Olive Kitteridge

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OLIVE KITTERIDGE

Lisa Chodolenko. 2014

Miniserie HBO

Sí; hay que empezar por Olive. Aunque han pasado dos años desde su estreno, Olive sigue en pie en algún lugar de Maine, mirando por la ventana, diciendo: Estar deprimida es de inteligentes.

El azúcar glass del dulce se convierte en una nieve gruesa que cubre un campo árido en pleno invierno. Esta es la metáfora de la apertura de la serie de HBO, sobre el libro de Elisabeth Strout con el que ganó el premio Pulitzer en el año 2009, el guion es de Jane Anderson. Los créditos del comienzo de esta serie de cuatro episodios, tienen imágenes de detalles hogareños: dulces caseros, papel estampado, punto de cruz, pero entre ellas, mechadas, como si de la obra de Martha Rosler se tratara (House Beautiful: Bringing War Home) se ve la imagen de un whisky con hielo, valium, una bala humeante, una tormenta en el mar. El comienzo habla sobre lugares de los que crees que solo podrás salir drogada, muerta, y si tienes suerte, a rastras. Frances McNorman produce esta serie e interpreta a la Sra. Kitteridge: profesora, esposa de Henry (Richard Jenkins), y madre de un retoño; como poderes  tiene la capacidad de ver las cosas sin afectación, hablar sin poses aprendidas y de ser contradictoria. Olive es como si imaginásemos que estamos dormidas, y despertásemos en un lugar donde ninguna persona dice lo que quiere decir, sino lo que cree que debe decir, todo a nuestro alrededor es mediocre, tenemos que ir a trabajar con niños que te parecen palurdos, y tú te sientes cansada y harta de sonreír cuando lo que tienes ganas es de salir a la calle y decir: mentira, mentira y mentira.  De eso va Olive Kitteridge.

Olive es hija de la guerra, de esos padres que se fueron a Corea o a Vietnam en E.E.U.U. La historia está estructurada en cuatro capítulos (Pharmacy, Incoming Tide, A diferent road y Security) y con diferentes flashback, desarrolla la historia de esta mujer en un pueblo de Nueva Inglaterra. En una de las primeras escenas del primer capítulo una mujer, madre de un alumno de Olive, entra en la farmacia del pueblo, de la que es dueño Henry, el marido de Olive, a pedir más Valium. El marido de Olive, le dice que no le puede dar más pastillas sin receta, y le empieza a  hacer preguntas impertinentes sobre su estado de ánimo, decidiendo que en vez más pastillas lo que necesita es comprar dos lámparas de luz blanca y potente, porque su tristeza solo debe ser consecuencia de la falta de luz del invierno. De esta forma tan pueblerina (que el farmacéutico sepa de tus problemas de salud) queda plasmada varias cosas: la profesión del marido, la moral pueblerina, y la epidemia de depresión que llegó asolar a las mujeres nacidas en los 50: nuestras madres. Porque Olive es como nuestras madres: inteligente, frustrada, fuerte, cobarde y triste. O por lo menos retrata a algunas madres, otras no:

Por estos días vi la película de la directora francesa Mia Hansen-Love, L’Avenir (El Provenir,) una película protagonizada por Isabelle Huppert, donde interpreta a una madre, profesora de filosofía y escritora, que cuida de una madre insoportable, esposa de otro profesor universitario, hasta que el marido decide separarse enamorado de otra mujer más joven. Entonces Nathalie, sin mostrar síntomas de fatiga (a su triple jornada se le añade una situación de estrés emocional) sin ayuda psiquiátrica ni psicológica, sin pastillas, sin whisky, sin dudarlo, casi sin inmutarse (muy a lo Huppert), sale a flote, y termina diciéndole a un antiguo alumno: Nunca había sido libre; Que no es lo mismo que: “por fin libre”. Es cierto que Maine y París, no es lo mismo. Ni son los mismos orígenes los de Strout y Hansen-Love. Y si colocásemos a estos dos personajes juntos en una habitación se mirarían como un saltamontes y una trucha. Una es heredera de Simone De Beauvoir y la otra… la otra se ha parido sola. Nathalie sale a la vida con una entereza y fuerza, envidiable. Con una indiscutible confianza en la vida y en el provenir. Casi se puede hablar de un mensaje positivo sobre la capacidad humana. Encuentra su amor a la vida a través de todos los filósofos (franceses por supuesto) que la reconfortan y de si misma. Sería la versión de madre que todas nos hubiese gustado tener: sana.

