Isabel García Mellado (Madrid. Noviembre de 1977). Autora de los poemarios Tic tac, toc toc (Ya lo dijo Casimiro Parker 2009), Cómo liberar tigres blancos (Ya lo dijo Casimiro Parker 2010), La traductora de incendios (Valparaíso Ediciones 2014), Yo también soy Frida Slaw (Editorial LeTour1987 2015), La selva dentro (Ediciones 4 de Agosto 2015)y la plaquette Porque sabe reírse (Ediciones Deliciosas 2015). En 2016 publica su último libro: La casa de la cruz, en Visor, poemario ganador del Premio Ciudad de Burgos. Poemas suyos aparecen en diversas antologías y revistas como Eñe, Cuadernos Hispanoamericanos, La galla ciencia, y en diversos medios digitales. Ha participado en numerosos recitales en Festivales Poéticos por toda España. Actualmente trata de dedicar a sus pasiones el tiempo libre que le queda tras vender a regañadientes y por necesidad el resto de su tiempo al capitalismo. Se autodefine como pintora, madre, feminista y poeta.
Poética
La búsqueda de la verdad. Lo que vemos, lo que vivimos, el lenguaje conversacional no es más que una mentira conveniente para unos fines que nos son ajenos. Cuando escribo puedo traducir el mundo a un idioma comprensible, acercarme a la belleza y aprender.
Selección de poemas
traducir la niebla
es lo que hago
cuando dejan de sonar los árboles
dentro de mi silencio
(del libro Tic tac, toc toc. Editorial Ya lo dijo Casimiro Parker. 2009. 3ª ed)
allí estaba
la pequeña miedo rojo
con luz de estrellas- pelo negro
y un chico pájaro graznando a su sombra
por si alguien se pinchab a con ganzúas
árbol significa paz cuando pasa esto
la nieve se vuelve un tigre blanco
la yerba se vuelve un tigre blanco
lo hemos dicho tantas veces
que lo único que entendimos fue el silencio
allí parada con sus ojos tremendos
mirando como sólo mira el miedo rojo
antes de convertirse en pez y en plata
y nadar por cuerpos de humanos podridos
ver si es capaz de salvarles una luz,
una diminuta luz-estrella
que luego se colocará en el pelo
como las gitanas las flores
o como las flores yo
entonces será que los bosques
observarán las guerras pasar de largo
y volverse hombres sucios
ya no querrán hablar más,
nosotras pensaremos que son mudos,
dejaremos de escucharles y eso es una pena
la pequeña allí mastica cortezas muy despacio
con dientes limpios minuciosos de inocencia
como cuando un tigre blanco mastica nieve
sobre la yerba verde
ya, ahora no me puedes decir
que no es lo más bonito que has visto,
ni lo más real, ahí, parando la noche con hálito de animal,
de rescate, de tierra húmeda y roja
empapada de allí,
tan ella
(del libro Cómo liberar tigres blancos. Editorial Ya lo dijo Casimiro Parker. 2010)
tiene que haber un lazo rojo en algún sitio
entre los hospitales inmensos fantasmas
se ve un anciano tremendamente sólo
que se pregunta cómo ha llegado hasta aquel sitio
yo busco desesperada el lazo rojo y no lo encuentro
sé que tenía un color muy intenso
y me da miedo que pierda algo de brillo
el anciano arranca a llorar como una locomotora
y no entiendo por qué no quedan nubes y él está triste
mi sombra se encoge al recordar algo
del cielo cuelgan frases como ropa tendida
“rompimos los relojes”
y tú al final de un túnel del que salí reptando
con tu mirada limpia me devuelves la imagen:
soy yo, tengo tres años, bailo muy torpemente
mi pelo está enredado en un lazo muy rojo
beso una foto antigua que contiene tu rostro
el viejo en la ventana me observa atentamente
y se sonríe
(del libro La traductora de incendios. Valparaíso Ediciones. 2014)
olvidaré:
el automóvil rojo y plata aparcado en la puerta
los golpes histéricos sobre la madera quebrada
los gritos mientras varios de ellos
el humo de después
varias constelaciones a esconder en el peho
los malabares, el perro chico, las ganas siempre de salir corriendo
mi nombre: Frida Slaw
el amor clueco, las pintadas nocturnas, el olor t an espeso
de las sábanas luego
las horas enjaulada el palacio de hielo los dolores de espalda
las tejedoras sordas viejísimas macabras
el temor insertado en el cerebro
las canciones de ópera, los gritos del hermano
las sensaciones terriblemente blancas
el escurrir de un plato con un sonido hueco, desmembrado
la memoria enterrada, el vacío en el parto
oscuras catedrales de pensamientos
carreteras preguntas que atropellaban
la vejez prematura, la decepción del ángel
todo lo que dijeron esos hombres cuando
la niña que no cesa en su crecer arcano
el frío de los templos
el temblor de los años
