La primera vez que hablo del documental es para contar que ya no voy a hacerlo. Estamos echando tiempo en un banco al aire libre en la cafetería de la Autónoma de Barcelona. Juan Vico acaba de preguntarme si tengo algún proyecto. Se lo cuento y le digo que probablemente no lo haga. Me dice que sería interesante. Me anima más de lo que en ese momento se puede imginar.
Aunque todo viene de antes, de los baches. De todas esas pequeñas chinas en el zapato que no sé muy bien de dónde salen y por qué a mí me molestan tanto. Me dicen que tengo los pies muy sensibles, o el calzado es muy malo, pero yo no dejo de sentir que piso mal con tantas piedrecillas. Lo que en algún momento no tenía importancia empezaba a tenerla. ¿Por qué la crítica hacia la obra de poetas era tan feroz cuando las autoras eran mujeres? ¿Por qué tenía que escuchar que las había que pensaban que la poesía era un pase de modelos cuando aquellos comentarios no tenían ninguna base, más allá de que pudiera parecerles una poeta guapa el objeto de sus maledicencias? ¿Por qué no era así de habitual escuchar eso de poetas hombres? Y más aún, ¿por qué si había estudiado cinco años de filología hispánica, especializándome en literatura y cursando con interés las asignaturas de poesía contemporánea, no me sonaban de nada muchos nombres de mujeres de la generación del veintisiete? ¿Por qué estando becada en un lugar emblemático en lo que a la Edad de Plata se refiere como es la Residencia de Estudiantes seguían sin sonarme?
Me pregunté si esas preguntas sólo me rondaban a mí. Me animé a preguntarles a compañeras de generación a las que admiro -y después de todo este viaje admiro más si cabe-, a ver si era cosa mía nada más. Acudí a las compañeras de generación porque sé que el contexto cuenta. Y mi contexto no tiene de la dictadura franquista más que su terrible eco, que hicieron por diluirnos en los libros de texto. Mi contexto siempre ha sido el de la igualdad es un hecho. Mi contexto ha sido el de el feminismo, en nuestra realidad, es una especie de histeria por innecesario. Mi contexto ha sido el de el lenguaje inclusivo son unas arrobas que no tienen seriedad alguna porque la lengua es otra cosa. Ese contexto sobre el que ha tocado caminar hacia atrás, con las piedrecillas ya con nombres, pero igual de molestas.
Compartir las preguntas, ponerlas en común, aprender de las experiencias y reflexiones de poetas a las que leo con gusto. De 21 poetas y de otras personas pertenecientes al ámbito educativo, al de la edición, al de la fotografía e incluso otros compañeros del campo de la poesía. Componer un discurso en base a esos puntos de vista en el que se entienda la pérdida que supone invisibilizar un mensaje, taparnos los oídos a lo que alguien puede aportar. Porque la pérdida es común y nos hace peores. Establecer un canon en el que tantas voces parezcan no haber existido es reducir en mucho la experiencia del ser humano en el mundo. Eso quería contar porque eso intentaba entender.
Se dice poeta no pretende tanto ofrecer respuestas como invitar a las preguntas, proponer un parón en las rutinas de pensamiento que nos han impuesto y que no cuestionamos de tan interiorizadas como están. Con argumentos, con ideas, con la paciencia –quiero pensar– que a mí me tuvieron cuando me invitaron a las preguntas que hasta entonces no se me habían brindado. Dándole al lenguaje la otra función que tiene, además de la de reflejar la realidad: la de construir realidades distintas que no sean excluyentes, que puedan ser más justas.
“Porque tengo que hacerlo. Porque el hecho de que se espere de mí que sea mujer, que sea madre, que sea trabajadora, que sea ama de casa o no sé qué se espera de mí, parece que tengo que renunciar a ser poeta, porque soy lo otro. Y no me de la gana.”
Sonia San Román
Mientras leo a Toril Moi, a Hélene Cixous, a Adrienne Rich le escribo un whatsapp a Alba González Sanz, mi dealer de bibliografía. Escribo: Estamos de foto E y yo. Él mamando y diría que yo también. Es octubre de 2012 y le doy el pecho a un bebé de dos meses.
Me pide Carmen, la administradora de esta casa que desde hace tiempo leo con interés y con el gusto de encontrar cercanías, que hable de conciliación. Pienso en decir que es fácil, que mi compañero y yo vivimos en el alambre como tantos, que el sector es precario, pero que ahí estamos, con la fortuna de una red familiar joven y generosa que hace posible los rodajes, la vida. Todo bien, puede hacerse. Y no mentiría al decirlo. Pero admito que esa no es toda la verdad. Que durante la grabación de las entrevistas, en las horas de carretera híper low cost, en las horas de trabajo ofrecido sin pedir nada a cambio por el pequeño y maravilloso equipo (Aníbal Menchaca, Alejandro López Riesgo, Juan Tizón) que recorrió la meseta entre noviembre de 2013 y mayo de 2014, a las inseguridades lógicas de estar dirigiendo un proyecto que lleva esfuerzo y tiempo le sumaba las inseguridades de la que no estaba siendo. Equivocarte al enfocar un tema, ser poco precisa a la hora de planificar las tomas, tener que improvisar porque llueve en Sevilla y en unas horas hay que volver a casa; todo eso subrayaba lo inútil de no estar en casa con el pequeño que tenía que cortarse ya el flequillo, que un día había llorado por los dientes, que otro, decían sus abuelos, parecía querer volver a casa. Es fácil porque es posible, pero es difícil a ratos, igual que lo son muchas cosas posibles. Me pregunto si debería estar hablando de esto, si estas boutades le importan a alguien (quienes tienen hijos saben qué es esto, quienes no, quizás no les importe). Pienso que de tan cotidiano parece un paisaje sentimental, facilón, rozando lo pornográficamente sensible. Me recuerdo a mí misma aquello de lo personal es político. Me recuerdo que esto forma parte del proceso, que hablar de esto también puede decirle algo a alguien. Que reconocer que lo posible se puede pero no siempre es sencillo no es un signo de debilidad en sí.
Pienso en lo que dice Carmen Beltrán en su entrevista: “Parece que lo que los hombres hacen entre hombres es universal y nos ha de importar a todos, mientras que lo que hacen las mujeres sólo les puede importar a mujeres”. Dejo el párrafo íntegro. No borro nada.
Sofía Castañón (Gijón, 1983) es la directora del documental Se dice poeta. Una mirada de género al panorama poético contemporáneo que se estrenará el próximo 5 de octubre.
Anso verlo completo, pero vivo en Argentina y no s cundo suceder eso. Vengo siguiendo desde hace meses este recorrido, he visto con muchsimo inters los teasers, he ledo a la mayora de las poetas que aparecen en el documental, las admiro, las sigo…Hermosa idea de Sofa Castan. Va todo mi agradecimiento. Un abrazo desde ac.
Miriam/EmmaGunst