La parte de tu cuerpo de la que se apropia el ojo ajeno

 

Sojourner Truth sólo era capaz de entender su experiencia en tanto que mujer negra, lo que la llevó a encabezar la lucha feminista y antiesclavista… incomodando en ambas. Su reivindicación en tanto que mujer negra esclava es un excelente ejemplo de lo que se quiere teorizar en el pensamiento interseccional desde finales del siglo XX.

 

 

“Cuando hay mucho alboroto es porque algo está pasando” (1)

  

Debió de ser una escena imponente. Una mujer negra, menuda y firme en su caminar toma la palabra, mostrando de inmediato su carisma y la fuerza que era capaz de imprimir a sus palabras. Su audiencia eran mayoritariamente mujeres blancas que se habían reunido en 1851 en Akron (Ohio) para reivindicar los derechos de las mujeres. Mujeres blancas que indudablemente se sentían incómodas ante la presencia de Truth y de su relato. Mujeres blancas a las que probablemente les intimidaba la presencia de una esclava negra que les reprochaba que el feminismo blanco puede reproducir jerarquías de raza y de clase. Que la categoría política “mujer” no es homogénea sino que ser mujer es una experiencia que transcurre en medio de otras fracturas. Que lo que significa qué es ser mujer es, la mayor parte de las veces, el resultado de un ejercicio que llevan a cabo quienes ostentan el poder con el fin de reproducir privilegios:

 

“¿De qué estamos hablando aquí? Los caballeros dicen que las mujeres necesitan ayuda para subir a las carretas y para pasar sobre los huecos en la calle y que deben tener el mejor puesto en todas partes. Pero a mi nadie nunca me ha ayudado a subir a las carretas o a saltar charcos de lodo o me ha dado el mejor puesto! Y, ¿acaso no soy una mujer? ¡Mírenme! ¡Miren mis brazos! ¡He arado y sembrado, y trabajado en los establos y ningún hombre lo hizo nunca mejor que yo! Y, ¿acaso no soy una mujer? Puedo trabajar y comer tanto como un hombre si es que consigo alimento. Y puedo aguantar el latigazo también. Y, acaso no soy una mujer? Parí trece hijos y vi como todos fueron vendidos como esclavos, cuando lloré junto a las penas de mi madre nadie, excepto Jesucristo, me escuchó. Y, ¿acaso no soy una mujer?”

 

El discurso de Sojouner Truth tiene la capacidad de, en pocas palabras, cuestionar ante su audiencia quién es el sujeto del feminismo. O en otros términos, cómo dentro del pensamiento y el activismo feministas circula el poder, reproduciendo privilegios y fortaleciendo procesos de exclusión. Las palabras de Sojourner Truth, aun más, nos alientan a pensar a día de hoy cómo la categoría “mujer” es una categoría en disputa conformada y contestada desde múltiples posiciones.  Cuando nos formulan la pregunta de qué es una “mujer” aparecen en nuestra mente una amalgama de rasgos físicos, cromosómicos o de comportamiento. Cuando nos preguntan cómo se espera que se comporte una mujer es posible que se disparen otras preguntas a continuación: ¿en qué momento histórico? ¿En qué ámbito social? Cuando nos interrogan acerca de cómo debe vestir una mujer, simplemente despotricamos contra el machista que nos formula tal pregunta.

 

Sin embargo, de manera recurrente en nuestra experiencia personal y en el debate público encontramos que la ropa que cubre nuestros cuerpos de mujer importa. O quizá se sobredimensione su importancia para dejar en segundo plano debates subyacentes más importantes: se habla de ropa inapropiada cuando lo que de hecho se está proponiendo es la reproducción de roles y comportamientos para las mujeres que consoliden un papel secundario en la sociedad; se habla de ropa incorrecta cuando lo que incomoda en realidad es la presencia misma de mujeres en determinados ámbitos de poder. Lo que nos visten no son prendas de lana o de algodón, son expectativas de género que promueven nuestro poder o que reproducen nuestro silencio.

