Jeune Femme

 

 

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JEUNE FEMME

Lèonor Serraille

(2017)

 

Es la primera película larga de esta directora francesa, su guión de final de carrera, y tiene quizás toda la fuerza y algún fallo perdonable de una ópera prima. Cuenta un momento en la vida de Paula (Laeticia Dosch) cuando el que ha sido su pareja por más de diez años, un hombre mucho mayor que ella, no le abre la puerta del departamento, y tiene que sobrevivir en el París actual, sin dinero y sin amigos. La película comienza con un plano en gran angular, en un pasillo de un portal, en el que la protagonista intenta abrir la puerta de la que fue su casa con la cabeza, herida que solo sanará cuando la película termine. Le sigue una secuencia en el box de urgencia de una hospital de París (en el que como estamos en el primer mundo, puede estar sola con un médico para ella solita) que le hace preguntas sobre cómo se siete, si no hay nadie que le pueda ayudar, porque no la ve muy centrada. Y ella le responde: No, no hay nadie. Sí, en este mundo hay gente sola. Y Laeticia Dosch en un alarde de interpretación riesgosa nos hace una demostración de cómo una mujer puede encarnar a través del arte la mayor fragilidad de lo que es ser humano. Una película, que hace referencia a la Holly de Breakfast at Tiffanys (1961) vagabunda de un Paris frio y solitario con un gato, entre la Gena Rowlands de Woman Under of Influence (1974) de Cassavetes, que no sabe cómo sacarse a sí misma de encima, y la Anna Magnani de Amore (1948) de Rossellini, tres personajes clásicos que narran esa época en la que sientes que todos tus patitos han salido de la fila. Pero que tal como recoje esta Joven Mujer, no solo es tu fragilidad, tus escasos recursos emocionales, o tu intensidad lo que te hace intentar ahogarte con el cable del teléfono, es que al otro lado hay un perverso, una sociedad materialista y materializada, unos vecinos sordos, unos compañeros de metro ciegos ante el llanto de una mujer que no se siente bien. Una vida que no ha sido regida por el estándar emocional, y eso tiene un precio.

En esa debilidad mostrada ante el que no posee nada frente al dominio de otra persona sobre tu vida y tu deseo, esa obligatoriedad a aceptar las reglas del hasta entonces el amado, que nos recuerda al libro de Annie Ernaux, Passion simple, puedes ver que son a personas tan fuertes que son capaces de exponerse y de comprometerse, no con un trabajo, no con unos hijos, no con una casa, no con unos amigos, sino comprometerse con una misma: no cansarse de sentir, no cansarse de exponerse, no huir, no tratar mal porque se puede. Porque la debilidad no puede sino ir acompañada de una fuerza vital. Con un color bello, unos encuadres sencillos pero narrativamente suficientes, un montaje que no se detiene ni un momento en nada que no sea el alma, y en el que no te da tiempo a fijarte pues sigues a este personaje como vende joyas, como se hace pasar por otra persona para tener a un amiga, como consigue un trabajo vulgar, la sigues porque nos aves si lo va conseguir, si al final va a ser libre de nuevo. Esta joven mujer nos habla de cuando se está pérdida frente a un mundo que cree que se ha encontrado.

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