Cuatro poemas de Laia López Manrique

Hasta ahora no había leído nada de Laia López Manrique, pero os puedo decir que La mujer cíclica (La Garúa, 2014) es uno de los mejores poemarios del año. Este libro está habitado de referencias a esas mujeres únicas, a esas diosas que nos han inspirado poemas, fantasías y hasta pesadillas. La de Laia es una poesía que ahonda en la tierra, en las raíces, en la genealogía de tantas mujeres que estuvieron aquí antes que nosotras. Ella cava un profundo agujero donde contenerlas y hacerlas decir. Aquí las tenéis a todas contándonos sus desvelos, sus miedos. Han venido a romper las fronteras del lenguaje. Han venido a confesarlo todo.

Laia López Manrique

Laia López Manrique

MATERNIDAD

 

Ma mère ne cesse de me mettre au monde

j´existe des milliers de fois

 

Ma mère ne cesse de mourir

dans mes entrailles

Anise Koltz

 

Que mi cuerpo sería un pastiche de agonías y placeres

declinados ya lo sabía mi madre mucho antes de que

yo fuera concebida.

 

En virtud de un principio económico que los hom-

bres desconocen, las madres lo saben todo y lo callan,

portando en su silencio en germen moléculas del

desastre.

 

Apostadas ante las puertas, las madres rugen sus des-

gracias peregrinas. Prenden una hoguera con los res-

tos de las almas morosas de ,os hijos, con los nervios

que se tuercen como cables serrados y no ensamblan

ya la vida a la vida, sino a un adverbio roto que acom-

paña a un verbo en fuga. Los hijos se van lejos, se van

deprisa, se van mal, se van detrás, se van tarde, se van

tanto; se van, tal vez, a un jardín de tallos altos y acha-

tados por la lluvia, bajo un cielo que rebaña husos de

nubes en forma de diablo.

 

Las madres aman en los hijos lo que hay de ellas en su

piel elástica, lo que se dibuja como un margen entre

las membranas de sus dedos. Como el camafeo que se

abre en dos y muestra el retrato de un muerto, como

una muñeca risa de incontables cavidades, como

alguien que pide la herencia de una sangre fútil, las

madres llaman a la carne su destino. 

Alejandra Pizarnik

Alejandra Pizarnik

ALEJANDRA PIZARNIK

 

y si el fondo no existe

y en su lugar

una trampilla

morosamente perforada

parpadea

Unica Zürn

Unica Zürn

UNICA ZÜRN

 

(I)

Todo esto ya existió: otros hablaron de ellos. Tú te

acuestas con tu cuerpo incendiado y fangoso, esquí-

vas el calambre, la mancha, los hilos encontrados,

mientras alguien muy cerca te engulle, cuida de ti,

te cría en el vacío / mientras alguien dice a tu madre

cuál es tu verdadero nombre.

 

Lo que había ahí también era vida, otro de sus

Cantos remedados. Lo que había ahí, en el ciclo del

hierro, en la forja: tu pulpa en manos del verdugo,

apenas un arco entre lo material y la hipótesis.

 

¿Qué sucedería si el deseo fuera cierto y fecundo, qué

sucedería si tu boca fuera tragada por la suya? Se

cerraría entonces el colapso impar y roto del miedo,

la extrañeza de quien ama solo a los aparecidos.

 

           (II)

            sombra sombra sombra

            placa entre placas

            desnivel

            de mi hueso en la tierra

            chirrido de las aves

            santidad del verbo y de la pústula

            santidad de las lenguas que se esconden

            en mi lengua

            yo que he guiado mis pasos

            hacia el eje

            yo

            la escogida

            a quien han hablado los cristales y las hojas

            yo

            la gran ensimismada

            la que surca la materia espiral de un pensamiento

            la que unge los espejos de rasguños

            la que vivió una vida más alta

            y murió una muerte más pura

LUCIA JOYVE Y VIOLET GIBSON

 

Lucia dice: Hace frío en la sala de curas.

 

Violet dice: Con estas manos ajadas disparé a Benito

Mussolini.

 

Lucia dice: Pasearé sola por los jardines del hospital.

Recordaré cómo era moverse entre las plantas libres.

Cómo era arrastrar la vida hacia el fémur. Rotación

y armonía. Desmembrada ahora.

 

Violet dice: Yo pude haber salvado a toda Europa.

Mujer de nariz ganchuda y ojos exiguos. Exiguo tam-

bién el gesto de las manos: compresión y ráfaga. ¿Has

tratado alguna vez de matar a un hombre?

 

Lucia dice: En una ocasión maté a una mujer ante

un cristal. No lo atravesó con sus piernas porque yo

la detuve. Mi madre mató a un amante enfermo. Mi

padre nos mató a todos en sus libros.

 

Violet dice: ¿A cuántos hombres mató Mussolini? ¿A

cuántas mujeres?

 

Lucia dice: Desunir recovecos. Cómo era contorsio-

narse y cómo era mirar al fondo de una roca con los

pies antes que con los ojos. Lanzar mirada estrábica,

perder la visión. Mirar con los pies la arista de un

diamante al multiplicarse, ¿hacia dónde lleva el hueco?

¿Hacia dónde camino en el diamante? ¿Son pirámides

las que avanzan?

 

Violet dice: Si volviera a tener un arma entre las ma-

nos… ¿No fue mi padre quien me enseñó a manejarla?

 

Lucia dice: Papá es un agujero. Papá agujero furioso.

Ciego. Parcheado. Padre parcheado. Papá me coge en

brazos de niña, dice mi nombre. Parcheado. Agujerea

mi nombre. Papá me mira con su único ojo fiero y me

transcribe. Aguja sobre la piel, papá perfora transcri-

biéndome. Mamá no me transcribe. Me pinza por el

muslo como un cangrejo, me extrae de sí. Vidamuer-

te equivalen. Rubor de perdida.

 

Violet dice: Aquel hombre de músculos rollizos

paseando sobre Roma. Aquel hombre que eran

todos y cualquier hombre. Podría ser cualquier

hombre y podría haber sido cualquier otra mano

la que apretase el gatillo pero fue su mandíbula y

fue mi mano la que disparó.

 

Lucia dice: Papá es una avispa. Papá vuela a lomos

de mi avispa. Panel de cota, panel de sudario. Papá,

Samuel. Quiénes fuimos una vez y hablamos alre-

dedor de una mesa. Había caldo, carne hervida y

vino casi transparente. Ajuar para la más bella rociada

de avispas. Lucia, acércate a mí con tu cintura, con

tus pies y ojos reversibles. Yo me agitaba.

 

Violet dice: Todo queda siempre en un intento. Todo

queda y se recubre. Ellos pasan un trapo por la super-

ficie mancillada y nosotras aquí, en esta clausura. Hacer

un recuerdo de lo que acontecerá. Dame la mano, Lucia.

 

Lucia dice: Aprieta el gatillo. 

  La mujer cíclica, Laia López Manrique. La Garúa, 2014. 

  La mujer cíclica, Laia López Manrique. La Garúa, 2014. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *