Cuando rebasa el mar. Antología de poesía femenina argentina IX

Fotografía de Erika Aristides.

 

Fotografía de Erika Aristides.

Fotografía de Erika Aristides.

 

 

 

BEATRIZ VIGNOLI

(Rosario, Argentina, 1965)

 

 

Juega la disonancia durante el respiro de la palabra poética, y en ese juego, Beatriz Vignoli, nos envuelve y arrastra dentro de sus poemas hasta dejarnos sin aire, y al verso siguiente, resucitarnos.

Un sube y baja de altas cumbres. Un estruendo que hace repetición como el propio eco.

Lila Biscia

 

 

* * *

 

 

 

ESTACIÓN SAN ISIDRO

 

¿Y si volver no fuese como caer?

 

El color que tenía todo antes de irse:

lo diagonal del andén, un vértigo

a través de la luz, una secreta

noche infinita no localizable,

mortalidad del sol.

 

¿Y si el tiempo no fuera como diluirse?

Si la mañana pudiera restaurar

de su fractura el alma, pegar los pedazos del café,

desayunar

frente a tu pelo del color del árbol,

no de la nieve.

 

Nunca hubo ningún siempre.

La letra de mi vida se gastó sin nacer.

Pero algo, una música de ciudades

te escribe sin idioma, te dibuja de nuevo

en rojo y en azul, como si nada

hubiera comenzado.

 

 

 

 

VIERNES SANTO

Ha muerto la
Gracia. No hay de qué.
El sol brilla sin dioses.

No tenemos esperanza;
tenemos, sí, la esperanza de la esperanza,
esperamos que la esperanza
suceda.
Hemos tenido fe
y voluntad; hemos luchado,
con una fe sin esperanza hemos luchado.
Para perder mejor hemos luchado,
para que no nos ganen así como así,
para que les cueste
aplastarnos, para eso
hemos luchado sin esperanza,
sólo con voluntad hemos luchado.
Ha muerto la
Gracia. ¿Resucitará? (¿Estás
llorando?) ¿Resucitará?
Hemos amado sin esperanza,
con deseo hemos amado,
sin esperanza hemos amado.
Con una piedad sin esperanza hemos amado,
con una piedad funeraria.

El sol brilla sin dioses.
En tu cara.
Estoy forjando el día
como si fuera de hierro el vivir.
Estoy sosteniendo el tiempo.
Estoy mirando cómo el cielo lentamente cae,
una vez más
cae.
Sin esperanza alguna recuerdo tu belleza,
con una piedad funeraria.
Pero estoy tallando la espera
como si fuera de mármol el día de mañana.
En el declive de lo que cae derrotado,
en el de lo que cae derrotado para siempre
sostengo la nada,
sostengo la nada,
como si de dioses se tratara.
En retirada, enarbolo todavía
con una mano herida, la forma del cielo.

No te vayas. Yo sé los nombres del mundo.
Sé pronunciarlos. No te vayas.
Podrías, todavía, hacer algo
con la distancia entre tu amor y mi muerte.
Podría, esa distancia,
no ser del todo una cosa desesperada.
Podría yo no perderte así como así.
Pero la Gracia ha muerto,
el sol brilla sin dioses,
la tierra es dura.
Ha muerto la
Gracia. No hay de qué.
No hay dónde fundar
ningún futuro: las casas son pequeñas
o ajenas, y sus estantes están atestados
de ciervitos de vidrio fumé,
sus estantes atestados,
melancólicos, ebriamente lluviosos bajo este sol.
Este es el país donde nadie fundó nada.
Pero yo (no te vayas)
sé pronunciar el nombre de tu carne.
Podrías ayudarme, por ejemplo
a limpiar.
En cambio estás ahí, tan art decó
en tu quietud de cadáver en pie,
tan neoplatónica tu pose que
no pueden con eso los plumeros comunes;
es terrible, con tu belleza no puede nadie,
es más terrible que la misma piedad
funeraria.
Escuchame, yo sé,
yo sé pronunciar los nombres del mundo.
No te vayas.

