Poemas de Ana Pérez Cañamares

Ana Pérez Cañamares, en la librería A PIe de Página. Ricardo Otazo.

 

Ana Pérez Cañamares, en la librería A PIe de Página. Ricardo Otazo.

Ana Pérez Cañamares, en la librería A PIe de Página. Ricardo Otazo.

 

 

Para Isabel B.

yo montado sobre mí mismo cazando

con perros-yo a un yo que huye

Yehuda Amijai

Si un día me convirtiera en asesina

¿cuál de todas habría matado?

¿A quién buscarían?

¿Sobre quién recaería la culpa?

 

Quizá sobre la madre que espera

entre otras madres, y se pregunta

si es igual a todas ellas.

 

O sobre la que dice buenos días

en el ascensor del trabajo

y cuando no le responden

blasfema entre dientes.

 

¿Sería culpable la que camina

sola, y busca momentos

en los que no haya disfraces?

 

O puede que la que de tanto

miedo, odia los balcones

en los que se ve luz.

 

La que ríe y contemporiza.

La mujer que no sabe planchar

y encuentra cada libro en su sitio.

 

Aquélla que se duerme preguntándose

qué ropa llevará mañana

y viste de negro a veces

por los muertos que no mata.

 

Hasta ese día, en que quizá

la muerta será una de ellas.

O cualquier otro.

Y se preguntará con qué

rostro entregarse

a su yo policía.

 

(De Alfabeto de cicatrices)

 

*

 

Si un día me oyes
-después de una noche
en la que he resultado ser
encantadora:
de esas mujeres que beben
y se ponen graciosas
contando anécdotas
de bares y ácidos y viajes
y camas y cabrones
con el pelo despeinado
para mejor
y el carmín corrido
como si viniera
de morrearme en el baño
con el tío más guapo
del garito-
si un día
después de una de estas noches
en las que ejerzo
de encantadora de serpientes
al despedirme
me oyes decir
que sólo soy un fraude
compadéceme:
los adictos a los aplausos
también necesitamos testigos
cuando nos quitamos
el maquillaje.

 

(De Alfabeto de cicatrices)

 

*

 

Levanto sospechas en la oficina

porque trabajo con la cabeza en otra parte

levanto sospechas entre mis amigos

porque desaparezco y callo durante días

levanto sospechas ante mi hija

porque en vez de hermanos o perros

sólo traigo a casa libros

 

sospechas ante mí misma porque mi independencia

se resquebraja cuando la tristeza da un golpe de estado

 

por eso me esmero cuando escribo:

aquí no quiero que me deseen otra

 

(De Alfabeto de cicatrices)

 

*

 

Pocos saben que tengo otra hermana.

El azar nos separó al nacer.

Yo mamaba la leche de mi madre

mientras ella se secaba al sol.

Cuando perforaron mis orejas

ella recibió la ablación del clítoris.

Follé con hombres y sufrí por todos;

a manos de uno solo se quebró ella.

Me separé, lloré, abandoné mis sueños.

Ella murió unas cuantas veces

bajo piedras, ácido, sida y malaria.

Su cuerpo se deshizo y se recompuso.

En una o dos ocasiones fue feliz de morir.

Mi hija creció; mi hermana murió en el parto.

Años después parió una niña y se la quitaron.

Yo veo mi cuerpo envejecer; ella no tiene espejo.

Me pongo cremas antiarrugas

pero toda ella es un surco.

Yo hago listas de lo que le duele:

pero ella es la que administra su dolor.

 

(De Las sumas y los restos)

 

*

 

para Cristina Morano

 

Las gatas buscan atalayas

desde las que contemplar el mundo.

 

Ellas dormitan sabiéndose a salvo;

yo me amurallo tras un libro.

 

Dice el poeta Rigo que la última

coraza es la lealtad.

 

Las hembras nos comprendemos:

el mundo es un peligro a nuestra disposición.

 

(De Las sumas y los restos)

 

*

 

Mi educación:

no desees nada demasiado

no te vanaglories ante nadie

-mucho menos de ser feliz-

no sueñes sueños imposibles

-tampoco sueñes la posibilidad-

no rías demasiado alto

no enfades a los dioses

  • no creas en ellos ni en sus premios

aunque estarán ahí para castigarte-

no llores delante de los otros

  • la tristeza es otra forma de ser presuntuoso-

no te aferres pero no te sueltes del todo del pasado

no te emborraches sin sufrir por la resaca

no te menosprecies

esperando compasión

no luches

todo está perdido desde siempre.

 

Y ahora sal al mundo, sostente, sé un ejemplo.

