A finales del año pasado, nacía Libros de la Libélula Nómada, una nueva editorial de poesía que estrena su catálogo con una antología de la poeta afrocubana Georgina Herrera (1936). La selección, hecha por la autora, viene precedida de un prólogo de Aída Elizabeth Falcón Montes, experta en su obra, que da las coordenadas de la antología: cuerpo, identidad negra, maternidad y diálogo con los márgenes de la historia oficial cubana de la segunda mitad del siglo pasado. Además de escoger poemas de cada uno de sus libros, la poeta ofrece también varios inéditos en libro.
El empeño de Georgina Herrera es el de quien expresa en sus poemas el proceso de todas las conciencias, y lo hace con una voz personalísima en la poesía cubana en la que la línea sencilla, los colores, sabores y olores, la naturaleza y el ritmo componen un espacio vívido para el desarrollo de los temas. Estas conciencias se expresan en una voz que es plural, que es voces, que desde el re-conocimiento de sí mira hacia las mujeres negras en un arco temporal de África al hoy, con unas cuantas revoluciones a cuestas. La de tomar la voz y contarse fuera de todo discurso que oprime en la violencia explícita o en el estándar del discurso igualitario que rehúye los problemas es, sin duda, la más importante.
Escribe Georgina Herrera desde su piel negra, con su historia a cuestas, con su pobreza a cuestas; desde un cuerpo que rechaza las categorías impuestas y explora espacios del afecto y la ternura desde una aguda conciencia feminista. La maternidad es física, va hacia el pasado propio pero también hacia el presente, y es a la vez escritural. La poesía de Herrera funda, desde la pluralidad, la voz y la imagen de las mujeres negras de Cuba lejos de los prismas y tópicos coloniales mantenidos todavía hoy, además de indagar en las relaciones madre-hija y asentar la reflexión y la construcción poética desde la autoconciencia.
El amor, como hilo de vida que puntea esa mirada que da título al libro, es a veces familiar, otras sexual, en ocasiones contemplación plena de la naturaleza. Del pueblo pequeño, la niña curiosa que escribió radionovelas para vivir en La Habana y luchar contra su ausencia representativa en la cultura de la revolución, no pierde de vista lo que sucede alrededor: ojos abiertos a la vida, en realidad, ojos que reconocen desde el propio ejercicio de narrarse, de darse voz. Una desheredada no espera que grácilmente le sea concedido el lugar, hace valer e inscribe, genealógica, su experiencia y su canto. La monografía recientemente publicada por Falcón Montes lleva por título dos versos de la propia Herrera elocuentes en este sentido: “vencida a veces, / nunca prisionera”. Y siempre, añado, en la batalla.
Estos ojos de mirarlo todo de Georgina Herrera (Libros de la Libélula Nómada, 2016)
Selección de poemas
Y SIEMPRE ES HOY
Así, de pronto, supe que
tengo una garza herida en las dos alas
dentro del corazón.
Con sus dos alas rotas
no puede alzarse, pero vive.
Me es útil. Añora el agua. Por ella
a veces lloro largo rato, a ver si cree
que tiene cerca el mar.
No le he visto el color, pero la siento
de un leve gris. Le canto
para que duerma y nunca
duerme recordándome cosas.
Con sus plumas me susurra:
“Hoy es día de amar
y siempre es hoy”.
Otras veces me dice
que un búho huérfano y enfermo
aconseja a los hombres
que besan sin amor a las muchachas.
De GH (1962)
MAMI
El día es propicio
para salvar distancias.
Hasta las nuestras.
Por eso te llamo
con un apodo familiar y antiguo.
Puede
Empezar ya en ti el asombro desde
el sitio en que estás por estas
cosas que vas a oír.
¿Cómo pudo existir tan grande espacio
entre las dos? ¿Cómo
vivimos tantos años sin que nada
fuese a ambas común?
