Un poema de Nikky Finney

 

 

Terciopelo Rojo

 

(para Rosa Parks, 1913 – 2005)

 

       La gente siempre dice que no cedí mi asiento porque estaba cansada, pero no es cierto. No estaba cansada físicamente, o no más cansada de lo que solía estar al final de una jornada laboral. No – lo único que estaba – era cansada de rendirme.

                                                – Rosa Parks

 

i

Montgomery, Alabama, 1955

El marco: una caja rodante con ruedas.

Los actores: Mr. Joe Singleton, Rev. Scott,

Miss Louise Bennett, Mrs Rosa Parks,

Jaboc & Junie (gemelos fraternales, catorce años)

 

El juego: Paga tu Cabeza India al conductor,

luego bájate del autobús.

Luego, camina hasta la puerta al final del autobús.

(Luego, aprieta repetir durante cincuenta años)

 

A veces, el conductor se iba,

antes de que el cliente que había pagado

pudiese llegar a la única puerta abierta.

 

Harta de autobuses yéndose – sin ellos –

justo en el momento que alzaba su pie, rozando, el escalón metálico:

 

No era una niña. Estaba en los cuarenta.

Una costurera. Una mujer fiel a

las cosas hechas a mano.

 

Había crecido en un lugar:

donde sólo la gente blanca tenía poder,

donde sólo la gente blanca pasaba los buenos trabajos

a otra gente blanca,

donde sólo la gente blanca prestaba dinero

a otra gente blanca,

donde sólo la gente blanca era considerada humana

por otra gente blanca,

donde sólo los hijos de la gente blanca tenían libros

nuevos el primer día de colegio,

donde sólo la gente blanca podía conducir a la tienda

a medianoche a por leche

(sin tener que mirar por el retrovisor).

 

 

ii

Una costurera trae tela e hilo, cuellos & dobladillos,

ojales, todo junto. Es alguien que sabe manejarse

con el terciopelo.

 

Arqueándose sobre un río de tela tantea su decisión,

pero no corta, no hasta que los alfileres estén en su sitio,

marcándolo todo; luego, todo confluirá.

 

Nueve meses después, 1 de diciembre, 1955, Claudette

Colvin, quince años, es arrestada por quedarse sentada; antes de eso,

Mary Louise Smith. El tiempo de actuar, sujetado por dos alfileres.

 

 

iii

La costurera de Montgomery espera y espera al

autobús en la Avenida Cleveland. Se sube,

fila cinco. La fila cinco es la primera fila de la sección

de Color. El conductor, que intentó dejarla aquel día,

la había dejado doce años antes. Pero doce años

antes ella tenía sólo veintiocho años, todavía una cría para

el duro trabajo de la resistencia.

 

A los cuarenta y dos has ensamblado & cosido muchas cosas

en la Alabama segregada. Has oído

“chica negrata” más veces de las que puedes hilvanar

tus modales y calmarte. Has olido al miedo cortar a través

del aire como el hierro sulfúrico de las fábricas de papel. Los pantalones,

camisas y calcetines que has zurcido a la perfección, rutinariamente,

caminan perfectos, rutinariamente, a tu lado. (Buenas. Qué hay.)

Aquellos moviéndose por ahí tan cómodos en tu ropa bien hecha,

bien cosida, escupen rutinariamente, fallan por poco tu manga

perfectamente planchada.

 

A los cuarenta y dos, tus preferencias son claras, tus costuras están inter-

conectadas, tu paciencia con los imbéciles, tan fina como una navaja.

 

A los cuarenta y dos, tu corazón pesa de esclavitud, de linchamientos,

y de lecciones para ser “buena”. Has escuchado

7884 sermones de domingo sobre como Dios hizo a cada

mujer a su imagen. Puedes pensar mucho con

un dedal en tu pulgar. Has cogido los bajos de

8230 faldas para amables y bienintencionadas mujeres blancas

en Montgomery. Has soltado el dobladillo de

18809 pantalones para chicos blancos en la edad de crecer. Te has

pinchado el dedo 45203 veces. Has callado para siempre.

 

 

iv

1 de diciembre, 1955: no te habías dado cuenta de quién

conducía el autobús. No hasta que te subiste. Luego

te acordarías, “lo único que quería era llegar a casa.”

El conductor, que te dejó tirada cuando tenías

veintiocho, no volverá a tener el placer

de dejarte tirada otra vez. Cuando

te pide que te muevas cruzas tus pies a la altura del tobillo.

 

Bueno – tendré que pedir que te arresten.

 

Y tú, tú con tus cuarenta y dos años, con tus

21199 cremalleras perfectas, tú con tu preciosa

nación de costuras perfectas desfilando todas en su sitio, por

todo Montgomery, Alabama, en las espaldas &

cinturas de negros & blancos por igual, le respondes,

 

Bueno – adelante puedes hacerlo.

 

Te arrestan un jueves. Esa noche en

Montgomery, Dr King lidera un canto, “Llega

un momento en que la gente simplemente se cansa.” (No

estaba totalmente en lo cierto, pero era un King.) Te pidió

que te levantases para que tu gente pudiese verte. Te

levantaste. ¡Veritas! No hablas. La indeleble

tinta azul todavía en tu pulgar diciendo, ¡Basta!

Piensas en las cualidades del terciopelo: fuerza

& flexibilidad. Con qué poder sujeta el hilo y

no lo deja escapar. Te abrazas a tu bolso,

las luces azules trazan tu pulgar, resplandeciendo

en el auditorio oscuro.

 

El lunes en los juzgados, el rocío

sudando en la hierba, caminas por la acera

en un vestido negro con mangas largas, tu cuello blanco

y puños perfectos alzándote,

almidonados en el aire de Alabama. Un esbelto sombrero

de terciopelo negro, un abrigo gris, guantes blancos. Sujetas tu

bolso cerca: todo lo valioso se guarda cerca

de la barriga, igual que habías visto hacer a tu propia madre.

Estás prístina. Puntillosa. Excepcional.

Una costurera. Toda tú recogida y

en tu sitio. Una chica en la multitud, enseñada

a no gritar, gritos, “¡Oh! ¡Se ve tan dulce! ¡Oh!

Esta vez se han metido con la persona equivocada.”

 

No puedes seguir metiéndote con una preciosa

mujer negra que sabe manejarse con el terciopelo.

Una mujer que puede coger el algodón y la gabardina,

la sirsaca y la seda, tapices circulares y lana

cocida colgando para las cortinas de la casa,

milimétricamente. A una mujer hecha de todo esto no se

la debe subestimar nunca, nunca se le debe pedir que se mueva

a la parte de atrás de nada, jamás se la debe arrestar.

 

Una mujer que cree que es digna de todas

las cosas posibles. Piadad. Gracia. Bondad. Tanto si

lo crees o no, no ha venido a la Tierra para tocar

Ring Around Your Rosie en tu circo

ambulante de transporte público.

 

Una mujer que entiende la forma de la simplicidad,

que viste un brazalete circular de alfileres ahí,

en la pequeña curva de su muñeca, una mujer

sagaz y en su sitio que tiene la ayuda de todas las cosas, afilada cual aguja,

plateada, dedicada, eléctrica, puede atraer las telas y a otros

hacia ella, por las pequeñas aberturas que ella y otros

antes han hecho.

 

Pueden meterse

con una mujer atada, demasiadas veces ya.

 

Con alfileres balanceándose en las esquinas

de su labios levemente abiertos, esperando a marcar

la puntada, sus dedos hilvanando,

girando en la riostra rojo sangre,

a través de sus dientes apretados levemente

te dirá, sin mirar nunca

hacia ti,

 

Usted haga lo que tenga que hacer &

Yo haré lo mismo.

 

De Head Off & Split, 2011

 

 

Nikky Finney nació en Carolina del Sur. Hija de activistas, en la Universidad de Talladega comenzó a entender al poderosa sinergia entre Arte e Historia. Ha publicado cuatro libros de poesía: Head Off & Split (2011) por el que recibió el National Book Award, The World Is Round (2003), Rice (1995) y On Wings Made of Gauze (1985). Es profesor de literatura en la Universidad de Carolina del Sur. Es fundadora de los Affrilachian Poets. Web: http://nikkyfinney.net/index.html

Ángel Talián nació en Madrid. Es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. Ha publicado la plaquette El último verano (Vitolas del Anaïs, 2008). Obtuvo la mención especial de los premios Federico García Lorca 2009 con el libro de cuentos With or wihout you (Point de Lunettes, 2010). Fue ganador de ‘La voz + joven’ de la Obra Social Caja Madrid 2011. Su último libro, La vida, panorámica (Rialp, 2013) obtuvo un accésit del Premio Adonáis 2012. Dirige el proyecto Los versos más míos.

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