Poesía emergente venezolana I

«Viaje» de Jesús Devia, portada de Piedra con las vitrinas, 21 poetas emergentes venezolanos, Los poetas del 5. 

Hace unos días vino a Sevilla el crítico literario Ignacio Echevarría a dar una charla dentro del ciclo Encuentros Estado Crítico que se lleva a cabo en el CICUS  y que promueven un grupo de escritores y críticos del blog Estado Crítico. Aquella tarde alguien del público levantó la mano para preguntarle a Echevarría cuánto interesaba a los escritores y lectores españoles lo que se hace al otro lado del charco, en un continente tan grande como América y cuánto interesa allí lo que se hace en España. Echevarría dijo que ni aquí se lee nada de lo que allí se hace o casi nada porque solo nos llega lo que el gran mercado editorial exporta y que allí creen que en España se sigue escribiendo como en las novelas de Pérez Galdós. Aunque la pregunta se centraba en narrativa contemporánea, nos sirve para hablar de la cuestión. La poesía española joven no solo existe en España. Hay mucha poesía escribiéndose y latiendo al otro lado. Y la red es el espacio más propicio para que los lectores de aquí y de allí sepamos qué se está haciendo. De ese interés surge esta nueva sección “Poesía en red” que hoy estrenamos hablando sobre poesía joven de Venezuela. 

Piedra con las vitrinas, 21 poetas emergentes venezolanos es un libro editado por Gladys Mendía de la mano de la editorial chilena Los poetas del cinco editora, un proyecto que nació como revista para convertirse finalmente en editorial. Esta antología verá la luz muy pronto y estará en línea y gratis para que todos podamos descargarla. La idea de este proyecto nace con la vocación de dar a conocer una muestra de autores jóvenes venezolanos, que inéditos o no, son poco conocidos dentro y fuera de sus fronteras.

 

Por los que le conjugan a uno los verbos en la cara
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los que dejan hablar pero no escuchan
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los mendigos que mueren en los portales
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los dictadores que mueren de muerte natural
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los que usan corbata
-¡Piedra con las vitrinas!
Por cada árbol cortado sin motivo
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los motivos para cortar un árbol
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los obreros destripados en la noria
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los obreros destripados en la vida
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los enemigos de las causas perdidas
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los que no cantan
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por lo que cantan de un modo pero no de otro
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los que son obligados a cantar
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los hombres enjaulados
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los animales enzoologicados
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por las mujeres que los muestran y no lo dan
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los cazadores y pescadores deportivos
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por la amargura de esperar el colectivo bajo la lluvia
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los puchos de cigarros pisados justo con el hueco del zapato
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los que se pudren en oficinas
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los que pudren las oficinas
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los que si das una moneda al pobre le resuelves el problema
por un día pero si lo enseñas a robar se lo resuelves para toda la vida
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por las feas a las que nadie quiere
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los que no creen que las feas quieren
-¡Piedra con las vitrinas!-
¡Coño! Por los que creen que hay feas
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por la tristeza de los niños
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los triños de las ñistrezas
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los que pisotean las flores, las ideas y lo que les vienen en gana
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los abortos provocados por el hambre
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por las que santiguan antes de hacer el amor
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los muy atentos y seguro servidores
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los hijos de puta que llaman a los hijos de putas hijos de putas
-¡Piedra con esos hijos de puta!-
¡Ssshhh!
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los contrabandistas encarcelados
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por tantas cosas que se piensan, se dicen y no se hacen
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por los que
-¡Piedra con las vitrinas!-
Por
-¡Piedra con las vitrinas!-
¡Basta!
-¡Piedra con las vitrinas!

Aviso en una vitrina:

SE VENDEN PIEDRAS.

Letanía para mechudos de Antonio Mora

 

Uno de los autores que se incluyen, nos cuenta un poco más acerca de esta interesante antología:

 “Dentro del libro hay autores de distintas partes del país, Caracas, Falcón, Táchira, Mérida,  Zulia, Aragua, Monagas… Incluso, dentro de los autores tenemos un venezolano exiliado en México, que es Nervinson Machado, cuya obra ha tenido muy poca resonancia en el país. Hay algunas poéticas dentro del libro que se enlazan, otras que se separan. Algunas tratan temas netamente políticos, por la misma situación que padecemos, a decir verdad, estos poemas jamás llegarían a ganar un Premio de literatura en Venezuela, pues la mayor parte de estos concursos de literatura los realiza el Ministerio de cultura, que pertenece al gobierno. Otros textos simplemente se fruncen en la misma experiencia de vida de cada autor. También hay poesía visual, urbana. Otra que toca los temas de la tradición de la lengua, la reconstrucción del hombre a partir del propio lenguaje. También hay textos de estos donde la poesía sólo es vivencia, y muchas veces, no sólo una vivencia personal, sino que se interpela esta experiencia de mundo con la unión de los amigos del sujeto lírico”.

