Un poema de Frances Leviston

 

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Frances Leviston.

 

Frances Leviston (Edimburgo, 1982). Tiene un MA en Escritura por la Sheffield Hallam University. En 2006 recibió el premio Eric Gregory Award de la Sociedad de Autores. Public Dream, su primer libro, lo publicó Picador en 2007 y quedó finalista del premio T.S. Eliot.  Su poemas han aparecido en Poetry, London Review of Books, the GuardianThe Times, the TLSEdinburgh Review, Granta/British Council New Writing y en varias antologías. Vive en Durham y trabaja como escritora. Más información sobre ella aquí: http://www.francesleviston.co.uk

 

ÍNCUBO

 

He oído que les ha pasado a otras mujeres

y otras mujeres dicen que han oído que pasa

pero que pensaban que a ellas no podía pasarles,

o que, si lo hacía, lucharían por la justicia

costase lo que costase, y he oído que tarda

varios años en quedar en nada,

varios años junto con lo demás.

Desde que me pasó a mí, me he oído decir

que había oído que esta clase de cosas podían pasarle

a miles de mujeres, pero nunca pensé

que podría pasarle a alguien como yo,

y luego me oí pidiendo justicia

costase lo que costase. Ahora me está costando

toda mi vida en quedarse en nada,

toda mi vida junto con lo demás.

 

Lo que parece ser el problema es esto:

que estaba completamente sola cuando ocurrió,

no digo sola en el cuarto con él,

sola con él – me refiero a realmente sola,

sola sin nada. No había testigos.

Soy una víctima y no puedo ser testigo.

Uno debe jugar un papel u otro.

Si cargase al testigo no sería una víctima,

él sería la víctima, si hubiese estado allí,

y si él hubiese estado allí entonces sería el testigo

contra si mismo, pero estaba sola. Sola

sin nada. La ventana estaba abierta.

El viento y la lluvia entraban,

los hechos de la vida, levantando las cortinas,

y yo estaba dormida. No sé cuando.

 

Lo que pasa ahora es que hago una confesión –

Confieso, aunque aquí yo soy la víctima,

tener los sueños más increíbles

y creerlos reales, mientras duran;

haber tenido sueños que creía finalizados

cuando el fin era sólo una parte del sueño,

la parte en la que te levantas en tu cuarto

contenta de estar despierta, hasta que cruje la puerta

y fuese lo que fuese de lo que huías

entra. Confieso que he tenido sueños

recurrentes en los que mi cuarto esta poseído

que parecían más reales que mi vida despierta,

soñar un fantasma que se aparece en forma de presión

atrapándome por el esternón y los hombros

y los muslos como si estuviese bajo cristal.

 

Aquí preguntaréis si alguna vez protesté,

lo alejé de mí, o pedí ayuda,

si luché hasta el final, si opuse resistencia

y le hice ver mi falta de deseo

con palabras que comprendiese de inmediato,

a pesar de su fuerza, rasgando mi slip

sin tocarme, sin acercarse,

si hablé pese a ser incapaz de hablar,

o me moví pese a ser incapaz de moverme,

incluso incapaz de girar mi cabeza

en la oscuridad, si por casualidad vi

una característica distintiva, o si deseé descubrir

si era un extraño o alguien conocido,

os diré de nuevo que no fui testigo de nada

más de lo que he dicho, y de nada menos.

 

Sé lo que estáis pensando. Esto no es un crimen.

Un crimen requiere de un autor

que sentar en el banquillo, que acusar o defender,

para acabar la trama, pero no hay nadie aquí.

Hace años, habría habido cuerpos,

cuerpos físicos a los que podía señalar

y pedir cuentas por sus células

entre mis uñas, su saliva en mi cuello,

pero ahora han aprendido a atravesar las paredes.

Si pudiese daros un retrato o un nombre

tendríamos una dinámica. Y aun así si lo hiciese,

esto todavía no sería considerado un crimen

de cierto orden, sino algo más leve

algo a lo que uno debería poner la otra mejilla,

algo que podría haber sido peor.

