Sara Torres, 23 años. Estudiante de Literatura y Estudios Culturales.

Monique Wittig

Monique Wittig

Es nuestra tarea histórica, y solo nuestra, definir en términos materialistas lo que llamamos opresión, analizar a las mujeres como clase, lo que equivale a decir que la categoría «mujer» y la categoría «hombre», son categorías políticas y económicas y que, por tanto, no son eternas. Nuestra lucha intenta hacer desaparecer a los hombres como clase, no con un genocidio, sino con una lucha política. Cuando la clase de los «hombres» haya desaparecido, las mujeres como clase desaparecerán también, porque no habrá esclavos sin amos. Nuestra primera tarea, me parece, es siempre tratar de distinguir cuidadosamente entre las «mujeres» (la clase dentro de la cual luchamos) y «la-mujer», el mito. Porque la «mujer» no existe para nosotras: es solo una formación imaginaria, mientras que las «las mujeres» son el producto de una relación social.

— El pensamiento heterosexual, Monique Wittig.

Palabras. Miedo a las palabras. Palabras cargadas históricamente con un veneno paralizante. Palabras impronunciables, que de manera inmediata, como un maleficio, disminuyen el valor social-simbólico de la persona que las pronuncia. De la mujer que las pronuncia: feminista, feminismo. La mujer que afirma yo feminista, está en peligro, sabe el peligro, lo siente llegar en los ojos de los otros, un vértigo, un movimiento de tierras, ella está señalando la grieta. El lugar donde la identidad mujer la idea mujer la norma mujer entra en duda, entra en riesgo.

Si dicen que soy una feminista radical quizás quieran decir que soy feminista-feminista. ¿Y cuándo enfatizan que esta o aquella es una mujermujer? ¿Qué implica, lo has pensado? El primer ‘mujer’ señala a lo que se esconde bajo la ropa, revela la existencia de unos genitales, les otorga importancia decisiva. Después, el primer ‘mujer’ también constata que hay cierto equilibrio, una presencia normal, tranquilizadora, de rasgos físicos asociados al sexo femenino. ¿Y el segundo ‘mujer’, qué función cumple? El segundo se construye cada día, se decide cada día al actuar como una mujer como lamujer, siempre como, casi llegas, perfeccionas, depuras la técnica aprendida. Tú la deseable. La que oculta. Seduce. Esconde. Modifica para ser-como lamujer la idea-de. Llegar a ser siempre es con esfuerzo. No viene dado, exige la repetición constante de la norma.

Espera, tal vez ahora te confundes. No es solo cuando te colocas el vestido o cruzas las piernas en la silla con cuidado. No es únicamente esa pequeña técnica perfeccionada, ese arte histórico. El poder se desoculta, queda localizable cuando interpretas tu deseo y dices: esto es natural es milenario nosotras las mujeres siempre, viene dado con la carne. La carne configurada codificada dentro de sistemas determinados de poder. No aceptes no tomes el falaz argumento de lo natural. El poder corta el deseo a su medida.

El límite: bajo la máscara no hay otro rostro más verdadero. La máscara ha hecho al rostro. Sus rasgos se han fundido. La máscara el rostro que permite mirar el mundo y reconocerlo, ser reconocida.

¿No viste el peligro? Lo llevabas dentro. ¿Esperabas un único culpable? ¿Escribiste ‘Poder’ con mayúsculas y señalaste con tu dedo al padre, al jefe, al  marido? Y una vez muerto el padre ¿no fue acaso insuficiente? Tuviste que desaprender ¿Cuánto olvido es posible?

Cuando dicen mujer-mujer dicen que esta o aquella ama a los hombres, se acuesta con ellos, desea tener hijos, tiene “instinto maternal”, es sensible, a veces habla demasiado, “habla con el corazón”, habla sin pensar, por eso lo que habla no siempre hay que considerarlo, dicen.

No soy una mujer-mujer. Mujer es la clase política desde la que lucho. He desaprendido algunos de los gestos que repetía ansiosa durante la adolescencia. Ser-como era una neurosis. Había que confirmarlo, los demás debían ver que yo era capaz, que lo hacía sin esfuerzo. Por eso ocultar el proceso, las huellas del entrenamiento trabajoso. Mostrar la apariencia final como si realmente viniese dada. Yo aliada íntima de la farsa, luchando por mi supervivencia en el medio. Escucho el ruido gris de los aplausos. Yo primera bailarina en un  baile de muerte. No de vida, de muerte.

Palabras. No más miedo a las palabras subversivas. A las que pueden ser como bombas hermosísimas bombas sin sangre bombas para abrir caminos. Decir feminista. Decir lesbiana. Amar esas palabras. Amar la grieta que se ensancha cuando las  pronuncias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *