Diario de las ficciones elegidas VII

La diarista.Fotografía Jorinde Croese.

 

La diarista.Fotografía  Jorinde Croese.

La diarista.Fotografía Jorinde Croese.

 

 

Yo soñé que después de la debacle nos encontrábamos en la superficie devastada del terreno sin un edificio sólo un árbol para dar sombra y una fuente sólo los brotes aún blanquecinos abriendo paso entre los granos de arena

nos encontrábamos sin contrato: no debiendo nada no esperando nada cada gesto era regalado y dormíamos juntas muslos contra vientre una de esas siestas largas entregadas un sueño tan satisfactorio que no he vuelto a tener nunca

las lágrimas que vierto dan de beber a los espinos que enraízan en mis rodillas Imagina que es mentira que me preferiste sin manos antes que amante de otras Esas manos tenemos que enterrarlas ellas son el foco de todos los problemas que no conozcan las manos que no conozcan la boca tampoco Imagina que estás sentada leyendo muy seria los cuerpos volátiles de Elizabeth Grosz imagina que podemos conversar tranquilamente sin fuego en la garganta o culebrillas coleteando al fondo de los oídos imagina que escribimos juntas el libro que nunca escribimos

las mujeres que quieren ser madres me asustan no entiendo esa certeza sospecho Solamente con una mujer que considerase que eso de ser madre es algo grotesco solamente con ella cuidaría a una criatura hermana una planta un bebé un galgo algo nacido fuera del cuerpo no gracias a mí no por culpa mía

devoro una naranja de zumo a mordiscos el jugo cae sobre mi barbilla ya brillante húmedas las comisuras pegadizas las manos Mi cuerpo está cubierto de pelo suave lamo mi pelo con mi lengua para asearme me vuelco busco los intestinos y los recorro con cuidado limpiando cada esquina frotando las paredes con un paño recojo en un cubo los restos de comida y los terrores de la infancia como un potro asustado mi estómago se contrae apoyo la mano en su pared: animal bonito suelta el nervio suelta el susto cuerpo mío qué tragaste tanto tiempo

busco entre mi cabello insectos y bolas de sílice piedras de cal Barro con una escoba de cerda gruesa luego la piel sensible se enrojece y emite quejas aullidos luctuosos que no soporto no puedo escuchar más   Vuelco miel vuelco más miel sobre mi epidermis todo bocas abiertas tragan la miel y la capa superficial se engorda está como drogada Allí donde piso cede el terreno

con nosotras llevamos a menudo dos ratas azul zafiro perlado entramos en un restaurante y las dejamos corretear sobre la mesa encargamos almuerzo: huevos en tostadas las ratas azul zafiro juegan a perseguirse se muerden cariñosamente las orejas emiten silbidos de placer agudos Pero ya nos han descubierto los otros clientes una madre toma en brazos a su hija y comienza a chillar como un cerdo partido por el cuello rápido nosotras guardamos las ratas en los bolsillos abandonamos el restaurante por la puerta de atrás

La diarista retratada por María Argüelles.

La diarista retratada por María Argüelles.

 

 

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