Durante esta semana leeréis poemas de todos los autores que componen la antología. Para empezar Rogelio Aguirre, Daniel Arella, María Ruiz, Yorgenis Ramírez y Susan Urich

 

Rogelio Aguirre, San Cristóbal, 1997.

 

Yo no sé nada de la vida

Mi vida ha sido un caballo galopando por el viento

Cayendo en picado como una aeronave rota

Mi vida es un conejo que alumbra el camino del tiempo.

Tú vestías de rojo y verde los colores de la aurora boreal, única luz de nuestros ojos.

Yo no sé.

Mi caballo disfrutaba de adelantarse en la carrera y por un momento me di cuenta del precio y de la meta

Y de que no éramos los primeros

Pues se habían estrellado millones,

Tampoco seríamos últimos.

La meta estaba decorada de corceles asesinados.

Vamos y deja todo esto atrás.

La flor bajo el sol crecerá como la muerte florece ante la soledad.

La muerte reposa junto a la soledad.

Ahora está marchita.

Y es hoy que entiendo

Somos solitarios aunque no lo sentimos

¿Lo sientes?

Vamos y deja eso atrás

Ahora siente y siente tu primera sangre volar como un aeroplano que intenta alcanzar al sol Pero no puede Sus alas se derriten y ahora los niños del pueblo sienten la lluvia como metal líquido

Desde hoy no vuelan más aeroplanos.

La muerte florece como un niño en una tarde lluviosa

La tarde lluviosa vislumbra la aurora

La aurora siembra los árboles

Los árboles serán las raíces de las mariposas

Y las mariposas serán la flor del descanso

Vamos y deja todo esto atrás.

Háblame de tu vida.

Si yo pudiera controlar mi vida le cantarías al universo que habita sobre mis rodillas.

Pero no puedo

Sólo me quedó el tiempo

Y a este, no lo entiendo.

Quisiera mostrártelo.

Pero sé que no se puede hablar del tiempo sin mentir.

Tal vez no puedas verlo y nada más sea un suburbio dentro de mí

Lo más seguro es que te encuentres

Un espejo

Y te des cuenta de que

Tus ojos

               De ensueño

No están preparados para ver lo que nadie ha visto

Si pudiera deshojar el tiempo te enseñaría toda mi vida

Pero no puedo

Me quedaron las palabras

Y hablar no es suficiente.

 

Daniel Arella, Caracas, 1988.

 

CARTA ABIERTA DE DESPEDIDA A LA POESÍA

Desde que usted se fue camino más lento.

 

Lo supe cuando una niña caminando a mi lado me alcanzó

y me miró como diciendo que ella era más rápida.

 

Cada paso que doy es un sonido seco que ocurre en otro lugar

y de pronto descubro que es el eco y entro en cuenta de que nunca he movido un pie.

 

Desde que usted se fue leo más lento.

 

¿No te ha sucedido, acaso, que aparece una hormiga,

apresurada y perdida sobre la hoja del libro de poesía que estás leyendo?

¿Entonces dejas de leer y ves en la hormiga una letra fugitiva

que persigue la palabra exacta de tu sentimiento?

 

—“¿La letra fugada del poema imposible?”

 

Definitivamente soy más lento desde que usted partió.

 

Cualquier insecto es una explicación, —diría el viejo Whitman, siempre oportuno— 

pero ahora ya no escribo ni leo,

—como el mendigo que piensa que el mundo es su mano—

recojo u olvido cosas de la calle para salvarme:

semillas de árboles, lazos de niñas, exámenes de escolares, mariposas muertas, flores solitarias, plumas, chapas, botones, piedras, tornillos, tuercas, tapas de cesta, pelotitas, alas de libélulas, antenas de radio o televisores, hebillas, monedas, recibos comerciales con títulos como “Repuestos El Toro”, o “La benefactora” o “La fuente” o “El Ángel”,  estampillas religiosas, patas de araña, tapas de Coca-cola, sellos, cintas, frascos, gomas, pedazos de vidrio, cds rotos, balines, barajas:

 

Y creo que son poemas insustituibles que traduce el azar

Y recuerdo que son poemas que les fue dando forma la intemperie

hasta ser encontrados por mi mano 

Y siento en mi amanecer recóndito que están vivos

o son peces por un instante desolado parecido a la luz.

