Joven poesía venezolana III

ADALBER SALAS HERNÁNDEZ

 

(Caracas, 1987). Poeta, ensayista, traductor. Licenciado en Letras por la UCAB. Ha publicado los poemarios La arena, el vidrio: ascenso en tres movimientos (2008), Extranjero (2010), Suturas (2012), y Heredar la tierra (2013). Asimismo, ha publicado el volumen Insomnios. Ensayos sobre poesía venezolana (2013). Recientemente han sido publicadas sus traducciones de El hombre atlántico, Agatha y Savannah Bay, libros de Marguerite Duras, así como Artaudlogía, antología de textos de Antonin Artaud y Elogio de la creolidad de Bernabé, Chamoiseau y Confiant. Junto con Alejandro Sebastiani Verlezza, es responsable de la antología Poetas venezolanos contemporáneos. Tramas cruzadas, destinos comunes (Común Presencia Editores). Actualmente se desempeña como co-director de bid&co. Editor. Es miembro permanente del consejo de redacción de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo. Actualmente cursa el MFA en Escritura Creativa en Español de la New York University.

 

 

VI

 Mientras escribo el poema, me digo que en él

la palabra muerte no dice nada, no tiene densidad,

no hace más honda la boca. El poema no sabe

de la muerte, como tampoco sabe de la música

que llenará mi cráneo cuando quede vacío.

Ese mismo cráneo que nadie tomará entre sus manos

para anunciar que data del Siglo XXI, qué período

remoto, qué tiempo bárbaro, qué época de luto. Ese

mismo al que nadie hablará, llamándolo Yorick, ser

o no ser, pudiera estar atascado en una cáscara

de nuez y tenerme por rey de espacios infinitos,

y creer que la palabra muerte sirve de algo. Ese mismo

que nadie hallará por azar en una fosa común en

Sudán o en Serbia, en Vietnam o en Catia. Ese cráneo, digo,

ese cráneo mío, que sabrá que el poema es sólo un relato

que se hace la muerte, que se vale de nuestras manos

para decirse, para verse. Esto lo sabrá mi cráneo,

será lo único que sepa, cuando permanezca quieto,

sonriéndole a la tierra desde su vientre. En lugar de

un alma, gusanos breves colgarán de sus cuencas,

velarán sus sueños sin palabras.

 

X

(Sonatesco y ripioso)

 El presidente está triste,

¿qué tendrá el presidente?

¿Será que las transnacionales ya no lo quieren,

o lo quieren demasiado, con el ahínco mineral

de excavadoras, de taladros, de extractoras?

 

El presidente ha perdido la risa, ha perdido el color.

¿Está desconcertado porque los puntos

se escaparon de las íes? ¿Porque los períodos

son demasiado cortos? ¿Porque todo pasa

y todo queda, pero lo nuestro es pasar?

 

¡Pobre presidente preso de sus oros negros!

¿Algún ministro le habrá revelado por error

que una bandera no sirve para contradecir la lluvia, para

ahuyentar los perros del frío?

¿Por fin habrá descubierto que país es el nombre de una huida?

 

¿Será que le desafina el pulso, que tiene arritmia

el himno patrio?

¿Habrá subido de peso? Tal vez el uniforme militar

ya no le queda como antes.

¿La corbata le aprieta, la charretera le da calor?

 

¡Pobre presidente protoplásmico, preso de sus predios,

proclive a la procacidad, a la prodigiosa

perífrasis sin pudicia, a la prevaricación,

preguntándose si será pasteurizado,

postulado como prohombre prehumano!

 

Nadie sabe por qué está triste el presidente.

El gabinete está confundido, el ejército desbandado.

¿Será que no duerme por culpa de los disparos, del gas

lacrimógeno, de los gritos que hacen de paredes

en las cárceles?

 

¿Le quitan el sueño las sirenas

que cortan en pedazos la noche?

¿Le aterra el insomnio porque es como estar muerto,

porque los muertos tampoco saben cerrar los ojos?