 

 

Tu cuerpo no pertenece aquí

 

Hace pocos días saltó a los medios de comunicación que Donald Trump imponía a las mujeres que formaban parte de su equipo que “vistieran como mujeres” (2). Palabras pronunciadas por el mismo hombre que era propietario de la empresa organizadora del evento de Miss Universo, que dijo que un hombre con poder podía hacerle cualquier cosa a una mujer, incluso “agarrarla por el coño” (“grab women by the pussy”) o que definió a su oponente, Hillary Clinton, en uno de los debates a la campaña presidencial como una “mujer asquerosa” (“nasty woman”). La expresión “vestir como una mujer” venía apoyada en una genealogía discursiva cargada de violencia verbal y física hacia las mujeres. Las redes sociales reaccionaron y fueron el medio de cuestionar qué significa vestir como una mujer y quién tiene el poder de llenar de significado esa definición. Particularmente twitter aglutinó el debate a través de la etiqueta #DressLikeAWoman

 

 

 

Se colgaron fotografías de mujeres con sus uniformes de científicas, astronautas, juezas, deportistas; se colgaron fotos de mujeres en su lugar de trabajo: excavaciones, laboratorios, oficinas. El hecho de que en los tweets las mujeres aparecieran con la ropa propia de sus espacios de trabajo o en fotografías tomadas en sus espacios de trabajo nos puede llevar a pensar que el debate de fondo no es la ropa en sí que usen o no las mujeres sino si se alienta que las mujeres, en su diversidad, ocupen espacios de poder tradicionalmente masculinos: la judicatura, la política, el deporte profesional, los medios de comunicación o la carrera espacial. Quizá el debate promovido por el comentario de Trump no tuviera tanto que ver con qué ropa han de usar las mujeres sino con qué papel se alienta que ocupen esas mujeres en su equipo, en su Gobierno y en la sociedad. Las mujeres que aparecen en los tweets vestidas con su bata de laboratorio o con su toga judicial lanzan un mensaje que sobrepasa el tipo de ropa que están habilitadas o no a usar: proyectan un mensaje que tiene que ver con los espacios que legítimamente pueden ocupar; la prenda se convierte en un símbolo de sus capacidades y destrezas, en un símbolo que ilustra de qué manera están desestabilizando el poder masculino tradicional en esos espacios.

 

En España, mucho se criticó la indumentaria de los políticos y las políticas que integraron los distintos parlamentos tras las elecciones de 2015 y 2016. Se observaron miradas despreciativas y se escucharon comentarios jocosos sobre rastas, camisetas y deportivas. Pero, por debajo de ello, lo que subyacía era que las personas así vestidas constituían vetas de disidencia que rompían la reproducción del equilibrio de poder entre iguales, desafiando privilegios de género y clase. Se enfatizaba un debate acerca de la apariencia física y la indumentaria que encubría que los espacios de poder estaban siendo colonizados por personas a las que se negaba una legitimidad de pertenencia. Y en esos debates había una vertiente de género ineludible. Félix de Azúa admitió que Ada Colau “debería estar sirviendo en un puesto de pescado” (3). El diputado del Partido Popular en Palafolls, Óscar Bermán, sostuvo que “en una sociedad seria y sana, [Colau] estaría limpiando suelos” (4). En muchas ocasiones, el exceso de celo ante la indumentaria o apariencia de mujeres en cargos públicos encubre precisamente el debate que estos dos hombres exponen de manera abierta: la legitimidad de que las mujeres ocupen posiciones de poder, con voz y capacidad de actuación; y los riesgos que la presencia de mujeres supone en instituciones conservadoras que han reproducido históricamente privilegios de género y clase. ¿Qué procesos de desestabilización puede provocar en las Fuerzas Armadas que su Ministra de Defensa sea una mujer embarazada? ¿Qué cuestionamientos en clave de género aparecen cuando esa misma ministra decide usar esmoquin tres años consecutivos en la celebración de la Pascua Militar?  (5)

 

El diario ABC tituló sobre esta foto: “María Dolores de Cospedal sí cumple el protocolo que se saltó durante tres años Carme Chacón en la Pascua Militar” (06/01/2017)

 

La indumentaria y la apariencia física son parte de la ineludible política simbólica y, como tal, contribuyen a lanzar mensajes de desafío y disidencia. Pero ello no puede ocultar una vertiente mucho más material y cotidiana que tiene que ver con el reparto de poder: cuando las mujeres participan de espacios de poder y decisión, el tradicional equilibrio de poder se resiente. Y en ese sentido se tolerarán mejor a aquellas mujeres que se adapten a la norma masculina y de clase que imperara anteriormente.

 

La viceprimera ministra sueca, Isabella Lövin colgó un tweet que fue en seguida entendido como una respuesta al mandato de Trump. El mensaje contenía una foto en la que Lövin aparece secundada por las ministras del Ejecutivo, en el momento en que firma un decreto relacionado con la política medioambiental. El tweet puede entenderse como un magnífico ejemplo de comunicación política feminista y de un impecable manejo del símbolo en Política: son mujeres, son políticas, son diversas y juntas tienen en su mano el poder de proyectar un futuro mejor.

