho
para decir lo mismo
ególatra como la lluvia
señor
gracias por
las rodillas que todo niño insistió en romper
la silueta humillante que trazó una mano sosteniendo la medalla
para colocarla en otro cuello que no era el nuestro:
aprendí a aplaudir triturándome los dientes
la mandíbula volvió a ser animal
y exigió sangre
agradezco las primeras fiebres y el perdido sudor
juro que estaba escrito
Abel habría vuelto para dejar de ser un resto inocente
*
Sexto mandamiento
Febrero es de las mujeres con llanto
en los pasillos de una facultad donde se enseña la justicia
señorita
tenga la castidad de no vestir
como si el cuerpo buscase convencer
no distraiga el conocimiento de ese profesor
que es una institución y sin embargo no da los buenos días
cuídese de todo aquel que la obligue a reunirse en su oficina
no cierre nunca la puerta
huya cuando este le pregunte con una sonrisa
¿me tienes miedo?
no cierre nunca la puerta
aunque esta sea una universidad católica
y si en sus manos llega a temblar una hoja de examen con números rojos
no olvide lo que escuchó la cama puede cambiarlo todo
piénselo
para qué alzar la queja
para qué alzarla a los oídos de una facultad que solo tiene bocas
que gritan
libertad y derechos humanos
abajo la dictadura
solo bocas
nunca oídos
no lo olvide
los derechos humanos están primero
siga dando los buenos días aunque la institución responda
el mutuo disentimiento
la subrogación del término
– Buen día, quisiera hablar con el director de la facultad
– Un momento
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
minutos
– El director de la facultad no se encuentra
Sí, este febrero es de las mujeres
que pueblan los pasillos de una facultad donde se enseña la justicia
y de los profesores que vienen armados a esta universidad
católica
católica
qué adjetivo más esdrújulo y extraño
y los profesores armados se quejan
porque la dictadura quiere llamarnos popular
y no católica
habrá que salir
gritar nuevamente libertad
derechos humanos
abajo la dictadura
esto no es lo que usted pensaba
es una universidad católica