(¿Duerme usted, señor presidente?)

  

[Del libro inédito Salvoconducto]

LUIS ÁNGEL BARRETO

 

(Maracaibo, 1979). Licenciado en Filosofía. Su poema “Souvenir” representó a Venezuela en el recital “Petite anthologie du sud” realizado en Bruselas, en 2008. Finalista en el III Premio Internacional de Poesía Joven La Garúa 2007 de Barcelona, España. Ganador del premio al Estímulo Literario Andrés Mariño Palacio, de la Gobernación del Estado Zulia en 2008. Ha publicado los poemarios Arqueología de olores (2007) y Las máquinas simples (2014), ambos por la Fundación Editorial El Perro y La Rana. Aparece en las antologías Amanecieron de bala, de esta casa editorial; En-Obra, de la Editorial Equinoccio; la antología de jóvenes poetas de la revista Poesía Nº 153 de la U.C.; entre otras. Como percusionista, ha participado en la música de piezas de danza, teatro y performances, así como en exposiciones de artes visuales y ferias culturales.

 

 

Que estas palabras no sean lo que nombro

que no sigan rastro a máscaras

ni a ceniza de laberintos

que sean baba colgante

abalorio para nosotros respirando todavía

que esta voltereta de apenas cuerpo

sea la extensión de una fuga

que estas palabras sean estruendo

luego murmullo recóndito de concha

silencio de campana

que quede de ellas solo su hambre

su humareda

lo improbable

solo aquello que parezca una levadura de horizonte

 

[Del libro Las máquinas simples, 2014]

 

Principio

Irte borrando

irte desandando las palabras.

Regresarte         hacerte perder los trazos y las tintas

volverte un cielo sin rayas ni tachaduras.

Y yo   quedándome también callado

con el silencio de los árboles

sus cicatrices   sus brazos múltiples.

Sin mediar signos

con sólo este ademán de quietud y el sonido a ramas.

Oliendo a silencio

como el de alguien que acaba de saltar

como el de aquel que casi ha abandonado el sueño.

Te descoso.

Te apago.

Te dejo sin los zamuros acostumbrados.

Te quito el atuendo de mundo

la piel que le muestras a los transeúntes

eso que te hizo fértil y te dio nombre.

Desaparezco todo rastro de tu superficie

te regreso a tu umbral.

Te vuelvo a hacer recién nacida.

Y te pongo al sol

hoja de papel

al fin

en blanco completamente.

 

  [Inédito]

KEVORK TOPALIAN

 

(Caracas, 1969) es autor del libro Lámpara de oscuridad (Caracas, 2008), galardonado con el premio Fernando Paz Castillo de Poesía del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos en su edición XVII. Su poesía se inscribe en la tendencia del pesimismo dionisíaco, opuesta al pesimismo romántico ampliamente generalizado hoy en día en las artes, incluyendo el cine, lo que dota sus creaciones de una singularidad e independencia que de entrada las hace difíciles de asimilar, pero cuyo estilo sólido y consistente permite el acceso e incluso la eventual identificación del lector. Sus creaciones tienen la particularidad de combinar un amplio espectro de registros rítmicos, incluyendo la integración del modo de versificación tradicional con el “libre” o actual en una misma secuencia. Tiene en su haber tres libros terminados, perfectamente accesibles en la red a través de Scribd en el siguiente enlace: https://es.scribd.com/ktopalian.

 

El alguacil

 En trato continuo

con desconocidos,

el día que declina

aconseja movimiento,

seguir de largo, pasar.

 

Hay voces en la noche

que nunca se reconocen

y objetos que interrogan

con ademán tan propio,

como suelen, ¿quién?

 

El apartado alguacil,

cambiante, permanece

mudo sin dar razón,

el apartado alguacil,

siempre el mismo, dice yo.

 

Un hombre reza

            –¿Pero quiénes conspiran

en este momento de adoración?

            –A la vuelta de Dios, un hombre reza,

camina a través de siglos y desiertos

al encuentro con el verbo

y el milagro mismo de ese dios.