 

(De Las sumas y los restos)

 

*

 

Ganáis habéis ganado

este día en que la derrota me apartó del amigo

no nos reímos juntos

de vuestra desnudez sin trazas de infancia

mi cena fue el esparto de las voces

que dictan estribillos sin música

a mi presente lo cambié por vuestra actualidad

cuando miré a mi hombre vi la belleza

desmembrada del esclavo

preparé el lunes como un entierro

me amortajé para el trabajo sin sudor ni fruto

con engaños saqué a mi hija del incierto bosque

y allí justo donde comienza la senda

que dibuja la costumbre trasegada

justo allí la sacrifiqué.

 

Habéis ganado ganasteis

hoy me tragué vuestro futuro

como un jarabe malo.

 

(De Economía de guerra)

 

*

 

Me arranco las bragas

negras de la tristeza.

Las dejo al pie de la cama

como un perro roto.

Ya se compondrá después

cuando haya que disfrazarse

para la alegría o la nada.

 

(De Economía de guerra)

 

*

 

Mientras todos acuden a la cafetería,

en el lavabo llora un funcionario

Isabel Pérez Montalbán

 

Para Daniel Macías y Mar Herrera

 

No soy esta que veis palidecer

bajo el fémur tibio del fluorescente.

Tampoco la mujer que oye dar las tres

como el gong del martillo absolutorio

o la bala de un fusil encasquillado.

Ni la que escribe frases sin amor

y firma igual que quien mata una mosca.

 

Ocupo mi silla antes de que el sol

me bendiga la frente con un beso

y salgo a la calle infiel y huérfana.

Toso el virus de la resignación

cuando el mar es un rumor clandestino

y los lirios burlas del carcelero.

 

Soy quien sueña llegar a la vejez

para dejarse adoptar por gallinas

y vivir en la luz de las mañanas

que ahora abandono en la casa de empeños.

 

(De Economía de guerra)

 

*

 

Este país ya no tiene cortinas.

 

Nos miramos a los ojos, cara a cara.

Como si folláramos o nos retáramos.

 

Él conoce mis errores.

Pero yo sé cuándo miente.

 

(De Economía de guerra)

 

*

 

Seguir amando cuando el mundo

conocido se derrumba, es

querer conservar la ventana

incluso en la casa sin techo.

 

(De Economía de guerra)

 

*

 

Abro la mirada hasta la profundidad del pozo

que se traga mi nombre que engulle

la multitud de las dos de la mañana

veo muy bien su deriva de barcos

su desorientación de delfines

nadando desesperadamente

al filo del fin del mundo

adivino la impaciencia del durmiente

con la casa amueblada de voces

las jóvenes van vestidas

para los funerales de su infancia

y ese chico que pasa en bicicleta

con los músculos a punto del guepardo

pedalea hacia la colcha que colorea su cansancio

la calle hierve y nadie me ve

siempre vivimos todos

un poco anclados en un lunes

un poco con el ritmo roto

de guijarros arrancados al lecho

venís hacia mí pequeños planetas

ternuras torpes de tatuajes y pintalabios

y yo no puedo daros más que mi mirada

romperos el currículum

abrazaros la biografías

nada de lamer manos

nada de soltar mordiscos

soy un perro por fin indiferente

soy un dios con dolor de pies

soy el nadie al que no adeudais nada

soy el espejo discreto

del bar al que vais los vampiros.

 

(Inédito)

 

*

 

Ahora que no tanto del café

o del Oporto como de la luz

se derrama la dulzura;

ahora que puedo respirar

porque con las piedras

que expulsaron mis pulmones

construí mi casa;

ahora que aprecio el silencio

cuando lo rompe el rumor

de tu vida en la habitación

donde tejes mantas

que sólo a mí incuban;

ahora puedo mirar atrás

y ver el pasado con tristeza:

los bombardeos bienintencionados

la crueldad por impotencia

o por aburrimiento

los cadáveres necesarios;

y aprecio y cobijo esta tristeza

no porque el presente brille más

por contraste con su azul oscuro

sino porque me presta pliegues

hidrata recovevos

me da una lejanía de águila

más humana que yo.

 

(Inédito)

 

*

 

Aunque yo lo olvide todo

que mi palabra no olvide

pelear por su utilidad:

 

como cuando mi madre

poco antes de morir

agarró mi brazo

y me dijo al oído:

“de una casa sin alegría

hay que salir corriendo.”

 

No sé si recordaba que yo era su hija.

No sé si sabía su propio nombre.

Por eso sus palabras

eran la Palabra de Dios.

 

(Inédito)

*

 

Para Amaia

Envidio a las parejas de viajeros viejos

con sus grises uniformes

de soldados de la Comodidad.

No temen romperse la cadera

lejos de su Centro de Salud.

Se sonrojan frente a los camareros

que les ofrecen jeroglíficos para comer.

Son capaces de dormir en camas extrañas

bajo constelaciones tan ignotas como el menú.

Aferrados a sus botellas de agua mineral

como hace tiempo agarraron las manos de sus padres.

Un cuadro, un jardín o un palacio

bien les valen el sudor, la diarrea

o la amenaza de una insolación.

