“No puedo plantearme tener hijes en un sistema que sé que va a fallarme”

 

El deseo de no tener hijos suele asociarse a una idea egoísta de realización personal más que a una decisión meditada y llena de argumentos. Aunque cada vez menos y en círculos más concretos, todavía se afirma que las personas que deciden no tener descendencia lo hacen por motivos meramente personales. Sin embargo, a veces esta decisión tiene más de conciencia política, preocupación social y e insatisfacción que de deseo de seguir siendo joven para siempre o de incapacidad de afrontar responsabilidades.

 

 

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Cuando una persona expresa su deseo de no tener hijos debe responder en muchas ocasiones, a veces por curiosidad, a veces por incredulidad, la pregunta “¿por qué?”. Laura tiene 39 años, es socióloga y cuenta con un Máster en Igualdad de Género, participa en el movimiento feminista de su ciudad, Toledo, es cofundadora de la Asociación ‘Con G de género’ y lleva cerca de catorce años casada. Siempre ha tenido claro que no quiere ser madre, antes incluso de conocer a su pareja. Defiende que “sobre el hecho de querer ser madre no hay tantas preguntas ni salvaguardas como sobre el hecho de no querer serlo y, sin embargo, la primera de las decisiones, la de ser madre, no está necesariamente tan pensada”.

Daniela, estudiante de 21 años, poeta, fanzinera y gestora cultural, es colombiana y vive en Colombia, explica que a la hora de tener hijos, “son muchas las razones que entran en juego, sobre todo, culturales e históricas. Las mujeres siempre hemos estado ligadas a la maternidad y se juzga a aquellas que no quieren serlo como irresponsables”. Pero, como apunta Laura, “la única razón que alguien puede tener para decidir tener hijos es el deseo personal de tenerlos”, aunque no cree que esta decisión se tome “de forma tan consiente o racional como la de no tenerlos” ya que “hay mucho de inercia, cultura, socialización y tradición detrás. No quiero decir que sea así en todos los casos, pero creo que si la decisión se tomara como tomamos muchas otras, y no tan importantes o definitivas, las cosas serían de otra forma”. Así, la no maternidad se presenta como una decisión en sí misma, tomada con unas razones de peso y demostrando un sentimiento de responsabilidad bastante alto.

Para Irene, actriz de 26 años, lo realmente egoísta “es tener hijes por tenerles, aunque entiendo cómo piensa la gente que opina que mis razones para no tenerles son egoístas. Debería conocer los argumentos de cada caso, pero creo que la idea de vida adecuada que nos han inculcado desde pequeñes es la de tener una familia. Nada más importa porque al final lo que cuenta es que tengas una familia”, por lo que mucha gente ve esta unidad “como el último nivel de felicidad, y quizás descuiden otros aspectos de su vida en pos de esto y acaben por obsesionarse”. Carme, de 25 años, estudia en la Universitat de Barcelona y cuenta que cuando era pequeñe sí tenía tener hijos, “como les niñes de mi entorno”. Pensaba que “tener descendencia formaba parte del ciclo inalterable de la vida: nacer, crecer, reproducirse y morir. Nadie me dijo nunca lo contrario. Más adelante me di cuenta que no era lo que yo quería”.  Para elle, “la sociedad nos dice que tenemos que crear nuevas personitas, que es un requisito indispensable para sentirnos completes. A mí me encantan los niños pero no significa que quiera tenerlos. Debe de haber un punto de orgullo en crear algo con tu material genético, exhibirlo y verlo crecer”. Así, en cuanto a la decisión de tener hijos “creo que hay una mezcla de orgullo, egoísmo, presión social y amor per les niñes”.

 

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Irene se ha planteado varias veces el hecho de tener hijos, “pero siempre he llegado a la misma conclusión, ninguna de las razones que pueda tener para querer tener hijes es suficiente. Creo que las principales razones por las cuales la gente quiere tenerles son el aburrimiento y el convencionalismo, aunque pienso que en muchas ocasiones no se dan cuenta de que lo sienten así. Es decir, creo que estas razones están enmascaradas”. Irene cuenta que cuando habla con personas que sí quieren tener hijos o que los ha tenido “normalmente me dicen que es <<porque ha llegado/ llegó el momento >> o porque han sentido <<el instinto o el reloj biológico>> o simplemente porque querían y me suele dar la sensación de que es sólo para cubrir algún vacío en sus vidas, o lo que es lo mismo, aburrimiento”.