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Olive lucha contra sí misma. Lucha para no odiarse, para que su visión no la destruya a ella, ni a todas las personas que están a su alrededor. Sin piedad mira el mundo, y solo ve gente mediocre, incluidos su esposo y su hijo. Trabaja entre el alivio y el látigo. Entre el desamparo y la protección cínica. ¿Por qué no huye? ¿Es débil o simplemente masoca? No: está enferma. Con esa enfermedad sinuosa y no tan grave que es la depresión. Y que durante muchos años (décadas), y aun hoy en día, sigue siendo la última salida del armario: decir que durante un tiempo te gustaría no vivir más. Solo unos años, hasta que tengas ganas de salir de la cama.

Hay muchos retratos de mujeres tristes, pero pocos de mujeres tristes y rabiosas. Bertha Mason, la esposa del Sr. Rochester en Jane Eyre es una Olive victoriana, que el romanticismo de la época vuelve loca, y a la que el maridito encierra durante diez años en un ático.  Esta serie retrata despacio a una mujer hija de su tiempo, de su clase, de su vida, de sus decisiones. Podemos comprender a través de ella mucha de la tristeza que gobierna nuestras vidas y que a veces se instala para quedarse.

Después de retratarnos a Olive y sus relaciones con diálogos ácidos y divertidos, en el tercer capítulo, en una cena con amigos, tiene lugar esta conversación sobre los hijos y los nietos:

  • El otro día vino mi nieta y me dijo: aunque seas mi abuela, no tengo porque quererte. Nunca aciertas, por mucho que te esfuerces.
  • Pues que les den, eso es lo que yo digo.

Lo último lo dice Olive, claro está. Y nos habla de que te exijan que sepas hacer algo que nunca has hecho, como única referencia tus progenitores, que tampoco supieron vivir su propia vida. Después de esa cena, una indigestión de marisco, les llevará al matrimonio Olive y Henry al hospital. En el hospital dos drogadictos asaltan la guardia y los maniatan, y en esa situación de miedo y estrés, el matrimonio se sincerará:

  • Eres demasiado simple para mí, debí dejarte hace años.
  • ¿Y por qué no lo hiciste?
  • Porque él murió.
  • No habrías durado ni dos semanas con él.
  • Tampoco, tu habrías durado ni dos semanas con tu ratoncita.

Henry buscaba alguien a quién proteger, y Olive alguien a quién atacar, que no fuese ella misma. De eso también va Olive, de las sinceridades a destiempo.

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Puedes decir sin llegar a tener un juicio familiar, que no ves a los hijos ni a los nietos como regalos del cielo, sino como un trabajo extenuante y malagradecido, que tu trabajo de profesora es una continua desilusión, y que te cagas en tu padre, porque se pegó un tiro en la cabeza. Puedes crear un personaje que hable así, que no ha desarrollado la tan extendida: afectación (Afectación según la RAE es falta de sencillez y naturalidad) pero está mal visto, como si lo políticamente correcto hubiese traspasado la realidad, y habría llegado a la ficción a modo de moraleja o moralina. Es a lo que huele el personaje de Nathalie de Hansen-Love, y por lo que me hizo acordar a esta estupenda serie, donde el personaje no te dice cómo se hace, sino cómo se sienten una cuando lo hace. Y aunque quisiésemos pasarlo todo con luz y entereza, a veces por mucho Simone que haya no se puede.

Porque: ¿Qué nos hace humanas? La enfermedad y la tristeza. Pero ante todo la muerte. La libertad no es un estado al que se llega, los peldaños varían según la clase social donde has nacido, tiene que ver con la tristeza que acarreas, y con el tiempo que puedas dedicarle a crearla.  La libertad es cuando te dejas atrás, te perdonas, te quieres y te olvidas.

Muchas son las madres retratadas como madres crueles y malvadas, que crean con su autoridad arbitraria, hijos psicópatas, causantes de desórdenes psiquiátricos, como la madre de Carrie (1976, Brian de Palma), o la Kate Barker de Bloody Mama (1970, Roger Corman), pero como la primera Sra. Rochester, se les esboza la parte oscura, como si la crueldad y la maldad no tuviese razón de ser. Criticona, testaruda y ruin, así la define su último acompañante, Bill Murray. Sí, Bill, pero visionaria de las partes oscuras. Francis McNorman da vida a esta mujer que parece una versión de su personaje en Fargo. Una versión amarga. Personajes que pueblan Maine, o lugares donde Simone de Beauvoir, no llegó. Olive es cuando miramos a nuestras madres y nos asustamos por lo que nos parecemos a ellas. Somos nosotras enfermas y lucidas. Derrumbadas y desamparadas. Pero con el poder de la visión.

 

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