El cuarto propio de Nuria Capdevila-Argüelles

 

 

 

Vivo desde hace diez años en una casa que en otro tiempo fue parte de un cuartel de caballería. Mi cuarto propio es un pequeño despacho en el primer piso. Está al final del salón, que se abre a un comedor abierto a su vez a la cocina. Padezco el síndrome de Arnao: me es necesaria (y agradable) esa conexión de espacios. Arnao es el pueblo de mi madre. Está en la costa central de Asturias y tiene una fisonomía muy particular. Construído alrededor de una fábrica de zinc en los años de la belle époque, su playa, sus bonitas y cómodas casas, más modestas unas y más burguesas otras, para los trabajadores de la fábrica, su historia, su escuela con sus mapas y diagramas en el patio, sus casonas de indianos, su cine semiderruido, su economato, su castillete y sus caminos ocupan un espacio mítico en mi memoria. En la casa de mis abuelos maternos en Arnao, en casi todas las casas del pueblo, y también en la casa en que crecí en León, los espacios compartidos están comunicados. Son pulmón y corazón, aire y sangre, laten. Como en mi casa. Me gusta sentirlos a mi espalda cuando trabajo.

 

 

 

 

Mi rincón de escritura en mi casa de Exeter tiene una ventana privilegiada a una pradera donde hace siglos se ejercitaban caballos y jinetes para defender Devon de Napoleón. Tiene un escritorio antiguo con marquetería oriental que perteneció a la familia de Matthew, mi pareja, con quien comparto esta casa parte de la semana y con quien tengo una hija. Eran judíos alemanes que huyeron de Hitler. Le tengo mucho cariño a este mueble heredado y viajado y a los cuadritos de mariquitas recortables de vanguardia que adornan la pared contra la que se apoya. Pilas de libros, cuadernos, ordenador, acuarelas de Inés Azagra, con otra historia detrás, el diploma de mi madre de la escuela de Arnao y otros cuadros y fotografías completan este espacio amigo en el que paso muchas horas y remato escritos que empiezo en otros cuartos ad hocque hago míos, en cafés, trenes y aviones. Viajo bastante.  

 

 

 

Mi despacho en la facultad, donde guardo gran parte de mi biblioteca, lo siento amigo. Está en un pasillo lleno de hispanistas y cercano a las aulas. En él, los libros guardan un orden académico, hay espacio para archivar materiales generados tras más de dos décadas de vida universitaria. Hay una mesa en el centro con sillas para poder tener tutorías. Adoro mi campus y me gusta estar allí. La universidad británica me ha dado, antes del que tengo ahora, cuartos propios en Edimburgo, Oxford y Lancaster. Los agradezco: han sido claves en mi trayectoria vital y profesional, como espacios de enseñanza y pensamiento, como hogar para mis libros y para mí antes de que llegase esta casa a mi vida. Y es que siempre he necesitado tener una mesa en la que sentarme a escribir, leer, pensar y, en mi infancia, también jugar con mariquitas recortables como las que cuelgan en este cuarto propio desde el que escribo esto. Las extendía sobre la mesa de la máquina de coser Wertheim de mi abuela. Un día, mesa y máquina salieron de la casa de Arnao, la casa de los veranos de mi infancia y primera juventud, a la que vuelvo a menudo con el recuerdo, y quedó en casa de mis padres. Mi madre, cuando me fui de España, puso la máquina de coser a la entrada de casa, para que esa mesa que se me quedó pequeña pero en la que veo a la abuela, a mi madre y a mí misma, me dé la bienvenida cada vez que regreso y me recuerde que también tengo cuarto propio en la mente. En él están las voces de muchas mujeres.

 

 

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Nuria Capdevila-Argüelles es catedrática de estudios hispánicos y estudios de género en la Universidad de Exeter, Reino Unido. Vive en esta preciosa ciudad al suroeste de Inglaterra. Se doctoró en la Universidad de Edimburgo y llegó a Exeter en el año 2005 tras trabajar como profesora titular e investigadora en la Universidad de Lancaster y como investigadora postdoctoral en la Universidad de Oxford. Ha publicado libros y artículos sobre feminismo e historia de la autoría de la mujer, sus temas de investigación principales, en los que también centra su labor docente. Le encanta el mundo del archivo privado y la reconstrucción de la genealogía del feminismo español y es una apasionada de la literatura memorialística. Actualmente co-dirige la colección Biblioteca Elena Fortún (Renacimiento). Es autora de las ediciones críticas de Celia madrecita, Celia institutriz, Celia se casa y la autobiografía inédita de Elena Fortún Oculto sendero. También ha coeditado la antología El camino es nuestro y el epistolario De corazón y alma. Entre sus libros en castellano figuran Autoras inciertas, recientemente reeditado en Sílex, y Artistas y precursoras. Colabora frencuentemente en prensa, radio y televisión. Es asesora académica y coguionista del proyecto Las sinsombrero y actualmente prepara, con la cineasta Paula Ortiz, el proyecto audiovisual Cartas vivas.

 

 

 

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