En el suelo lunar de granito
extendimos los brazos y las piernas
nos sonreímos
un poco
con cautela
estábamos siendo felices
entre tanta ruina
y tanta pérdida
qué miedo nos daba
el puro contento del agua dorada
del aire limpio, las bocas llenas de besos
El Dorado.
*
Mordeduras
ranas minúsculas que habitaron el verano
al final del paseo,
un paseo al futuro:
qué voy a ser, qué vas a ser.
Futuro,
como las ranas
tantas, tantos
tan pequeños
se las oía moverse
un crepitar fuerte
al acercarnos
como si hubiesen tirado
un saco de gravilla.
El asco y no,
la alegría y no,
el final del verano.
*
Mírame para saber que aún.
Tócame para saber que sí.
Sujétame para entender cómo.
Deshaz la línea toda
que me demarca.
*
Sentaste tu peso frente a la casa.
Tu peso:
el de tu cuerpo
más el de lo que guardabas
más
el de lo que guardaba
un niño de nueve años
que fuiste tú.
Te sentaste con todo aquello encima.
Creí que el suelo iba a reventar.
Se acabó
ahora todo va a reventar.
Se acabó
ahora todo va a reventar.
Pero no lo hizo.
Te sentaste y te levantaste
y eso fue todo.
*
Porque eres hilo de oro
y tiro de ti
pero no te deshago
y tiro de mí
y te acercas
con todas tus distancias
la de la geografía,
la de la lengua,
la del secreto.
*
Otro cuerpo.
Hace falta otro cuerpo
que me sirva para transportarte
y transportar también
lo que te duele
lo que me duele
lo que ya no nos cabe.
Nosotras
que día tras día
alargamos los límites
y no nos bastan.
*
Nuestro deseo: habitar una isla,
dejarla que tome forma
a golpe de estar en ella.
Habitar una tierra,
dejarla que se rodee de mar
y se aleje lo justo.
***
Teresa Soto (Oviedo, 1982) es autora de Un poemario (Rialp, 2008, Premio Adonáis), Erosión en paisaje (Vaso Roto, 2011) y Nudos (Arrebato Libros, 2013). Ha vivido en Estados Unidos, Italia, Egipto y Líbano. En la actualidad reside en Madrid.