Instrucciones para contar muertos
Uno, las fechas, como los nombres, son lo más
importante. El nombre por encima del calibre de
las balas.
Dos, sentarse frente a un monitor. Buscar la nota
roja de todos los periódicos en línea. Mantener la
memoria de quienes han muerto.
Tres, contar inocentes y culpables, sicarios, niños,
militares, civiles, presidentes municipales, migrantes,
vendedores, secuestradores, policías.
Contarlos a todos.
Nombrarlos a todos para decir: este cuerpo podría
ser el mío.
El cuerpo de uno de los míos.
Para no olvidar que todos los cuerpos sin nombre
son nuestros cuerpos perdidos.
Me llamo Antígona González y busco entre los
muertos el cadáver de mi hermano.
Soy Sandra Muñoz, vivo en Tampico, Tamaulipas y
quiero saber dónde están los cuerpos que faltan. Que
pare ya el extravío.
Quiero el descanso de los que buscan y el de los que
no han sido encontrados.
Quiero nombrar las voces de las historias que ocu-
rren aquí.
: ¿Quién es Antígona dentro de esta escena y qué
vamos a hacer con sus palabras?
: ¿Quién es Antígona González y qué vamos a hacer
con todas las demás Antígonas?
: No quería ser una Antígona
pero me tocó.
]
Un vaso roto. Algo que ya no está, que ya no existe.
Que se halla en paradero ignorado, sin que se sepa si
vive.Sin que se sepa.
Yo me quedé pensando en el verbo desaparecer. Ellos
dijeron: Tadeo no aparece y yo pensé en el mago
que iba a nuestra primaria. En Tadeo tras la celosía
mirando a hurtadillas porque a nuestra madre no le
alcanzaba para darnos los cinco pesos de la función.
Desaparecer siempre fue para mí un acto de prestidi-
gitadores. Alguien desaparecía algo y luego lo volvía
a aparecer.
Un acto simple.
Pero ni rastro de fiera ni de perros que te hubieran
arrastrado para destrozarte. Donde antes tú ahora el
vacío. Nadie llamó para pedir rescate o amedrentar-
nos. Nadie dijo una sola palabra: como si quisieran
deshacerte aún más en el silencio.
Yo les hubiera agradecido que a donde se lo hubie-
ran llevado, mejor lo hubieran dejado muerto, por-
que al menos sabría yo dónde quedó, dónde llorarle,
dónde rezar. A lo mejor ya me hubiera resignado.
Una mujer intenta narrar la historia de la desapari-
ción de su hermano menor. Este caso no salió en las
noticias. No acaparó la atención de ninguna au-
diencia. Se trata sólo de otro hombre que salió de su
casa rumbo a la frontera y no se le volvió a ver. Otro
hombre que compró un boleto y abordó un autobús.
Otro hombre que desde la ventanilla dijo adiós a sus
hijos y luego esa imagen se convirtió en lo único que
un par de niños podrá registrar en su memoria cuan-
do piensen en la última vez que vieron a su padre.
Sara Uribe nació en 1978 y radica en el norte de México. Su libro más reciente, Antígona González (2da. Edición, Sur+, 2014), explora estrategias de escritura documental, escritura conceptual y las poéticas de la desapropiación en torno a los temas violencia, cuerpo y lenguaje. Puedes leer el texto completo de Antígona González aquí.