La mujer del agujero en el corazón

Fotograma de "Alma salvaje", basada en la novela de Cheryl Strayed.

 

 

Fotograma de "Alma salvaje", basada en la novela de Cheryl Strayed.

Fotograma de «Alma salvaje», basada en la novela de Cheryl Strayed.

 

 

 

Salvaje de Cheryl Strayed

Traducción de Isabel Ferrer y Carlos Milla

Roca (2013)

 

¿Puedo abrirme camino a través de esta película abstracta

 

sin herirme o herirte?

aquí hay bastante dolor

ADRIENNE RICH

Cheryl estaba sola. Estaba descalza al borde de un precipicio. Tenía veintiséis años y era huérfana. Su madre había muerto de cáncer cuatro años antes y ella, extraviada todavía en la difícil vorágine que prosigue a la muerte, decidió que caminar durante cien días entre montañascompletamente sola lo curaría todo. Y así lo hizo. Su andadura por el Sendero del Macizo del Pacífico (SPM), una ruta de más de 4.000 kilómetros que bordea la costa oeste de Estados Unidos entre México y Canadá y de la que Cheryl Strayed recorrió 1.700 kilómetros, dio comienzo en junio de 1995. O tal vez empezara cuatro años, siete meses y tres días antes, cuando en una pequeña clínica de Minnesota supo que a su madre le quedaba poco tiempo de vida.

“Fuimos al lavabo de mujeres. Lloramos, cada una encerrada en su cubículo. No cruzamos una sola palabra. No porque nos sintiéramos solas en nuestro dolor, sino porque estábamos muy unidas en él, como si fuéramos un solo cuerpo, en lugar de dos.”

La escritora tenía veintidós años, la misma edad que su madre cuando se quedó embarazada de ella. Iba a abandonar su vida en el mismo momento en que ella había entrado en la suya. Cuando Cheryl fue consciente de eso, justo en ese instante casi aulló de pena. Casi se asfixió por el peso de esa pena: iba a vivir el resto de su vida sin su madre.

“No se me había ocurrido nunca la posibilidad de que mi madre muriese. Hasta que estuvo muriéndose, la idea jamás se me había pasado por la cabeza. Era monolítica e inexpugnable, la guardiana de mi vida. Llegaría a vieja y seguiría trabajando en el huerto.”Salvaje no es un libro cualquiera. No es una de esas novelas sobre la pérdida. No es un manual de senderismo. No son unas memorias que cuentan cómo una joven norteamericana intenta sobrevivir llevándoselo todo por delante. Es una carta a la madre donde la hija intenta trazar un mapa geográfico del dolor.

“Soñé con ella sin cesar. En los sueños siempre estaba a su lado cuando moría. Era yo quien la mataba. Una vez y otra y otra más. Ella me ordenaba que lo hiciera, y en cada ocasión yo me arrodillaba y lloraba, rogándole que no me exigiera una cosa así, pero ella no cedía, y en cada ocasión yo, como buena hija, al final obedecía.” Nada le devolvería jamás a su madre ni la llevaría a aceptar que se había ido. Aquello la destrozó por completo. Cuatro años, siete meses y tres días tardaría Cheryl Strayed en encontrar el camino para salir del bosque.

Esta es la historia de una joven norteamericana de veintiséis años que acaba de divorciarse de Paul, el amor de su vida, ha puesto punto y final a su coqueteo con la heroína y se siente completamente perdida. Estamos en junio de 1995 en Mojave, un pueblo de California, la noche antes de que Cheryl comience su recorrido por el SPM. La escritora, que había abandonado la universidad cuando enfermó su madre, trabajó de camarera todo el año para ahorrar el dinero que necesitaría para comprar toda una serie de objetos imprescindibles en su aventura: unas botas que le harían los pies polvo, una mochila a la que bautizaría como Monstruo–pesaba más de la mitad que ella misma–, todo tipo de utensilios y ropa de acampaday una cantidad inimaginable de alimentos liofilizados. Hasta ahora nunca antes había hecho montañismo. Cheryl quería estar sola.

“Cuando desperté a la mañana siguiente en mi habitación del motel White, me duché y me quedé desnuda ante el espejo, observándome solemnemente mientras me cepillaba los dientes. Intenté sentir algo cercano a la emoción, pero solo experimenté un sombrío desasosiego. De vez en cuando era capaz de verme a mí misma –verme a mí misma de verdad–, y entonces una frase, atronando como un dios, irrumpía en mi cabeza; ese día, cuando me vi ante aquel espejo desazogado, las palabras que me asaltaron fueron: «la mujer del agujero en el corazón».”

La única certeza de la que Cheryl disponía aquella mañana era que había llegado el momento de ponerse en marcha. ¿Qué descabellado impulso la había llevado hasta allí? No importaba. Tenía su guía: El Sendero del Macizo del Pacífico. Volumen I: Californiay El sueño de un lenguaje común, un poemario de Adrienne Rich en la mochila. ¿Qué podía salir mal con los versos de Rich a los que agarrarse?

“Era cierto que El Sendero del Macizo del Pacífico. Volumen I: California era ahora mi Biblia, pero The Dream of a Common Language era mi religión. Lo abrí y leí en alto el primer poema; mi voz se elevaba por encima del rugido del viento que azotaba las paredes de mi tienda. Lo leí otra vez y otra y otra más. El poema se titulaba «Poder».”

Tres meses después, superados todos los obstáculos que el SPM le pondría y habiendo encontrado por el camino a varios peregrinos (Frank, Greg, Rick, Albert, Matt, Doug, Jeff, Christine, Stacy, Vera)que la ayudarían y enseñarían a aprender la soledad, Cheryl había llegado a su destino: El puente de los Dioses.

“Había llegado. Lo había conseguido. Parecía algo insignificante y al mismo tiempo extraordinario, como un secreto que siempre me contaría a mí misma, pese a que no conocía aún su significado.”

Después de terminar este libro una tiene ganas de saberlo todo sobre ella. ¿Qué hizo después del SPM? ¿Volvió con Paul? ¿Terminó su carrera? Cheryl es como una hermana mayor. Una de esas hermanas a las que contarles todo sabiendo que nunca te va a juzgar, que siempre intentará darte el más honesto de los consejos y te hablará desde la experiencia de haberse equivocado muchas veces. Una tiembla leyendo algunas de las páginas de este librointuyendo que todo aquello que existió durante la infancia, ahora está muy lejos y parece irrecuperable.

Mi madre sigue viva. Mi madre es mi mejor amiga y a ella se lo cuento todo. Quizá porque me tuvo a los veinte años y las dos somos jóvenes todavía. Pero leyendo a Cheryl Strayed una puede imaginarse el cuerpo atravesado por el dolor de crecer sin una madre. “No tuve ocasión de crecer y apartarme de ella, de quejarme de ella ante mis amigas y reprocharle las cosas que desearía que hubiera hecho de otra manera, para luego hacerme mayor y comprender que, en realidad, lo había hecho lo mejor que había podido y darme cuenta de que lo que había hecho era bastante aceptable, y acabar estrechándola de nuevo entre mis brazos. Su muerte había borrado todo eso. Me había borrado a mí.”

Escribe Adrienne Rich en “Cartografías del silencio”, uno de los poemas que componen el libro que acompañó a Cheryl Strayed durante su recorrido, que una conversación  sigue sus propias normas “no puede ser / rota. Se infiltra en nuestra sangre. Se repite”. Salvaje es esa conversación que empieza con una mentira, la que los propios hijos nos contamos para darle sentido a la historia de nuestros padres. Y acaba siendo una carta que pronuncia las palabras no dichas.

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*Este artículo fue publicado previamente en Gonzoo.

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