 

Máquina del tiempo…, ya la brisa

susurra con él sus oraciones,

el desierto golpea recio con su sol

y ya la arena eterna registra huellas:

el transeúnte es un apóstol.

 

Rezar se sabe en un futuro,

es tan fría, de piedra la mirada,

se sabe en su enfermedad mentir

y quebrar su rencor en la sonrisa,

postpuesta por dos mil años:

en una mueca que rompe la oración.

CAMILA RÍOS ARMAS

 

(Caracas, 1989). Licenciada en Estudios Liberales en la Universidad Metropolitana. En 2005 participó en el Taller de Creación Literaria, mención Poesía, de Monte Ávila Editores. Forma parte de la antología El patio del limonero, editada por El Pez Soluble y Joven poesía venezolana (traducida al árabe). Con su poemario inédito A dos aguas obtuvo la segunda mención especial del X Concurso Nacional de Poesía para Liceístas 2005, organizado por la Fundación Casa de la Poesía “J.A. Pérez Bonalde” y la Casa Nacional de las Letras “Andrés Bello”. En 2007, ganó con Muralla intermedia la mención honorífica en poesía del II Premio Nacional Universitario de Literatura, convocado por la Comisión Permanente de Directores de Cultura de las universidades venezolanas, publicado posteriormente, en 2008, por la Editorial Equinoccio. En el 2012, publicó su segundo libro titulado Ecos.

 

Mudanza

 Todo comienza por el deseo. O quizás el cansancio. El querer habitar lo inhabitado. No ser pilar ni rosa.

Todo comienza cuando quieres que la roca sea otro, construir en medio de la nada el más fuerte espacio del todo.

Todo comienza por coleccionar el vacío. Cajas desarmadas en las aceras de la ciudad, detrás de los comercios, en una esquina, al lado de la bicicleta oxidada. Cinta adhesiva y marcador.

Todo comienza porque quieres trasladarte introduciendo cada fragmento de una vida en un cubo degradable que firmemente deje dicho lo que adentro lleva.

 

Organizar la vida. Catalogar los recuerdos en «perdurables» y «para donar».

Darse en el objeto.

Botar el colchón de 25 años que no vale una casa nueva.

 

Date cuenta que no podrás llevarte las manchas en la pared

o el olor a madera no pulida

el árbol de higos testimonio del consumir de las estaciones

 

Date cuenta que ya no serás el pomo de esta puerta

128 ya no es número que te oriente

Tus pasos dejarán de ser ciegos movimientos sobre lo sabido

Lloverá tu cuerpo lo nuevo con cautela

 

Dejarás las luces prendidas para asegurar tu verticalidad

 

Le darás lugar primero a las cosas

Amplio espectro de lo inédito será tu orientación

 

Tendrá la vista nueva ascendencia sobre los árboles

Silencioso pájaro cantará en lo blanco

y serás deseo del otro

casa sin ruidos

piso sin pelos de perro

escalera oscura noche de lo que siempre han sido.

 [Inédito]

 

Primera voz:

Mañanas grises

como el hierro que sostiene tu

dignidad

te mantienes de pie

por una fuerza ajena a ti

no te resistas a la caída

todos te hemos visto

sin máscaras

todos hemos visto ya tu forma

sin espejo que la refleje.

 

Segunda voz:

El tiempo sólo me ha servido

para agrietar mis máscaras

He perdido mi rostro.

  

Primera voz:

 

Siento la orfandad de la medialuna

cuando en el cielo las estrellas

no se han confabulado para quedarse latentes

Siento la orfandad de la medialuna

cuando Venus ya no está a su lado

y las nubes rojizas

avecinan lluvia nocturna

Siento la orfandad de la medialuna

cuando el callejón de piedras

me lleva a donde mi nombre no tiene

boca que lo pronuncie.

 

Segunda voz:

Pronuncio tu nombre

desde este punto

donde la arcilla moldea mi dolor.

 

[Del libro Ecos,  2012] 

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