Diario de unas células madre III

 

21-septiembre

 

Miércoles 21 de septiembre

 

Cuando te despierto, yo ya me he duchado y vestido. La guardería te cuesta unas mañanas de sueño. Enciendo la luz del pasillo y te abro la puerta. Veo cómo te remueves en la pantalla del aparato de vigilancia, pareces una culebra enfadada. Te voy llamando con algunos de los nombres cariñosos que te hemos puesto: pezolaguita, brujilda, chichín, bicho, micolondria…No te quieres despertar del todo. Me acerco a la cuna y te empiezo a acariciar. Te cojo y te acurrucas en mi cuello. Te doy la vitamina D y te pongo en el cambiador. Te ríes aunque todavía te cuesta abrir los ojos. Te los lavo con suero y te echo también en la nariz. Esto te molesta. Hoy no quieres el biberón, no es habitual. Creo que tienes todavía demasiado moco como para poder tragar de manera cómoda. Te meto en el carro y nos vamos. Vas tranquila durante todo el camino. Empiezas a llorar al entrar en la guardería. Se te llevan en brazos mientras lloras mirándome. No hablas, pero sé lo que quieres decirme. Mi madre cuenta que me enseñó a nadar con tres años. Ella casi se ahogó de pequeña y quería evitar el peligro. Me metía en la piscina mientras yo lloraba y le chillaba: ¡Mamá, que soy tu hija! ¡Socorro! Mi madre me intentaba calmar avergonzada. Yo sé que Carmela, al irse en esos brazos por el pasillo de la guardería, me estaba diciendo ese mismo socorro, ese mismo mamá, que soy tu hija.

 

He quedado a desayunar con el editor de mi último libro. Decir mi último libro es muy pretencioso cuando sólo has escrito dos. Nos ponemos al día. Me cuenta los libros que va a publicar de aquí a final de año. Le cuento mis novedades laborales. Le pregunto por su hija, que hoy cumple quince meses. Me pregunta por Carmela. Qué textos estás escribiendo, ahí hay un libro, me dice. Hoy también me ha escrito alguien que me sigue en redes para felicitarme por este diario y por lo que estoy escribiendo sobre la maternidad. Una escritora también me ha mandado un mensaje para decirme que le encantan mis textos. Y una librera, una librera me ha dicho que quiere recomendar el libro que salga de recopilar estos todos estos relatos. Se han puesto en contacto conmigo una escritora, una librera y un lector, casi un completo de la industria editorial. Ahora sólo tenemos que encontrar al editor que busque el libro que hay ahí, no sé en qué parte de estos textos. Me alegro de haberte visto, le digo a mi editor. Hasta pronto. Abrazo. Me acerco a la librería Antígona, recojo un par de libros que había encargado y me llevo alguno más. Carmela sale ganando. A ella le compro dos y le regalan uno por su cumpleaños. Comentamos lecturas, me anuncian presentaciones, nos reímos. Hasta otro día. Adiós. Me llega un mensaje de otra persona que tengo de amiga en Facebook, aunque no la conozco personalmente. Me dice que se le rompe el alma al leerme por todo lo que estoy sufriendo con la guardería de mi hija. Le agradezco su preocupación pero le intento eliminar esa carga. Le digo que una cosa es lo literal y otra lo literario. Yo no hago dramas, yo escribo. No me contesta. Llego a casa con el tiempo justo para ir al baño y salgo de nuevo para ir a buscar a Carmela. La saca en brazos su profesora, está tranquila y no llora al verme. Bien. Veo que va con la ropa de recambio que hay que dejar en la guardería por si hay urgencias. Parece que hoy ha habido una. Me dice que ha hecho cacas dos veces. En una de ellas se le ha salido por todo. Se ha portado bastante bien y que no ha acusado los cuatro días sin guardería. Me da la caja con los materiales del proyecto educativo. Sí, con un año ya tiene proyecto educativo. Las fichas de clase se las ha quedado ella y nosotros nos quedamos con algunas cosas que son para trabajar en casa. Fichas y trabajar y una niña que todavía no ha cumplido su primer año. Joder. La ropa sucia está en su mochila. Ahí también está la caja con el almuerzo y su agenda. La agenda es el sistema de comunicación entre la profesora y nosotros. Cada página viene con un hueco para poner la fecha y luego se divide en dos partes: de casa a la escuela y de la escuela a casa. Nosotros escribimos la primera parte y anotamos lo que nos parezca útil que sepan en la guardería. Yo hoy había escrito que Carmela tenía mocos pero ya no tenía fiebre y que si la veían floja, me llamaran para ir a buscarla. En la parte de la escuela a la guardería hay una tabla para rellenar con las tomas de alimento, otra para el descanso y otra para las deposiciones. También hay una parte en la que desarrollan lo que hacen en el día. Carmela, hoy, ha comido un poco de pan, ha hecho dos veces cacas, ha dormido una hora y ha pegado papelitos en la paloma que han hecho por ser el Día de la Paz. Esto último lo sé porque lo ha escrito su profesora en la agenda, porque está el recorte de la paloma entre las páginas de la agenda y porque Carmela lleva la cara llena de pegamento.

Después de todo lo bonito que me han dicho hoy de lo que te escribo, froto tu ropa llena de mierda. Limpio tu ropa y lavo mi ego, que ahora se queda mojado, arrugado, pequeño. Hago el bizcocho para llevar mañana a la guardería. Apunto en la agenda todos los ingredientes por si alguno de tus compañeros tiene alguna alergia o intolerancia. Es la hora de comer. Comes. Como. Jugamos. Coges un libro y empiezas a andar con él en las manos. Estos últimos días has hecho amagos de lanzarte y dabas algún paso sin un punto de apoyo. Pero hoy has andado de manera decidida durante varios pasos. Tú sola, sin agarrarte a mí ni sostenerte con nada. Has agarrado un libro y te has echado a andar. Todavía no has cumplido un año y ya sabes que los libros nos sujetan.

 

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