los muchachos que bárbaros reían en la aldea
el alcohol que estiraba la tortura a otro estadio
los niños que no fueron
mis pechos seccionados
no olvidaré:
quien soy
hasta dónde he llegado
cómo cambiar cada vez todo lo que algún día me hubo asesinado
(del libro Yo también soy Frida Slaw. Editorial LeTour1987.2015)
que se cuelgue noviembre de mis costillas
y me fuerce a llevar un jarrón victoriano hermoso y estúpido sobre la cabeza
caminando con una lentitud exasperante, violenta
mirad con ciudado las últimas ventanas encendidas
detrás, donde el río huele ya a otra cosa
cantad despacio para luego entregaros a los espejos sin pasión
permitíos llantos inútiles, histéricos, bélicos, anatómicos y
renegar una vez más de la belleza para que ella tenga que venir
tenga que sin duda
que noviembre reconozca por fin su color azul
se nieve sin piedad ni permiso en mis manos de niña francesa
“no permitas que nadie nunca vuelva a llamarte así,
esta orden también te incluye a ti”
ponerle un plato y que noviembre se niegue a sentarse a mi mesa
me mire salvaje ese el balcón con ojos de tigre enjaulado
reconocer al instante ese precipicio
no apartar la mirada. saltar
la brecha dentro: un pequeño jardín que sufre
el hábito azul de un tren que atraviesa la nieve a lo lejos
con sus cápsulas de diario durmiendo a todos los viajeros en gris mate
niños pájaro ocupan la ciudad con sus pistolas
que nadie piense en nadie es la consigna,
y sin embargo, mis labios engordan al decir vuestros nombres
los números son órdenes fierísimas alineados en oscuras oficinas
mientras la selva
la selva dentro que nadie escucha está creciendo,
ocurren cosas
todos esos sonidos desperdiciados tan absolutamente hermosos
las cataratas los aguaceros siempre son por algo
luego la playa se seca y tú brillas
habría más secretos en la orilla si aquí nadie se hiciera el importante
los secretos jugarían como cachorros felices
aquí es un pedazo de luna en la boca
lengua rala, río verde que te engulle
las opiniones de los otros se distingues bajo los chopos
vestidos de lino en fila contra el tiempo
nadie ve sobre el trigo este fulgor desharrapado
pero estás tú, a contraluz, en la corriente
ha llegado Picasso al escalón del centro
donde un azul terrible lo desordena todo
órganos blancos gimen en iglesias torcidas
te has bañado en agua bendita
ahora nadie sabe cómo te llamas
la luz de las vidrieras se volverá en tu contra
las cuentas del rosario dirán: “Manuel Millares”
y el rosa contra el negro te salvarán la vida
mientras lees un retrato, de quién pero un retrato
(del libro La selva dentro. Ediciones 4 de Agosto 2015)
EJÉRCITOS MUY BLANCOS desfilan por este puente
el hielo el hielo el hielo el hielo
sonidos huecos amortiguados por las drogas
agua caliente al final del camino no sabes dónde llegas
hay una casa encendida sobre una montaña nevada
la última montaña pequeñita
ejércitos tan blancos ordenando dolores
las mujeres de parto son mujeres hermosas
que gritan muy despacio sin sonido
porque están drogadas bajo el puente
y hay agua caliente al final del camino
una casa borrosa con la luz encendida de la nieve
no saben dónde van o si están vivas ahora que todo tiembla tanto
la montaña se abre y ahí está el mar
(de la plaquette Porque sabe reírse. Ediciones Deliciosas. 2015)
las mentiras despacio,
como un salón mal ventilado, o doblar el dolor y colocarlo en el estante correspondiente
subir las escaleras, esperar en silencio, llorar porque tu cuerpo sabe más que tu mente
contarte un cuento nuevo, no creértelo
decorar otra casa, hijos imaginarios, o querer convertirte en estrella de cine
animar con tu pena a las chiquillas jóvenes que aman a tu marido
desenredar el hilo que llega hasta tu hija
dejar el corazón en la alacena
prometerte que nunca
dar un trago de güisqui
hacer una maleta, seleccionar los libros, mamar de un miedo antiguo en las entrañas
subir al carromato del oeste, mirar a las estrellas con cuidado, tan delicadamente
sonreírle a algún martes y ser de contrabando. fumar, y fumar mucho,
en la terraza helada
nombrar en alto errores, rezar en un idioma que aún no entiendes
morir, para volverte alguien
que te respeta
ayer planté una flor brillante
y me quedé absorta
escuchando el mar
dejando que los árboles
hicieran su trabajo
con el mundo
ayer, también ayer
nadé tratando de tener
las únicas palabras
que me amaban
en la boca
y me abracé a una roca
fui tan libre
(del libro La casa de la cruz. Editorial Visor. 2016)