Diario de una madre sin hijo V

 

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Viernes, 30 de enero, 2015

Pueden reírse, o pueden incomodarse con este relato de la vida. No importa lo que hagan en la lectura, puesto que estoy protegida. Cuando una escribe, se expone, pero también se protege. Deberían saber, antes de reírse o incomodarse, que yo también reí y me incomodé viviendo lo que a ustedes muestro, y que aunque pueden juzgarme e incluso pueden olvidarse de Rita Albero, no olviden que aquí, en esta narración minuciosa, les guste o no, hay una persona —y es como ustedes. Seguiré con el relato. Es el deber que me he impuesto.

Esta noche ha hecho muchísimo viento: han caído árboles y ha habido destrozos en algunos pueblos. Por eso cuando me he levantado he salido al jardín para ver si alguna maceta se había roto. Pero no, el jardín estaba tal y como lo dejamos ayer. He trabajado un poco: más artículo, más lectura, más corrección de un artículo para el próximo número de la revista en la que el Señor Albero trabaja, he comprado en Book Cake el libro que me recomendó la mujer del club de lectura… y para cuando me he querido dar cuenta, ya era la hora de comer. Hoy es uno de esos días raros: después de pasar dos días como una pareja sin hijos, el Señor Albero y su esposa, es decir yo, volvemos a tener —y hasta el lunes— a Criatura. Digo que es un día raro porque cuando es día de cambio, me siento extraña como ustedes se sienten extraños en otras circunstancias —éstas son las mías.

Extrañeza primera por dejarla y no verla, después por volver a dejar nuestra independencia y organizar nuestra vida alrededor de la niña. Es difícil de expresar: la dejas de una manera, con unas costumbres, con unos horarios y hábitos, unas lecciones, una ropa que preparas la noche anterior… y vuelve distinta. No distinta, sigue siendo la misma niña, porque además Criatura sabe perfectamente adaptarse y no mezclar las dos casas, que, para información de ustedes, no se parecen en nada. Pero durante dos días no has intervenido, tú, Rita Albero, madre deshijada, no has intervenido en su vida, como si no existieras, roto el mínimo parentesco, y lo que está bien y está mal quizá ya ha cambiado de bando. Las cosas que son importantes para nosotros y que no detallaré para que no tengan ustedes demasiado acotada a nuestra Criatura, puede que no sean tan importantes para Madre, y con Madre ya saben ustedes que no me refiero a mamá, la mía, sino a la de Criatura. En adelante, no les especificaré más de quién se trata, porque tampoco es de mi agrado hacerlo. Cierro este inciso y vuelvo al relato de mi vida, que es el relato de una mujer que ha llegado tarde a su vida y su familia, y ha tenido que recoger los restos de una vida y una familia anterior que, aunque no le pertenecía, ahora es suya.

Las cosas importantes, como les decía a ustedes, puede que sean distintas en las casas. Es más, muchas veces hay contradicciones. Es difícil educar así. Podría decir que soy una madre separada sin hijo. Antes, las madrastras tomaban el mando, porque la madre había muerto. Ahora hay que hacer equilibrios y malabarismos. Hoy, cuando hemos ido a buscarla, inmediatamente ha preguntado qué haremos. No me —nos— gusta la pregunta, como si fuera obligatorio estar siempre haciendo algo, como si estar tranquilamente en casa fuera nada. Ese tipo de cosas podemos debatirlas, decirle que no siempre se puede, que también se tiene que aburrir, entretenerse en casa… pero puede que seamos sólo el Señor Albero y yo quienes pensemos así. Parte del trabajo que haces, puede no ser secundado y el aprendizaje pierde, sobre todo, en constancia. Hace unos días, sin ir más lejos, Criatura dijo que en casa de Madre perdía más cosas porque, claro, eran sólo dos personas para buscar, y aquí somos tres y lo encontramos todo más rápido. Le digo que, bueno, no se trata de personas buscando, sino de orden. Y entonces me dijo algo que me hizo pensar en lo responsables que debemos ser cuando hay una criatura cerca: son portadores de ideas, y todo lo que digas lo adoptarán como opinión suya sin haber reflexionado nada. Lo que dicen papá y mamá es la verdad, quienquiera que sea papá y quienquiera que sea mamá. Después eso cambiará, pero en la infancia es así. Me dijo que, claro, como yo trabajo en casa escribiendo, tengo más tiempo para limpiar la casa y ordenarla. Madre, en cambio, trabaja fuera. No puede con todo. Y yo le recuerdo, por si se le olvida a ella o a los demás, quizá se le olvida a Madre, que trabajar en casa no significa no trabajar. Al principio me alarmo, porque creo que en realidad lo que quiere decirme es que en casa es normal que limpie yo y no su padre. Pero el Señor Albero también trabaja en casa, así que no puede ser eso. Se lo recuerdo, le digo que papá también trabaja en casa, y sin embargo no llega a todas las cosas domésticas que debería hacer: eso significa que trabajar en casa puede ser incluso peor que hacerlo fuera, más agotador y, sobre todo, menos concreto: no se acaba nunca. Me dice que, bueno, el Señor Albero no está sólo escribiendo, una revista tiene más trabajo. Criatura, con sus pocos y a ustedes no desvelados años, apenas tiene noción del tiempo y el esfuerzo. A veces habla de cuando era pequeña o insiste en que un dibujo que ha hecho le ha costado mucho. Normalmente lo dice de dibujos que nos regala, para hacernos entender que es un regalo valioso, aunque en realidad le haya costado diez minutos hacerlo —diez minutos en la vida de Criatura pueden ser muchísimo o nada. Así que me extraña que sepa cuánto cuesta trabajar fuera, escribir una novela o dirigir una revista. Me retiré de la disputa porque todo apuntaba a que sería un Madre contra Rita Albero, y no me apetecía en absoluto, pero después me quedé intranquila. ¿Por qué Criatura iba a tener que valorar mejor un trabajo de resultado inmediato y a creer que por ser escritora tengo más tiempo para limpiar la casa y ordenar? No es eso lo que quiero para ella, desde luego —porque yo, pese a no ser su madre, también deseo cosas para ella. Sobre todo porque vive con una escritora, que soy yo, para servirles a ustedes.

Entendería que un niño de padres poco creativos pensara que el arte y la cultura es secundario y puede posponerse para limpiar y ordenar. Así que vuelvo a la carga: le explico que escribo un cuento a la semana en catalán, corrijo los artículos de la revista de papá, escribo para Jot Down, una columna en El Periódico, colaboraciones que no tengo previstas, leo para reseñar, traduzco la revista… y además escribo novelas. Pero no se me olvida hacer su cama, fregar los platos, barrer o poner una lavadora para que tenga la ropa limpia cuando la necesita. Me mira sin entender nada, porque ella sólo porta ideas, en eso no es distinta a otras criaturas. Al enumerar las cosas que hago, dice en voz baja: oh, vaya. Ahora, al menos, aunque siga sin la noción del tiempo y el esfuerzo, portará una idea mucho más justa. Le digo que a mí también me cuesta limpiar, que requiere de un sacrificio, que a mí también me apetece hacer otras cosas, que busco el tiempo para hacerlo, y dice que, vale, que lo ha entendido. Esta lección quizá desaparezca cuando salga por nuestra puerta y entre por otra —la de Madre. Y ahí es donde empezará nuestra responsabilidad como adultos y deberemos saber qué queremos que aprendan nuestras criaturas y qué herencias emocionales queremos descargar sobre ellos.

 

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He estado dos días sola con el Señor Albero y extrañamente me he sentido liberada, de la misma forma extraña en que me siento completa cuando está ella. Por la tarde, Criatura ha dibujado la portada de este diario, aunque a ustedes no puedo mostrar por decisión expresa de Madre, y ha estado haciéndome cariños mientras yo leía Léxico familiarLechuga familiar, según ella. Le pregunto qué hará hasta que vayamos a nadar y dice que mirarnos. Va del Señor Albero a mí interrumpiendo con preguntas o aportes. Me dice que igual que hicimos un dictado hace unos días juntas, un cuento que me inventé sobre la marcha, ha hecho uno con Madre. Cada vez que me dice que hace con Madre algo que hemos inventado nosotras, cosas de nuestro universo particular, siento como si me robaran algo. Pero Criatura lleva consigo, casa a casa, aquellas cosas que le gustan, de modo que no puedo hacer otra cosa que envolverme con el manto del vanidad.

A las siete nos vamos a la piscina. Hoy ha sido especialmente divertido porque hemos hecho actividades. Con un aro, la hacía lanzarse para que mejore su salto para tirarse de cabeza. Con una tabla, que llegara hasta el cono haciendo pies. Dice —eres como mi entrenadora. Deja pasar un segundo y añade —o como mi madre. Constantemente hace esa clase de comentarios. ¿Jugamos a que eres mi madre? Mira, esta gente que nos ve por la calle cree que eres mi madre, como vamos de la mano… ¿Te gustaría que yo fuera tu hija? ¿Me adoptarías? ¿Te puedo llamar mamá? Incluso se añade el Díaz tras sus dos apellidos y nos pide que le guardemos el secreto, que no se entere Madre. Y ésta es otra de esas ideas que en nuestra casa tienen una acogida distinta. Muchas veces hemos hablado de que somos familia, aunque no sea mi hija, aunque no tengamos lazos de sangre —a ustedes también os intento convencer. Al principio se sorprendía de que fuéramos familia, supongo que porque éramos los únicos que insistíamos en que lo creyera. Pero en el colegio han hablado de las familias, de distintos modelos, y creo que eso la ha acabado de convencer. A veces me pregunta si cuando sea grande se parecerá a mí, y el otro día, desde la cama, me dijo: Señora Albero, tú también puedes decirme «cariño». Se ha dado cuenta de que la llamo de muchas maneras cariñosas, pero nunca uso esa palabra —el Señor Albero, en cambio, es la que más usa. Cuando lo dijo, me autorizó para que la llamara cariño, como haría una madre. O una entrenadora.

2 Comments

  • Jenn Daz dice:

    Sonia, yo tambin temo el momento adolescente: t no eres mi madre. Y creo que haramos bien en prepararnos por si llega, porque es probable que llegue. Si se rebelarn contra sus padres, nosotras no seremos menos. Ya llegar despus el perdn. Supongo. Gracias por el mensaje lo mejor de este diario es la parte en que hablan otros.
    Un abrazo,
    Jenn

  • Sonia dice:

    Expresas exactamente lo que yo siento y no s expresar. Ese sentimiento de quererla como tuya sin serlo. Yo me planteo muchas veces cosas que no s si llegarn a pasar algn da, tanto buenas como no tan buenas. Pienso en si algn da me dir eso de "t no eres mi madre" qu har en ese momento? Pienso en el da de su boda, en si tendr hijos y ser "abuela sin nietos", en un milln de cosas que quiero compartir con ella y que no s si yo tendr mi lugar. Mi "Criatura" (por supuesto no se llama as), tiene 11 aos, la conozco desde que era un beb, la he cuidado cuando ha estado malita, le ha dado millones de besos, la he regaado si lo he tenido que hacer, le he comprado ropa, la he cuidado como si fuera ma, pero no lo es. Y ese sentimiento de cuando vuelve de estar con su madre notar que es "diferente", a da de hoy an lo siento. Entiendo a la perfeccin eso de "tu universo particular", es como si te quitaran lo poquito que t puedes tener… Mi "Criatura" tiene una hermana, hija ma y de su padre, y slo espero y deseo que en el futuro puedan contar la una con la otra, que se quieran y se respeten. Gracias Jenn por poner letras a mis sentimientos.

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