Hoy en día existe una gran corriente vanguardista que trata de poner en cuestión los limites de la narración en el cómic. Entre ellos hay un gran número de mujeres creadoras a la búsqueda de un lenguaje de fructificación para los asuntos del feminismo, un lenguaje de reivindicación y renovación. Algunas de estas vanguardistas experimentan bien con el exceso de elementos, u “horror vacui” –patente en los cómics de Linda Barry e Inés Estrada– como con la revolucionaria merma de elementos, descomponiendo el núcleo del lenguaje secuencial –tal y como se aprecia en las obras de Julia Huete, Begoña García Alén y la autora de este libro, Amanda Baeza. En el compendio de sus historietas, recién publicado por la editorial Fulgencio Pimentel y titulado Nubes de Talco (2016), se observa la tendencia de la autora por contrariar la representación “ideal” y canónica en el cómic, así como desequilibrar la secuencia narrativa desordenando y transgrediendo el virtuosismo detallista de gran parte de la tradición de este género. Estas historias cortas, reunidas por primera vez, cobran relaciones inequívocas entre sí y combaten la idea de que el hombre sea la especie dominante. Además son muestra de que su autora desea reivindicar el derecho a adquirir un lenguaje propio a partir de la geometría esencial. Empezando por la viñeta, que son ventanas hacia la expresión de lo eterno y lo inmóvil de las emociones y siguiendo con las figuras protagonistas –sin origen, género o raza – con las que construye historias que no entienden de horizontes.
Ajena a la idea de que nuestros destinos estén en manos de Dios, tal y como presenta la versión que hace del libro del Génesis en “Siete Días de Espanto”, no por ello sus historias están carentes de espiritualidad y misticismo. De hecho, en su lucha por constituirse como una mujer librepensadora, tal y como dice en “bombas”, moldea una cosmogonía propia que nos invita a reflexionar sobre la importancia de la observación de todo aquello que nos rodea.
Su apuesta va en contra de cualquier estereotipo epidémico y va más a favor de la imaginación y la memoria. Seguramente sea consciente que –según ha demostrado la neurociencia– la memoria guarda y la imaginación deforma lo guardado, porque Amanda Baeza procede a expulsar de sí imágenes deformes, imprecisas, oníricas e inusuales que, por su plasticidad, ofrecen muchas respuestas y recuperan ese sabio decir del escritor Jose Luis Borges sobre que el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. Platón también consideraba la memoria como una cualidad divina. Es más, describe el conocimiento como la facultad de recordar y registrar las ideas o formas que dieron origen al mundo.
Destaca su magnífico uso del realismo mágico, tan inconfundible en la tradición narrativa hispanoamericana, y sus reflexiones sobre el papel de la mujer de padres inmigrantes, su relación con el arte y los enfoques artísticos, el subconsciente, la identidad y el mundo de las ideas que crecen como las esporas y como las espinillas del rostro. Con esta retrospectiva de las breves pero incisivas obras de la joven ilustradora Amanda Baeza se expone, sin género de dudas, un genial punto de partida para que otras autoras –además de las ya mencionadas– busquen su propio lenguaje. También para que lectores de todo el mundo nos deshagamos de los prejuicios y dejemos a un lado la vanidad en tanto que sujetos cognoscentes, tan propia de nuestra especie y primer obstáculo hacia la verdad.
Al leer los cómics de Amanda Baeza, quien comenzó haciendo fanzines con sus hermanos de la mano de Mr. Spoqui, he percibido que la autora parte del concepto de “espacio” como punto de partida para de-construir el lenguaje familiar del cómic. Este hecho la pone en contacto con las obras plásticas y teóricas de Kazimir Malévich, inaugurador del movimiento vanguardista del Suprematismo (1915-16). Esta corriente imponía la supremacía de la nada y la representación del universo sin objetos, sólo por medio de figuras geométricas esenciales. La búsqueda de una geometría esencial para la representación del universo ha acompañado al arte abstracto desde siempre. Recordemos que Picasso también siguió durante un tiempo el dogma del maestro Cezánne para la representación pictórica por medio de tres sólidos: cubo, esfera y cono. La selección de figuras elementales que hace Amanda Baeza, contrasta con la ausencia de elementos espaciales referenciales y el uso de la página como una superficie de colores primarios con leyes muy distintas a las habituales. Por ejemplo, en lugar de leerse de manera secuencial, la autora consigue articular varias ideas en sincronía que culminan en sensaciones y preguntas sin respuesta. También hace referencia a la nada, origen y fin en su lucha por construir algo propio. La grieta por la que propone que crucemos, tal y como la representa en “hueco parte 1” y “hueco parte 2”, se parece al órgano genital femenino: entrada y verdadero génesis de la existencia.
En la obra de esta autora de origen chileno que creció en Portugal, convergen líneas surrealistas con ideas neo-platónicas. Al igual que en el pensamiento, en ese espacio inabarcable que la artista representa, los referentes temporales se desordenan y confunden. El lector comprobará que está frente a una lectura atípica en la que no se puede confiar en la estructura y los esquemas pues todo son trucos, juegos de la artista y de su particular imaginario. Su rebeldía me ha hecho pensar que quizá quiera liberarse de la “lengua padre” pues, al contrario que la lengua madre, esta representa una lengua esencialista, hegemónica, mediante la cual las autoras no pueden expresar completamente sus múltiples identidades, su naturaleza expedicionaria, etc. El término “lengua padre” y la incompatibilidad del relato de mujeres por medio del mismo es el tema principal de uno de los ensayos de la autora Caribeño-Canadiense M. NourbeSe Philip ( 1947-) a quien leí años atrás. El cómic de Amanda Baeza me ha recordado a algunos de esos dilemas de la escritura post-colonial feminista que sugerían la posibilidad de desarrollar un lenguaje propio como único arma para deshacerse de las ataduras del lenguaje colonizador y falogocéntrico. El mismo esfuerzo que hiciera patente NourbeSe Philip en obras como Looking for Livingston (1991) reaparece en este cómic poético, vanguardista, que toma su propio camino y no mira hacia atrás.