 

 

 

NO ESTÁ TU CUERPO

No está tu cuerpo
teníamos la misma estatura

ya no
que el suelo olvide tus pies.

Hinchada de tu ausencia como un globo
se halla la noche.

 

 

DEMORA DEL EFECTO

El mar apuesta olas
en la playa vacía.
Yo fui la amable máquina
que hizo un mundo del día.
Voy a esperar un coche
que se lleve mi cuerpo.
Voy a soltar las llaves.
Contemplo a la extranjera
sentada en el espejo:
ella ya no se acuerda
de dónde es su camisa
y nadie más lo sabe.
No sé cómo ha existido.
Se ha quemado parejo
como un buen cigarrillo.
Yo conozco su cara:
extrañamente, es mía.
Habito esta señora de ojos tristes
y no me imaginaba terminando así.

 

 

 

EL PINO

Apagué los motores
y anduve a la deriva
¿cuántos años anduve
a la deriva, el motor apagado, ni
impulso ni gobierno, sin dirección?

Me recuerdo leyendo neones
a la vera de avenidas
desiertas. ¿Cómo pudo
nevarme encima todo este cansancio?
¿Cómo pudo acumularse, quedar ahí toda la vida?

Sacudo la cabeza como un pino. La nieve
no se va.

 

 

 

LA CAÍDA

Si te dicen que caí
es que caí.
Verticalmente.
Y con horizontales resultados.
Soy, del ángulo recto
solamente los lados.
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsión ornamental del héroe
que hace que su caer se luzca como un salto.
Ese rizo del mártir que, ascendiendo
se sale de la víctima
y su propio tormento sobrevuela
no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,
caigo.
No hay parábola
ni aire, ni fuerza de sustentación.
Un resbalón: espero. Al suelo llego
por la ruta más breve.
Un alud, una piedra,
una viga a la que han dinamitado.
No hay astucias del cuerpo en mi descenso.
Se sobrevive: el fondo
del abismo es más blando
para quien no vuela, sólo cae.
Si te dicen que caí,
no vengas
a enseñarme aerodinámica revisionista.
No me cuentes de los que cayeron venciendo.
No vengas a decirme
que no crees que haya sido un accidente.
En lo único que creo es en el accidente.
Lo único que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningún motivo,
es desmoronarse porque sí.

 

 

Los poemas de esta selección pertenecen al libro Viernes, Bajo la luna (2001).

 

 

 

 

***

 

Beatriz Vignoli  nació en Rosario (prov. de Santa Fe) en 1965. Es poeta, novelista, periodista, traductora y crítica de arte. Su primer libro Proesía en Rosario en el año 1979. En 1991, comenzó a colaborar en la sección Cultura de Rosario/12, donde actualmente es crítica de Plástica y Literatura. Una reseña suya publicada en Rosario/12 el martes 21 de agosto de 2007 obtuvo en 2009 el premio Blanca Stabile de la Asociación Argentina de Críticos de Arte. Ha colaborado además en el diario The Buenos Aires Herald, el suplemento Grandes Líneas del diario El Ciudadano y las revistas Expreso Imaginario, Diario de Poesía, Hablar de Poesía, trespuntos, Fénix y MOR. Tres de sus novelas se publicaron por capítulos en la sección Contratapa de Rosario/12: DAF, Molinari Baila y El Bote. Las dos primeras fueron publicadas luego como libro, al igual que “Nadie sabe adónde va la noche”, “Es imposible pero podría mentirte” y “Reality”, con la que ganó un segundo premio en la edición 2004 del concurso municipal Manuel Musto. En poesía publicó los libros como Almagro, Viernes, Bengala y Lo gris en el canto de las hojas. También escribió el libro de crónica barrial Kozmik Tango, sobre el cual co-produjo un cortometraje con Mala Frame y la Dirección de Educación de Rosario. Es curadora independiente de artes plásticas y traductora de inglés.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *