Todas íbamos a ser reinas.
Gabriela Mistral
Enxamás quixi paeceme a ti,
caballu que sangras al rodiu la casa ardiendo.
Pero tamién toi fecha de ceniza.
Toes díbemos ser reines
col arume a quemáu nel cuerpu.
Nada nun nos queda agora sinón renacer
como renació’l pelícanu d’una llingua estraña,
o cabalgar como lo fai’l caballu coxu
ente la vianda con Sherezade al hombru.
Toes díbemos ser reines.
Como nun lo somos, soltáinos
estes manes ardientes.
Todas íbamos a ser reinas.
Gabriela Mistral
Jamás quise parecerme a ti,
caballo que sangras alrededor de la casa ardiendo.
Pero también estoy hecha de ceniza.
Todas íbamos a ser reinas
con el aroma a quemado en el cuerpo.
Nada nos queda ahora sino renacer
como renació el pelícano de una lengua extraña,
o cabalgar como lo hace el caballo cojo
entre la hierba con Sherezade.
Todas íbamos a ser reinas.
Como no lo somos, soltadnos
estas manos ardientes.
*
Escontra l’insomniu tamién dormía dalguna vez con mio ma.
Yo miraba pala paré, ya ella pa la puerta,
pa guardar tolos furacos del templu.
A veces xirábame pa ella,
tocába-y los rizos per ou salíen los páxaros
que-y contaben mentires a la pena.
Páxaros d’otru tiempu nel que yo nun morrí.
Cuando nun podíemos dormir
facíemos migraciones a la cocina
o al soníu de la curuxa monte arriba,
al picu’l monte a rodiar las estrellas,
metelas nun vasu de Nocilla.
Contábame cuentos garraos de la nuesa Sherezade,
vieya ya coxa.
Agora, de nueche, voi tocar los páxaros
hasta que pueda facelo colos güeyos zarraos,
y voi dicite, a ti, Sherezade,
que yá siento la to pena tocando los rizos de mio ma.
Les muyeres d’esta tierra tamos condenaes
a llorar colos güeyos zarraos los domingos,
abrazanos callaes de llunes a vienres.
Contra el insomnio también dormía alguna vez con mi madre.
Yo miraba hacia la pared, y ella hacia la puerta
para guardar todos los agujeros del templo.
A veces me giraba hacia ella,
le tocaba los rizos por donde salían los pájaros
que le contaban mentiras a la pena.
Pájaros de otro tiempo en el que yo no morí.
Cuando no podíamos dormir
hacíamos migracioens a la cocina
o al sonido de la lechuza monte arriba,
al pico del monte a rodear las estrellas,
meterlas en un vaso de Nocilla.
Me contaba cuentos tomados de nuestra Sherezade,
vieja y coja.
Ahora, de noche, voy a tocar los pájaros
hasta que los pueda sentir con los ojos cerrados
y te voy a decir a ti, Sherezade,
que ya siento tu pena tocando los rizos de mi madre.
Las mujeres de esta tierra estamos condenadas
a llorar con los ojos cerrados los domingos,
abrazarnos calladas de lunes a viernes.
*
Precédenme muyeres que trabayen
cola tierra mesmo. La tierra,
esa cosa tan ruin de la qu’enxamás va salir oru.
Elles batéanlo, acarician la so testura.
Invéntanlo.
Nun soi namás qu’un espeyu,
una persistencia vieya de la imaxinación.
Me preceden mujeres que trabajan
con la tierra misma. La tierra,
esa cosa tan ruin de la que nunca va a salir oro.
Ellas la batean, acarician su textura.
La inventan.
No soy nada más que un espejo.
Una persistencia antigua de la imaginación.
***
Raquel F. Menéndez (Salas, Asturies, España) es graduada en Lengua Española y sus Literaturas y máster en Género y Diversidad. Actualmente investiga para su tesis doctoral la producción de poetas españolas de la posguerra desde la perspectiva del compromiso y su recepción. Como poeta ha ganado el premio de poesía de la Universidad de Oviedo y el Premio Nené Losada (por El llibru póstumu de Sherezade, cuyos poemas publicamos). Asimismo, sus textos han aparecido en revistas como Litoral, Formientu y Lliteratura.
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