 

Ahora bien, ¿estoy dormida o estoy despierta?

Este tribunal parece más el tribunal de un sueño

que visito cada noche, mal vestidos,

en el que estoy condenada a repetirme

y en la repetición me condeno

ante esta centena de caras hostiles

a no encontrar alivio en el golpe de martillo

que nunca llega. Un sueño, vale,

un sueño de correr. Las extremidades se niegan,

el aire se resiste con la pesadez del agua,

la mente deja atrás al cuerpo y ve

a un crío cayendo, pero no logra reaccionar,

como yo lo vi venir y no logré reaccionar,

encerrada en mi cuerpo durmiente.

Nunca me liberaré de eso.

 

*

Incubus

I’ve heard of it happening to other women
And other women say they’ve heard it happens
But thought it could not happen to them,
Or that, if it did, they would fight for justice
Whatever it took, and I’ve heard of it taking
Several years to come to nothing,
Several years along with the rest.
Since it happened to me, I’ve heard me saying
I’d heard this sort of thing could happen
To thousands of women, but I never thought
It could happen to somebody such as myself,
And then I heard me demanding justice
Whatever it took. Now it is taking
The rest of my life to come to nothing,
The rest of my life along with the rest.

What seems to be the problem is this:
That I was completely alone when it happened.
I don’t mean alone in the room with him,
Alone with him – I mean really alone,
Alone with nothing. There was no witness.
I am a victim and cannot be witness.
One must play one role or the other.
If I bore witness I’d not be a victim,
He would be victim, if he had been there,
And if he’d been there then he would be witness
Against himself, but I was alone. Alone
With nothing. The window was open.
The wind and the rain were driving in,
The facts of life, lifting the curtains,
And I was asleep. I don’t know when.

What happens now is I make a confession –
Confess, though I am the victim here,
To having the most incredible dreams
I believed were real, as long as they lasted;
To having had dreams I believed were ended
When the end was only a part of the dream,
The part where you wake in your own bedroom
Glad to be woken, till the door creaks
And whatever it was you were running from
Walks right in. I confess to recurring
Dreams in which my room is haunted
That seem more real than my waking life,
To a ghost who comes in the form of a pressure
Imprisoning me, by sternum and shoulders
And thighs, as if I were caught under glass.

Here you will ask if I ever protested,
Pushed him away, or cried for help,
If I fought my end, if I offered resistance
And made him aware of my lack of desire
With words he could readily comprehend,
In the face of his power, tearing my slip
Aside without touching, without coming near,
If I spoke though I was unable to speak
Or moved though I was unable to move,
Unable even to turn my head
In darkness, whether I happened to see
A distinguishing feature, or felt like revealing
If he was a stranger or someone I know,
And I’ll tell you again that I witnessed nothing
More than I’ve mentioned, and nothing less.

I know what you’re thinking. This isn’t a crime.
A crime requires a perpetrator
To put in the dock, to accuse or defend,
To finish the plot, but there’s nobody here.
Years ago, there would have been bodies,
Physical bodies at which I could point
And call them up to account for their cells
Under my nails, their spit on my neck,
But now they’ve learned to walk through walls.
If I could give you a face or a name
We’d have a dynamic. And yet if I did,
This still would not be considered a crime
Of a certain order, but something less,
Something one should take on the chin,
Something that could have been worse.

Now, am I sleeping, or am I awake?
This court seems more like the court of a dream
I visit each night, improperly dressed,
In which I am doomed to repeat myself
And in the repeating I doom myself
Before these hundred unfriendly faces
To find no relief in the fall of the gavel
Which never arrives. A dream alright,
A dream of running. The limbs refuse,
The air resists with the slowness of water,
The mind outpaces the body and sees
A child falling but fails to react,
As I saw what was coming but failed to react,
Locked inside my sleeping body.
I’ll never release myself from that.

 

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