Ahora
es que puedo entender. Y te agradezco
el desamor, la angustia,
el desamparo. Y
la total ausencia de esa sustancia
elemental que me hace
vivir sin nadie, en medio
de mil manos, deseando
una mano que impida
mi perenne caída inevitable.
De Gentes y cosas (1974)
EPITAFIO EN LA TUMBA DE MARÍA
¿Qué hizo de ti la voluntad del hombre?
¿A qué mínimo polvo te redujo
negándote el derecho
a concebir por obra y gracia
del arrebato y la ternura,
siempre
naciendo de la mujer
como sus propios hijos?
De Granos de sol y luna (1978)
SOBRE EL POETA, EL AMOR, LA POESÍA
Los poetas
hacemos democracia con la intimidad.
Quitamos falsos techos,
abrimos las ventanas,
descorremos
cerrojos fabulosos…
Surge así el poema,
nuestro modo
de hacer saber hasta qué punto hicimos grandes
a momentos, a seres tan pequeños.
De Gustadas sensaciones (1996)
SEGUNDA VEZ ANTE UN ESPEJO
Hoy es mi cuerpo,
al cabo de los años.
Desnuda.
Algo como de escarcha cierra los cauces
de mi piel. Busco
lo que pueda ampararla; rápida
cruzo ante el espejo
como la misma luz en tiempo
que de tan breve no podrá medirse.
Pero queda clavado entre mis ojos
el retrato de lo que soy.
Me asusto, ya después, me acepto.
Intacto
está en mi cuerpo un tiempo
de lejano esplendor.
Donde hubo gloria
nada estará vencido, y, siendo así,
mis manos se concilian
con lo que palpan, cuando
lo toco agradecida.
Reconozco
del vientre ancho, movedizo,
el sitio de todos los milagros del amor.
Siempre
el amor, mandando, recibiendo
códigos para mí sola. Era
entonces mi vientre
sustancia sideral enloquecida,
cera, barro, mármol diluido
en fuego de aguas
para moldear planetas.
Sobre él soplaron
bocas como vientos
y fue encrespada polvareda,
pétalo temblando y sin destino.
Y mis pechos así, tranquilos, casi
humildes, sin oficio.
Mis hacendosos pechos de hace tiempo,
trasladando lo mismo
la blanca miel del alimento
que siendo música al tensarse como cuerdas.
Pechos panal para la miel de aquellas
indefensas boquitas ávidas,
pechos abejas aguijoneando
en un vuelo fatal inevitable…
pechos, vientre, cuerpo sin rostro.
Cuerpo. Así trunco es un paisaje
crepuscular, nocturno, amaneciendo. Siempre
paisaje
que va y regresa,
que termina y comienza donde
ha buscado refugio el obstinado,
el que era entonces tambor, batiendo,
convocándose a guerras que inventaba.
Sí, el corazón que pide paz ahora.
ORIKI PARA LAS NEGRAS VIEJAS DE ANTES
En los velorios
o a la hora en que el sueño era ese manto
que tapaba los ojos,
ellas eran como libros fabulosos abiertos
en doradas páginas.
Las negras viejas, pico
de misteriosos pájaros,
contando
como en cantos lo que antes
había llegado a sus oídos.
Éramos, sin saberlo, dueñas
de toda la verdad oculta
en lo más profundo de la tierra.
Pero nosotras, las que ahora
debíamos ser ellas, fuimos
contestonas,
no supimos oír, tomamos
cursos de Filosofía,
no creímos.
Habíamos nacido demasiado cerca
de otro siglo. Solo
aprendimos a preguntarlo todo
y, al final, estamos sin respuestas.
Ahora en la cocina, el patio,
en cualquier sitio, alguien,
estoy segura, espera
que contemos lo que debimos aprender.
Permanecemos silenciosas,
parecemos tristes
cotorras mudas.
No supimos
apoderarnos de la magia de contar
sencillamente
porque nuestros oídos se cerraron,
quedaron tercamente sordos
ante la gracia de oír.
De Gatos y liebres o Libro de las conciliaciones (2009).