Están solos frente a la belleza

como niños frente a un columpio muy alto

con el pasado y el futuro en pausa.

Quizá sueñan con que el avión de vuelta

caiga sobre el mar o las montañas

para no volver al miedo, a la rutina

o a la posibilidad de una vejez sin compañía.

Y la muerte sería la habitación de otro hotel

cuya ventana mirarían desde la cama

para adivinar si será el sol o la lluvia

quien escolte su apacible curiosidad.

 

(Inédito)

 

*

 

Existe una corriente que no se nombra:

no hay palabras para dar a luz el agua.

Por qué vía arribar al envés

donde nos levanta lo invisible.

 

No te conté nunca de aquella ocasión

en que te vi tan bello que no pensaba

en sexo, sino en ángeles.

Más tarde quise follarte como quien

recoge flores silvestres, pero no me atreví.

Desnuda de nosotros preparé el desayuno.

 

Una noche oí llorar a un niño

y deseé ser Herodes, y después

una madre piadosa que cocinara el cansancio.

La distancia ahogó el llanto.

 

Y no le digo a nadie de este deseo loco

que no sé si es de vida o de muerte

o de una inmortalidad que me atraviesa

la garganta como una espina de pescado.

Como si un barco me esperara

como si mi corazón fuera una bomba

como si un perro gimiera por mí

o el mar que no respiro supiera la respuesta.

 

Da miedo saber que sabéis de lo que no hablo.

Da miedo saber que hay tanta fiesta

en la que bailamos solos al compás

de una música que nadie toca lejos.

 

Bajo el mar los icebergs son palacios

con salones del tamaño de mazmorras.

Nos decimos, nos besamos, comemos y somos

en la superficie donde casi nada pasa.

Y cuando nos sacude un maremoto

apenas recordamos que el destino

del palacio era hundirse y arrastrar

la paz de la piel en su parábola.

 

Sólo mostramos el índice:

el resto del libro está escrito con agua y sal.

Siempre estamos todos en otro sitio.

 

(Inédito)

 

*

 

Habito un internado

donde soy la institutriz

y la niña abandonada.

Bebo del deber.

Sobre un calendario duermo.

Trago el pan de la obligación

y transcribo las frases de otros.

Hasta que apareces tú, como

las puertas abiertas del patio.

No suenan campanas

no gimen los relojes

los segundos se suceden

con la cadencia de olas.

Este es tu trabajo: construir recreos.

Después del juego, dejas a mis pies

las flores anónimas de la infancia.

 

(Inédito)

 

*

Para Marta Navarro

 

Lluvia, llévate donde no los sienta

el humo acre de los puros obesos

la peste de los establos sin luz

las grietas como surcos de los codos

la rabia virulenta y contagiosa

que nunca sabrá explicar su razón.

 

A cambio, lluvia, tráenos por favor

el llanto de rostros sin compostura

el temblor de los lirios en el aire

los cuerpos que bailan bajo la ropa

la alegría infantil de los gorriones

que tienen en los charcos sus espejos.

 

Y tráenos lluvia una y otra vez

el recuerdo pulido y renovado

de todo lo que es y fue presente.

 

*

 

Sólo la poesía me redime.

Y la poesía es el agua

que me da un desconocido

como en una parábola.

Son los libros, pacientes

en una sala de espera

que curarán

al que se creyó médico.

La frontera del beso

que no eres tú

pero en el que tú te das.

La poesía es la flor del cactus.

Son mis ojos abriéndose al día

cuando me trae tu presencia

que vuelve ella misma y otra

como un baile de olas.

El abismo al que los números

se asoman conteniendo el vértigo.

Esto que comienza cuando acaba

el poema y que no es el poema

pero el poema precipitó.

La poesía es el amor

que carga los insultos

a quienes la niegan.

Y más cosas que me callo

a medias por pudor

a medias por torpeza

para que la poesía empiece

ahora.

 

(Inédito)


Ana Pérez Cañamares (1968) nació en Santa Cruz de Tenerife y vive en Madrid. Ha participado en numerosas antologías de relato y poesía. Entre otras: Por favor sea breve; Beatitud. Visiones de la Beat Generation; Al otro lado del espejo. Narrando contracorriente; Resaca/Hank Over. Un homenaje a Charles Bukowski;  23 Pandoras. Poesía alternativa española; La manera de recogerse el pelo. Generación Bloguer; Tiros libres. Relatos de baloncesto, o En legítima defensa. Poetas en tiempos de crisis.

Ha publicado el libro de relatos En días idénticos a nubes y los poemarios La alambrada de mi boca, , Alfabeto de cicatrices (todos ellos en Baile del Sol), Entre paréntesis. Casi cien haikus (La Baragaña), Las sumas y los restos (Devenir. Premio Blas de Otero-Villa de Bilbao 2012) y Economía de guerra (Lupercalia). Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, griego, polaco, croata y portugués.

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