Seis poemas de Raquel F. Menéndez

POÉTICA

No sé en qué ciudad vi sus manos

surcadas por la tierra.

Agarraba flores azules

como la sangre acuática de mi hermana,

posado en su mesa estaba el reloj de Greta Garbo.

 

Tampoco en cuál vi la pluma de Sylvia Plath

enredada en sus rubios cabellos.

Tal vez fue en el mismo lugar

donde vi a Audrey Hepburn envejecer

y a Patti Smith volver a ser joven.

 

Desconozco cómo encontré las calles de Roma

en otro lugar del mundo,

ni dónde vi a una pescadera abrir a la mitad un pez

que guardaba en sí el nombre de la llave que abre el tiempo,

pero no tenía dinero para comprar

un reloj como el de Greta Garbo y medirlo,

o poseer el esquema con el que algún sabio

creó la palabra ciencia.

 

Tal vez fue lejano el lugar donde vi

al animal sonoro de la noche refugiarse

de las manos del otoño y de la sequedad de las fábricas,

pero supe que esa sería mi patria.

 

Así, en el eterno vagar por Oviedo,

su vuelo alejaría mis pasos de la línea de salida

y me liberaría de la ciudad irreal y de sus miedos.

 

ASTAPOVO

No quedas lejos Astapovo, la estación

a la que Tolstói viajó.

Con solo levantar la cabeza, verás su barba larga,

las vías de una pluma constante que llegan

desde el corazón de mujeres hermosas.

 

La pila de la sabiduría manda sus señales

a los días: por eso Anna fuma Marlboro

y busca hoy un vestido para el baile.

Marlboro no es la pipa ni es Astapovo,

sino los hijos sin nombre, los maridos

encadenados en su propia cabeza,

las vías de algún tren que no pasó

por donde corría rauda la tinta

de una vieja pluma.

 

Por setenta euros, un vestido

donde meter el cuerpo de la angustia,

y tocar el tacto dulce del algodón

sobre sus curvas de locura.

Por trescientos, un chaquetón

que no es de cobre para los huesos fríos.

No mece la angustia el terciopelo,

Ni el hierro opaco de la desolación,

Ni el olor de una lágrima en carne viva.

 

Tampoco Astapovo es una cárcel con barrotes de nubes,

ni un viento huracanado que invadiera

la cabeza de un viejo loco.

No lo es un cigarrillo de Marlboro,

pero sí los cabellos de una mujer terrible.

 

En Astapovo las libélulas son el humo de una pipa

que adorna la barba de un anciano,

para mecer los sueños de mujeres de barro.

Y tú eres el tren que busca esa estación,

la pluma incansable, la libélula,

por si alguna vez también perdieras la esperanza,

y no creyeses en el terciopelo.

 

LA MEMORIA Y LOS HÉROES

I

DIEZ DE LA MAÑANA: HYBRIS EN LA CAFETERÍA

DE LA UNIVERSIDAD

 

Hay un héroe griego enredado

en mis gafas de pasta

que rompe los cristales con su hybris,

e inunda mis ojos con su inteligencia,

aunque desconozca mi mirada.

 

Debes de ser tú desde la otra punta de la cafetería

negándote a invitarme al cine.

 

II

MEDIODÍA

 

Inmensa luz

sobre la nieve negra

es tu mirada.

 

III

DOS DE LA MADRUGADA

Memoricé tus ojos

de tanto mirar tu fotografía

para cuando tú también fueras memoria,

y fueran los días otra vez materia gris

para moldear la extraña forma de los sueños,

la vejez del rostro ya no aparece

en ninguna fotografía.

 

Para cuando tú también seas memoria

seré yo palabra regalada,

difícil armamento contra el tiempo.

 

No habrá más luz sobre las letras muertas.

 

OTILIA

Al mismo tiempo que nacía Trilce

se publicaba Ulises,

Eliot se perdía en La tierra baldía,

y Virginia ya empezaba a pensar en un río

donde mecer su cuerpo.

En 1922 yo era caldo del tiempo,

el humo de la pipa del joven Faulkner,

el hueco entre las líneas, la búsqueda

de lo perdido y, mientras,

Otilia lavaba la ropa.

 

1965 le dio nombre a Otilia.

No tenía rostro, pero sí un feto

de color rojo.

Como en 1922, lavaba la ropa,

y era hermosa.

 

Hoy, Otilia vuela entre el pelo de Vallejo,

maldice que nadie pueda olvidarse

de sus manos, y que en esta primavera

eterna y cruel tantos conozcamos su desdicha,

y siga lavando la ropa. 

 

FRIDA Y LA LLUVIA

Acaricias a Granizo en aquella foto.

Sostienes un cigarrillo y penetras con tu mirada

en los pintores que te aman,

y en todas las mujeres que no son tú

pero poseen tus heridas.

Supongo que, mientras tanto,

Diego está en la casa

sacando el amor del pincel,

a cincel del viento clavando su fidelidad.

 

Acaricias a Granizo, leal compañero,

piel de la bondad:

con la mano de la ternura,

la que ya había pintado el dolor

de las piernas y la astucia

de un animal lleno de llagas.

 

Lo acaricias.

 

El amor de Granizo y el lienzo rojo

sobre el que caminas son la ventana

desde la que miras la vida,

el lugar desde el que hablas

contra el vacío de la memoria.

 

Hoy esta lluvia sobre el cristal

que penetra en el cuarto

me recuerda a tus piernas

luchando contra el suelo.

Para eso busco una libélula,

Y rechazo los ojos de la soledad:

para no ser nunca cobijo de la lluvia

en blanco y negro.

 

1939. 2013. Granizo corre

fuera de la ventana y dentro del cuadro.

Es la mejor prueba de tu existencia. 

 

TARA

En tu cielo también debe de haber

lirios arropando tu cuerpo

y libélulas que vuelan

sobre tus ojos de luz.

 

La vida tiende sus trampas

como aprende el destino

a vencer cada una.

 

En el piano de Ludovico,

como aquella vez en primavera,

cuando sonaban muerte y vida,

también debe de haber una casa.

Time lapse:

el amor de un animal

es un caballo con vocación de funámbulo,

esperanza fatal de todo lo perdido,

belleza y verdad.

 

Conocías el amor

y apretaste aun así la rosa negra.

Tu muerte es un grito pelado

contra amaneceres inmensos,

la prueba más certera

de que tiende la soledad

hacia la cortina de la primavera.

 

Walk:

en tu cielo también debe de haber

un manto, dos ángeles buenos,

un mar, las tijeras para cortar

las cortinas a la primavera,

un peine para los cabellos de la tristeza.

 

Un peine para los caballos funámbulos,

la libélula a la que yo vería morir aquel invierno.

Libélula, Raque F. Menéndez, Premio de Poesía de la Universidad de Oviedo, 2013.

Libélula, Raque F. Menéndez, Premio de Poesía de la Universidad de Oviedo, 2013.

Raquel F. Menéndez (Salas, 1993) estudia el Grado de Lengua Española y sus Literaturas en la Universidad de Oviedo, escribe y plasma sus impresiones sobre la poesía y la vida en su blog personal Un desván azul

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