Sara Ferro (1990) lee, dibuja, escribe. Aquí algunas cosas: http://sara-ferro.tumblr.com/
La tarde
Si llego a casa y enciendo una vela,
una de esas que sólo se utiliza si hay tormenta,
y enchufo una lámpara pequeña,
hiervo agua en un cazo de porcelana
para que las hierbas me acallen las tripas.
Si busco algo en la radio
y abro un cuaderno y se queda abierto,
recibo una llamada y me levanto a por el teléfono
y es mi madre, que resulta
que está en la habitación de abajo
y claro, no contesto.
Vale…
Al preguntarnos el nombre lo intercambiábamos
porque estábamos cansadas de tener que decirlo
porque nos daba igual como se llamaran los demás,
sobre todo si eran más mayores y nos hablaban con voces
agudas, inclinando la cabeza.
Humedad
Cuando el último tejado de la última casa
termine por hundirse
quizás ya sólo resistan los gatos en el pueblo
amontonándose en el alfeizar de alguna ventana con el cristal reventado
o bajo el quicio de otra puerta que se cierre con una cadena y un agujero en la madera.
Buenas tardes
Pasará otra mujer asustada
con la mirada vidriosa del que parece estar alerta
y se le marcaran las ojeras
como si fueran lo único que tiene en la cara
bajo el pelo grisáceo, oscuro
con el abrigo marrón acolchado
esperando a que se llene la garrafa en el caño.
A ti.
Señora,
caminas por una calle vacía, de casas vacías
alcanzas dos palmos menos de los que alzaste algún día
y tu cuerpo menudo pero redondo se apoya dificultoso
casi sólo sobre una pierna.
Empujas un carro azul de la compra,
y tardas casi tanto en llegar del supermercado hasta tu casa
como tardo yo en recorrer todo el pueblo.
Pareces tan mayor cuando te veo
pero al decirte hola contestas con voz casi de yema
aunque tu barbilla juega como si escondieras una dentadura de las de pega.
Pienso que quizás vivas en la casa que está un poco más adelante,
aún te costará un rato llegar
la que tiene ropa tendida: negra, marrón, azul oscuro
en el corredor de madera;
está al girar la esquina,
dejando atrás los matojos de hierbas que arden desde ayer
entre las berzas.
Semillas
Sé que existe, tanto,
como existe esta rueda en mi cabeza,
tanto,
como para dejarle de comer
y observar cómo se aleja saciado,
tras la mirilla.
Como el animal asustado
que abandona el nido tras ser revuelto.
Hablo de semillas
y encuentro una,
hurgo en ella con un palo,
la tiño de negro,
escupe alimento.
Mecanismo
Masticando la comida fría
el mismo número de veces,
desempeñar, sin amor,
los mismos hábitos.
Resbalar el frío en los pies
dejando las botas embarradas
en el portón de la casa.
Resigna su habla al anhelo de otro tiempo,
dando la espalda a lo que queda,
avanzando hacia atrás.