Diario de unas células madre XIII

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Tus tíos te regalaron una cocinita en Navidad. Te gusta mucho. Te entretienes pulsando los botones para apagar y encender las luces de los fuegos. Abres y cierras las puertas. Metes y sacas tomates, tazas y cubiertos. Me pongo a jugar contigo. Hago como que bebo agua de un vaso. Enseguida lo haces tú también. Pones el vaso bajo el grifo de juguete y dices «aba». Sí, mi vida, echas agua. Me lo das para que beba y hago ruido con la boca como si estuviera bebiendo de verdad. Me lo quitas y bebes tú, también moviendo los labios para representar la succión. Lo hemos hecho muchas veces, por eso no nos sorprende. Tu tía sí se sorprende al vernos. Dice que eres muy pequeña para manejar el juego simbólico. Le digo que comemos y bebemos cuando jugamos porque sabemos que son de las cosas importantes que hay que saber hacer bien. Nos tomamos muy en serio el juego. Yo me alegro mucho de que te funcione la imaginación como lo hace tu aparato intestinal. Y me gustaría que siempre puedas imaginar con la misma libertad con la que te tiras un pedo, sin que tengas que limitar tu capacidad para gestionar la invención. Que cuando realices un dictado en el colegio, hagas como yo y escribas más allá de lo que te dicten, porque crees que tu aportación personal está enriqueciendo el texto. Si no sabes la respuesta a la pregunta de un examen, quiero que imagines otro enunciado y contestes agarrada a cada palabra, dejándote ahí la narración que te ha apetecido contar. Que utilices la mentira sin que te explote en la cara. Que te inventes de la manera que elijas. Que te creas que puedes crear. Que pongas y quites tú las tramas. Que seas el personaje principal de tu historia. Que no te amarre lo que imaginen otros para ti. Que te rías de algunos cuentos. Que te guste leer el libro antes que ver la película, y podamos hacerlo juntas. Que escribas el relato que te haga feliz. Tu tía juega contigo con las pinturas, y prueba a ver si eres capaz de meter una en el agujero de un sacapuntas. Sí, lo haces. También tiene una motricidad fina más desarrollada de la que le corresponde por edad, me dice. ¿Tú estás jugando con ella o haciéndole pruebas? Nos empeñamos en buscar los indicadores que nos confirmen que eres muy lista. Nos veo como los padres, madres y abuelas que venían a la librería buscando un libro para sus criaturas, y me hacían sacarle uno que correspondiera a una edad más avanzada porque sus vástagos eran muy listos. Te enfadas porque se te ha quedado el pie metido en la correa de tu bolso y no consigues sacarlo. Esa es tu forma de presumir de tu habilidad motora fina. Quiero pensar que algo de tu imaginación viene de mí, y no me queda más remedio que asumir que mucha de tu torpeza es, fundamentalmente, mía. Vamos a la peluquería a que te corten el flequillo. Te regalan una cámara con la que te enseñamos a hacer fotos de mentira. Tienes dominada la ficción y te cuesta muy poco convertirte en fotógrafa. Toca ponerte una vacuna. Esta hace daño. Daño real y no imaginado. A tu pierna y a nuestro bolsillo. Última dosis. Evitar la meningitis nos ha costado tu llanto, fiebre, un bulto en tu pierna y más de trescientos euros. Te apuntamos a un taller en la Harinera de San José. Caballeras y princesos. Tenemos que coger un palo que tiene un calcetín relleno en un extremo y decorarlo para que se convierta en un caballo. También tenemos que crear una corona. Y hay un montón de cartones dispuestos como pasadizos y castillos a los que les podemos poner pegatinas mientras los vamos recorriendo. Tu padre inventa un caballo de ojos azules y crines de plumas de colores. Yo te hago una corona cutre de auténtica caballera falsa. Vas diciendo ¡hola! a todos los niños con los que te cruzas. El caballo pesa mucho y no puedes mantenerlo erguido, lo arrastras a tu espalda como si fuera una espada cansada. La fuerza de tu imaginación parece más contundente que la física. Abres y cierras la puerta de un castillo. Entras y sales. Se te acerca un niño y le das un beso cuando te vas. Juegas, disfrutas y te ríes. Así quiero imaginarte yo siempre.

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