 

 

 

Tu cuerpo erróneo

 

El cuerpo porta un relato, frecuentemente un relato que provoca incomodo. Hay cuerpos que incomodan porque desafían la norma, porque -en un ejercicio de libertad- apuestan quizá por la diferencia quizá por la provocación, siempre por la autodeterminación. Una libertad encarnada que tiene que ver en ocasiones con el deseo en ocasiones con la apariencia, siempre con un diálogo interior o exterior que se imbrica con mandatos de género. Y que, como tal, está sujeto a penalizaciones. En febrero de 2016 Jenny Beavan ganó el Oscar al Mejor Vestuario por la película “Mad Max”. Beavan no es nueva en la industria: fue la responsable de vestuario de clásicos contemporáneos como “Lo que queda del día”, “Una habitación con vistas” o “Sentido y sensibilidad”. Cuando fue invitada a la ceremonia de los Oscar como nominada, Beavan decidió usar una chaqueta motera de piel vegana, un atuendo alejado de los vestidos de noche y carísimas joyas que suelen ser objeto de análisis en esa ceremonia. Podríamos suponer que una persona del perfil de Donald Trump se escandalizara ante su elección; pero quizá es más sorprendente el desprecio que suscitó entre los presentes en la ceremonia, personas que, en general, se separan radicalmente del machismo, clasismo y homofobia de Trump, y que tienden a apostar por discursos progresistas de inclusión y tolerancia.

 

 

Sin embargo, cuando Jenny Beavan subió a recoger su Oscar fueron perfectamente identificables las caras de desprecio hacia ella a medida que se encaminaba hacia el escenario. El director de cine Alejandro González Iñárritu cruzó de manera ostensible los brazos para evitar aplaudirla, un gesto que se repitió en muchos miembros de la audiencia.

 

Después de recibir el premio, Beavan fue preguntada sobre los actos de agravio de sus compañeros de industria. En unas interesantísimas declaraciones (6) ella asegura que la elección de su ropa fue completamente consciente: por un lado, deseaba rendir homenaje a la película que representaba, una película que, por cierto, ha sido muy debatida por el papel de las mujeres en ella y, eventualmente, por su mensaje feminista. Por otro lado, Beavan declara que es consciente de que su cuerpo ya había sido expulsado previamente de las condiciones de aceptabilidad y normalidad: “si no me puedo unir a ellos, ¿por qué no hacer algo divertido?”. Como se ha desarrollado extensamente en el pensamiento queer, si desde instancias de poder determinados cuerpos se definen como imposibles políticamente la única salida es construir una alternativa, caminar hacia una nueva utopía (7). La utopía de Beavan era la materialización de un desafío a la lógica de género y clase dominantes: convertir su cuerpo en un relato disidente en una de las ceremonias que mueven más dinero y atención a nivel planetario. “Lo único que me gustaría es que mi apariencia tuviera un efecto positivo en la manera en que las mujeres se ven a sí mismas. Realmente no tienes por qué tener la apariencia de una supermodelo para ser exitosa (…) Es realmente bueno tener sentimientos positivos hacia ti misma porque entonces puedes hacer cualquier cosa que te propongas”. En último término, a Beavan no le importó demasiado que parte del público no la aplaudiera: “La gente no tiene por qué aplaudirte, no les tiene por qué gustar tu trabajo”. Como ya señaló Roxane Gay, las mujeres no estamos aquí para gustar (8). Como ya señaló Audre Lorde, estamos aquí para hacer nuestro trabajo (9).

 

BEVERLY HILLS, CA – JANUARY 08: Actress Evan Rachel Wood attends the 74th Annual Golden Globe Awards at The Beverly Hilton Hotel on January 8, 2017 in Beverly Hills, California. (Photo by Frazer Harrison/Getty Images)

 

 

El relato de Evan Rachel Wood, cuando decidió usar un esmoquin en la ceremonia de los Globos de Oro de este mismo año, tenía más que ver con el desafío del binarismo de género. Según ella misma declaró, quería rendir homenaje a la ambigüedad de Marlene Dietrich, del imaginario de la película “Víctor o Victoria”, o de David Bowie. Y además quería trasladar a las mujeres jóvenes que usar vestido no es una imposición; en la misma línea que Beavan afirmó: “ser simplemente tú misma vale más la pena que usar una determinada prenda” (10).

 

Además, que ella encarnara este relato tenía una carga simbólica adicional: Wood no solo hizo pública su bisexualidad sino que alzó la voz denunciando el machismo y el silencio que sigue rodeando la violencia sexual que ella misma sufrió, al tiempo que expuso los sentimientos de culpa y vergüenza que aún a día de hoy la acompañan. Es decir, se convirtió en una veta de voz en los temas aún innombrables: la ruptura de la heteronormatividad, y la experiencia y las consecuencias de la violencia sexual.

 

Mensaje colgado en su perfil de twitter 28/11/2016-@evanrachelwood

 

Los ejemplos de Jenny Beavan y de Evan Rachel Wood expresan cómo determinados cuerpos pueden ser considerados erróneos (en el caso de la primera) o entenderse como cuerpos de alguna forma marcados (en el caso de la segunda), pero ello no impide transformar ese significado con fines empoderantes. Las elecciones de ambas mujeres querían construir un relato también para otras mujeres: sus cuerpos eran un espacio político. Y la Política necesita de la Utopía para construir relatos alternativos.

 

 

Ahora te toca a ti

 

Jane Eyre rechazó que Rochester, su prometido, le regalara telas para hacerse vestidos nuevos; comprendía la carga simbólica de aquel gesto de él. Virginia Woolf se sentía habitualmente desgarbada y encontraba difícil elegir su atuendo, tanto más cuando sus allegados se mofaban de su falta de cuidado en el vestir (11). Y se convirtió en verdadero quebradero de cabeza cuando quería impresionar a la mujer que le gustaba, Vita Sackville-West, afamada escritora e it girl del momento. Recuerdo que una conocida me contó que cuando empezó a dar clases en la facultad sólo se sentía confiada si usaba pantalones de pinzas. Yo misma me he debatido entre contradicciones, especialmente cuando me he tenido que enfrentar a audiencias mayoritariamente masculinas. Como señala Leticia Dolera en un reciente artículo (12), nuestro cuerpo, nuestra apariencia, nuestro atuendo y nuestro comportamiento forman parte de un relato cultural. Un relato cultural que nos excede, pero, al tiempo, que podemos contribuir a cimentar o a desafiar. Las discusiones sobre el atuendo o la apariencia física normalmente encubren debates de mayor peso y trascendencia: quién cuenta en el espacio público, qué se considera deseable en hombres y mujeres, a quién permitimos ostentar poder y voz en los espacios de toma de decisiones. El problema no es en definitiva tu camiseta, tu chaqueta motera o tu esmoquin -sean como sean estos- sino las fracturas que pueden abrir en el discurso hegemónico. Y la alteración de poder que dichas fracturas conllevan.

 

 

 

NOTAS

 

(1) Así comienza el discurso de Sojourner Truth, que puede consultarse completo en:

http://www.tribunafeminista.org/2016/07/sojourner-truth-no-soy-yo-una-mujer/

(2) Sobre el mandato de Donald Trump, puede consultarse:

https://www.nytimes.com/2017/02/03/style/trump-women-dress-code-white-house.html?_r=0

(3) Declaraciones hechas en esta entrevista:

http://www.tiempodehoy.com/entrevistas/felix-de-azua

(4) Pueden consultarse sus palabras aquí:

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2016/03/14/catalunya/1457951938_157309.html

(5) La foto, en este artículo:

http://www.abc.es/espana/abci-maria-dolores-cospedal-si-cumple-protocolo-salto-durante-tres-anos-carme-chacon-pascua-militar-201701061544_noticia.html

(6) Las declaraciones de Beavan, imperdibles:

http://www.hollywoodreporter.com/news/mad-max-costume-designer-jenny-872342

(7) Puede consultarse por ejemplo el libro de José Esteban Muñoz Cruising Utopia. The There and Then of Queer Futurity (2009).

(8) Roxane Gay en su libro Mala Feminista (2016), editado por Capitán Swing.

(9) “I am a woman, because I am black, because I am myself, a black woman warrior poet doing my work, come to ask you, are you doing yours?”. Cita de un discurso de Audre Lorde:

https://genius.com/Audre-lorde-the-transformation-annotated

(10) Sus declaraciones aquí:

http://www.billboard.com/articles/news/7654253/evan-rachel-woods-golden-globes-suit

(11) Como bien explica Pilar Bellver en A Virginia le gustaba Vita (2016), editado por Dos bigotes.

 

 

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