Cartografía de la voz
Un prólogo
Construimos una cartografía de voces.
Un mapa donde las líneas son versos, son palabras. Donde la frontera se desdibuja con el cuerpo, y el cuerpo hace ancla en la multiplicidad de discursos.
Una antología de poetas argentinas habla de un idioma que se comparte y de un sujeto que se construye dentro de un universo que somos capaces de modificar; de modelar a través de acciones que ineludiblemente involucran movimiento.
Trazar un camino de poesía escrita por mujeres implica intervenir conscientemente sobre los dispositivos productores de subjetividad, que cumplen una función normativa. La ponemos en cuestión, haciendo por sobre ella.
Se escribe para que no sea la historia de la cultura quien nos narre, sino, para que seamos nosotras narrando el mundo.
La voz habituada al silencio dice una subjetividad propia; diversa, descentralizada de un discurso que se nos hizo ropa vieja. Establecemos, entonces, un diálogo donde la literatura descascara los hilos ajados, y desnuda lo que cada una de las escritoras tiene para decir.
Esta antología que presentamos hoy no deja de estar en proceso.
Se pretende con ella mostrar poesía escrita por poetas argentinas de diferentes partes del país; de distintas generaciones, estilos, temáticas.
Queremos que quien hable sea el poema. Que el poema nos diga y nos transforme. Que éste espacio pueda ser un lugar de confluencia de voces heterogéneas e irrepetibles. Tan irrepetibles como el lugar al que deseamos volver, simplemente para transitar el camino de la búsqueda.
Este es un corpus inacabado.
Un cuerpo que seguirá construyéndose, en la medida en que las voces no dejen de sonar.
Lila Biscia
Buenos Aires, Argentina
Septiembre de 2016.
***
I
LAURA GARCÍA DEL CASTAÑO (CÓRDOBA, 1979)
La voz de Laura resopla como gotas que caen desde lo alto.
Ponemos las manos en forma de cuenco para sostenerlas pero como el agua, sus palabras hacen temblor en la grieta; y el poema, sus poemas, nos convierten en rehén.
El poema es solo esto
La galletita del enfermo,
el vaso con agua del moribundo,
la propina del que abrió todas las puertas,
la visita del preso,
un techito para el insolado,
la masturbación del viudo,
el trueno en la sequía de toda una vida,
un remo en el oleaje de los hombres,
el primer canto del gallo,
la medalla en el respaldo del agobio.
No le pidas amistad, resurrección, cuidados de enfermera.
No te dará apellido, vacaciones, hospedaje.
No le des conversación.
El poema abandona tu oscura importancia
te convierte en su rehén, su leña, su mascota,
en alguien que abandona sus certezas
para hundirse en el desierto
de un reloj de arena,
en señal de espejismo.
(de La vida en que sueñas, Recovecos, 2012)
* * *
Afuera aúllan los lobos
Salir de un cuarto deshecho
mientras afuera aúllan los lobos
andar con algo menos, como arrancado
ordenar los poemas
mudar lo que resta entre nosotros
comprar peces, cortar el jamón
advertir una nitidez esclava de lo perdido
rompo la camiseta que me regalaste
uso su manga para limpiar los muebles
arruinados por la obsesión que el tiempo
tiene con nosotros
queremos lo que no hay
y tironeamos de los demás para que ocupen ese traje
¿somos estadías en la ausencia o somos el rastro?
estas noches tienen las facciones de lo eterno
soñé con el infarto de mi mano izquierda
soñé con el techo de ese hotel
reflejando nuestra fiebre
te abrías como una flor carnívora
adentro raspabas
como las uñas de un muerto
soñé que el dolor tenía la profundidad de un pozo
donde se ahogaba alguien llamado Oscar
desperté
escribí la palabra llave para liberarme
miré una vez más tus fotos
la de tus pies
tiene tal placidez
que nunca pude advertir que huirías
* * *
Nadie te conoce
no saben cómo
dispones la risa, moderas el hambre,
controlas el celo,
la voracidad de la carne
desconocen cuándo
clavarías la lanza,
si serías quien da o quien bebe
del veneno
lo inesperado es un mundo de ciegos mirando el mar
esta habitación, la ropa sucia, tu dolor de espalda
que rujas como un niño maldito
no sugieren nada
sobre el corazón más tierno
sobre el bonsái más soleado
se esparce el musgo
florece la catástrofe
* * *
Taza de porcelana
sueldo el ataúd de una mujer llamada Lizzie Borden
y estoy solo
imagino que sabe de mí
y me avergüenza su fe:
ser curada por alguien que no ha sanado
imagino un leño que la neumonía extingue
un río al que se ha arrojado un chacal
Esta habitación lleva un oscuro propósito
como en river Falls
donde hoy despierta otro sueño americano
Persiste el olor a estaño
en el almuerzo, en el viaje a casa
a la noche pongo el agua para un té
sigo solo
algo ruge como Lizzie
en el porche de la casa que no abren
Pienso en la locura
como una taza
donde humea el aliento del día
donde flota la pesadumbre
y todo rostro de la maldad se refleja y germina
Mi paz brilla como el hacha de lizzie Borden
Mi voluntad se ha quebrado al ras, como su mango.
* * *
No te daría mi colección de cucharas importadas
Ni me tatuaría un brazo
Ni me iría a vivir a tu casa con tu madre
Pero te dibujaría lo que la vida te borre
Te esperaría debajo, en el gran salto
Porque soy todo lo que no has buscado
La arrastrada por tu mayor creciente
La que supo domar al fantasma de tu entrada.
Tomo lo que me sirves, lo picante, lo amargo
Soy lo que dejas afuera a la intemperie,
La que va hasta ese lugar de tu fiesta,
del corazón
de tu hambre
No hay una foto tuya en mi billetera
Nunca retuve tu número, tus claves
No hay nada que nos una
apenas me tenso al esplendor de tu vida
con ese hilo finísimo
con que la luz
sujeta a los insectos.
* * *
Tomo un té antes de las pastillas de las nueve y treinta
no miro el calendario ni hago asteriscos sobre las fechas
me baño con el frío alivio de la negación
cierro la puerta para conservar
esa extraña apariencia de olvido
Es hoy donde se duerme, hoy el veneno dado al pajarito
la sombra del árbol ha llegado más puntual
mansa y amigable como la tristeza no habrá
es el cobertizo de una granja
donde se han guardado
herramientas que han fingido su protección,
filos sin sospecha y sin nobleza
a la noche una lectura nos aguarda
la silueta de alguien nuevo por memorizar
el efecto de la frialdad
la orfandad de un juicio apresurado
tomo un té antes de las pastillas de las nueve y treinta
algo químico y vital meterá mi cabeza
en un mecanismo que exige
con los modales que fueron de la ambición
Entonces, en los segundos que dura
la procesión del vapor
la tez artificial del durazno
guardo un poco de luz, un gesto generoso
el bocado de un poema
tu traje de franela azul
temeroso, cavo y entierro para después
como un perro que solo conoce
las cínicas sobras
de un amo sin nobleza
(de Los demonios del mar, ed. Del Dock, 2015)
*
Laura García Del Castaño nació en la provincia de Córdoba, Argentina, en 1979. Editó ocho libros de poesía, entre los que se destacan El grito (edición de autor, 2004), La vida en que sueñas (Recovecos, 2012), El animal no domesticado (Pan Comido, 2014) El sueño de Sara Singer (Llanto de mudo, 2014) y Los demonios del mar (Ediciones Del Dock, 2015), así como en antologías, revistas y páginas web. Publica en el blog: www.lapalabrasembrada.blogspot.com