En un mundo cada vez más inhabitable, “sería terrible traer un niño”

Aunque a veces las personas que sí quieren tener hijos se sienten atacadas o cuestionadas por las que piensan como Irene, ella no intenta “hacer de menos la vida de nadie”, y le parece que todas estas razones son válidas “pero ilógicas. Válidas porque, en general, decido respetar cómo vive su vida cada une, pero no me parece lógico que se base una decisión vital en razones tan poco meditadas. Veo gente a mi alrededor desesperadas por tener hijes y creo que es porque se sienten muy vacíos en su vida y eso me aterra, no solo porque algún día me pudiera perder tanto a mí misma que yo no me bastara, sino además la carga emocional que le dejas a tu hije”. En este sentido, Daniela defiende que el mero hecho de nacer supone una carga. “Cuando uno nace, empieza a tener encima un gran peso de obligaciones” que van desde “tener que estudiar, tener que ser obediente, respetuoso” hasta “crear una identidad bajo un nombre que no elegiste y una existencia que muchos no llegamos a comprender. Un gran número de cuestiones, físicas y existenciales, que no son fáciles de llevar”. A parte del problema de la sobrepoblación, “la competencia entre personas es cada vez más inhumana, la saturación de estímulos audiovisuales, sensoriales, etc. es más insoportable. La soledad del hombre moderno es abismal, lo que provoca, entre otras cosas, que cada vez aumente más el número de suicidios. Son muchas cuestiones por las cuales”, explica Daniela, “este mundo cada vez está cada vez más inhabitable y sería terrible traer un niño en estas condiciones. Hacer pasar por todo eso a otro ser, me parece irresponsable e irrespetuoso”.

Donde está realmente el problema, dice Carme, “es en la imposición patriarcal sobre la pa/maternidad y la crianza”. En este sentido, “tener niñes forma parte del circuito que debemos seguir según la lógica del capitalismo, que nos bombardea con productos que tenemos que comprar para criar hijes sanes, bonites y trabajadores que volverán a comprar los mismos productos para no sentir que la están cagando”. Carme explica que “no puedo plantearme tener hijes en un sistema que sé que va a fallarme. Existe una obsesión por tener hijes, ocuparnos perfectamente de su educación, ser unos buenos modelos de conducta, darles de todo y a la vez, seguir con nuestras vidas. Creo que estas presiones crean fantasías que solo llevan a la frustración de ma/padres e hijes y que aumentan la brecha generacional existente entre elles”. La sociedad, según Daniela, “es una estructura totalmente agobiante, que no le permite al individuo sentirse mal, quieren hacernos pensar que todo está bien, que podemos alcanzar el éxito, que hay que ser felices a toda hora y la tristeza o la incompatibilidad es reprimida por drogas psiquiátricas, medios de comunicación, charlas motivacionales, dioses, iglesias y diferentes estímulos que enferman al individuo y no le permiten desarrollar las herramientas emocionales suficientes para enfrentarse a la existencia”.

 

En un contexto de condiciones precarias, la maternidad es cada vez más difícil

Añade además que a veces se sorprende “y me aterro con todos estos estímulos, siento que muchas veces estamos terriblemente alienados y que cada vez nos enseñan a pensar menos”. La situación de la generación de Laura y la siguiente, quienes están siendo padres y madres en la anterior década y en esta, es “enormemente complicada. La situación laboral y social es tan inestable y precaria que pone muy difícil la pa/maternidad”. Así, Laura cree que “los horarios descompensados e incompatibles que nos dejan abuelos y abuelas criando, niños y niñas llave, ocupados en cientos de actividades y padres y madres sobr-estresados. Esta situación en el empleo, la falta de calidad, las largas jornadas laborales, la inestabilidad y la precariedad están teniendo una enorme influencia en la educación de nuestros hijos e hijas”. En este sentido, Carme defiende que la educación debería ser “algo más comunal, que no se restringiese solo a la escuela y a la casa. Creo que es trabajo de todes, incluso de les que no queremos tener hijes”. Por ese motivo, afirma, “no creo que no tener hijes signifique no estar comprometide con la sociedad”. De la misma manera, Laura no se ve “ni más ni menos comprometida que aquellas personas que tienen descendencia. Estoy comprometida con la sociedad y las personas. Asumo mis responsabilidades con los míos y los que me rodean” y añade que, posiblemente, “el hecho de no tener hijos me hace disponer de más tiempo para los demás y que los demás consideren que puedo dedicarles más tiempo”. Algo que se ve mermado una vez se tiene descendencia debido a que, para ella, “ser madre significa ser para alguien”. Como comenta, “siempre somos para otros, somos hijos e hijas, hermanos y hermanas, amigos y amigas, vecinos y vecinas… Pero normalmente con el resto de personas no existen relaciones de dependencia o codependencia, o así debería ser. La relación madre-hijo es necesariamente dependiente, en las dos direcciones. Siempre he creído que uno debe ir avanzando y (re)construyéndose, mejorándose, aprendiendo a vivir y a disfrutar para el bien de todos, y eso significa dedicarse mucho tiempo a uno mismo”.

La biología como filtro, la maternidad como negocio

A la hora de hablar de maternidad, más que de paternidad, entra en juego el tema de la biología. El reloj biológico es un concepto defendido por muchos y denostado por otros. Mientras que para Laura el deseo de ser madre no tiene nada que ver con lo biológico, a Carme le cuesta mucho “entender la obsesión por la pa/maternidad biológica cuando ya existen tantas personas en el mundo. ¿No tendría más lógica adoptar u optar por otras formas de crianza más allá de la pareja? La fertilidad y la falta de esta se han convertido en un negocio enorme, capitalismo, patriarcado e industria farmacéutica se unen para decidir sobre el cuerpo de las mujeres”. Por ese motivo, elle ve “muy difícil tener una pa/maternidad sin caer en esas violencias”.

A este respecto, Daniela cree que la adopción “es en definitiva un desinteresado acto de amor”. En 2015 se hizo la ligadura de trompas, una decisión de la que no cree arrepentirse en ningún momento pero que “en el caso remoto de que llegara a pasar, creo que adoptaría, me parece sumamente humano cuidar de otro que no venga, precisamente, de tu propia sangre”. Por esta misma razón, Irene sí se plantea la idea de adoptar o refugiar adolescentes. Y es que entorno al mito del reloj biológico Laura cree que hay mucha presión con respecto a la maternidad en particular, que puede llevar a la enfermedad de las mujeres, y a la paternidad y crianza en general, que puede ser obsesiva. Considera que “aún persiste la idea de que las mujeres solo estamos completas cuando somos madres, y esa presión genera mujeres decepcionadas con el hecho de la maternidad, mujeres estresadas y enfermas por no poder tener hijos y mujeres cuestionadas por decidir no tenerlos”. En su opinión, “la maternidad es una oportunidad, una opción y decisión libre”. Irene, por su parte, no cree ni en el reloj biológico ni en el instinto maternal, sin embargo, sí se llega a plantear quedarse embarazada y dar a luz porque, según comenta, le parece un “súperpoder que tengo. Por eso me he planteado el vientre de alquiler para amigues o conocides, pero sé que tiene muchas implicaciones muy serias a muchos niveles, por lo que aún no he hecho nada al respecto”.

En muchos casos y ocasiones, el deseo de no tener hijos va ligado a un sentimiento mucho más amplio de las relaciones personales. Ese afecto y sentido de la responsabilidad, del cuidado y de compromiso que algunas personas tienen, de manera genuina, hacia sus hijos e hijas, es mucho más amplio para quienes han decidido que la pa/maternidad no les interesa. Por ese mismo motivo, toman más peso alternativas como como la maternidad subrogada, la adopción y la acogida de hijos no necesariamente bebés o pequeños o la crianza comunitaria.  Está claro que tener o no tener hijos, como concluye Carme, “no tiene nada que ver con estar o no comprometide con la sociedad. Como feminista, creo que el compromiso recae en eliminar el deje patriarcal de la pa/maternidad y en dejar que las mujeres decidan qué hacer con su cuerpo”.

 

 

 

*El artículo respeta el uso del género neutro de aquelles entrevistades que lo han considerado oportuno por cuestiones personales, inclusivas, políticas, igualitarias, etc. El género neutro se articula a través del pronombre «elle» y le corresponden las terminaciones en -e y el artículo «le». Sirve para incluir a personas trans no binarias, agénero, género fluido, neutro y, en definitiva, a aquelles que no se identifican con el binarismo hombre /mujer. Responde al Lenguaje Inclusivo de Segunda Generación, lo que significa que no solo se incluyen los géneros binarios hombre / mujer, sino que además se añaden y visibilizan a todas aquellas opciones no bianarias. Recomendamos encarecidamente este vídeo explicativo para saber más:

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