Y siento así —con toda verdad y presencia—

que cualquier cosa es una explicación

Y que Whitman soy yo y mis zapatos

Y desde que te fuiste soy más lento, como caracoleado por tu adiós.

 

¡Ay, Poesía!:

 

Cada letra una hora

Cada palabra un día

Cada semana un verso

De este poema último

             lento,

casi inmóvil,

que te espera

 

sin morir.

María Ruiz, Maracay, 1984.

 

Puta

 Cuando sea grande quiero ser una puta.

Tener el clítoris gastado y calloso.

 Sentir que se me enredan los labios flácidos y lánguidos de la vagina con las estrías de los muslos.

Quiero tener todo tipo de enfermedades venéreas: todas las verrugas, chancros, infecciones,  herpes y demás padecimientos genitales (al SIDA, se le reserva el derecho de admisión).

Quiero que las tetas me lleguen al ombligo por tanto amasijo.

Que las carnes, mis carnes, no se estremezcan ni siquiera con el contacto de una descarga eléctrica.

Quiero tener la lengua y la boca secas, agrietadas (como una gata callejera con anemia).

Quiero que los ojos se me apaguen de repetición e insensibilidad.

Quiero adosarme al rostro una mueca de placer ficticio,

una mueca exhibicionista que trascienda las camas y los ataúdes,

que salga a pasear conmigo por los centros comerciales, por las

avenidas, por los parques, por las estaciones de tren.

 

Entonces, cuando te encuentre, después de tanto andar
y tanto fingir,
borrarme el entumecimiento de la expresión con un poco de agua y jabón.

 

Mirarte a los ojos y amarte.

 

Y quiero, por encima de todo, que cuando te vayas no dejes ni un centavo, ni una colilla de cigarro, ni siquiera el vago recuerdo de tu perfume o la reverberación de tu voz ausente.

 

Mi hijo, tu marido

a mi yiyiyi, tu papita 

– ¡Ay, tráeme un marido, aunque sea en tu vientre! No me importa esperar nueve meses para verlo. Lo amamanto, aunque no tenga tetas, ni tendré, y le enseño a caminar. Lo espero, que aprenda a hablar cuando yo tenga diez años más, es lo de menos: inventaremos un amor pedófilo y telepático.

Esta soledad no tiene remedio vivo. No tiene media naranja, ni humana ni vegetal que la suavice.

Este útero

parece la cabeza de un carnero

 

un animal terco

y fuerte

 

que lucha con el ceño fruncido

que tiene dos espirales de hueso

cuidándolo de sí mismo

Yorgenis Ramírez, La Guaira, 1986.

 

F2 

Crecí en un barrio donde se respetaba el derecho a inquirir

 

Era saludable transitar sus calles anegadas de premura, hojas secas,
De niños desnudos corriendo en la eterna melodía del goce

 

Calles de aves semisalvajes

Colmadas de sol

 

Cómo olvidar las tardes de mandado

Cuando mamá se antojaba de bizcocho portugués

Macerado en esperanza

Y aquel café cerrero de papá

Donde tantas veces dialogamos

Sobre las acechanzas de Lenin

El presidente de la asociación de vecinos

Jarto en aquel nombre apolillado

Entre cavilaciones negadas a su parte de sol

                                                                                           

Allí

Perder la mirada entre el humo de los sueños

Buscando algún rostro empañado en ansias

Era alargar los espejos de la abuela Ana Rosa María

Quien tantas veces nos vendió el cuento de Gómez deprimido

Porque no pudo preñarle con un poema escrito por su edecán          cristiano         (válgame Dios)

 

Mis vecinos eran las sombras más contentas de la cuadra

Andaban felices sin cabeza, sin sudor, sin horizonte

Con el salitre de la risa apretando cada amanecer

Sin la sospecha de finales felices

Porque en cada gota de instante

Nos susurraba el universo en los oídos

Los respiros de una vida que huele a salvador de bahía

 

La casa tenía aquel aire de rosas con vista al mar

Custodiada por una montaña que tantas veces trepamos    

Soñando alcanzar su cumbre, rozar las nubes,

Sentir la noche en el suspiro de las estrellas

 

Los latidos del viento estremeciendo las ganas

De confundir el cielo con el mar

Y nadar en las perplejidades de nuestros deseos

Flotando en una serenidad que el sol embriaga

 

Y detrás

Un río transoceánico

Donde tantas almas aún creen dormir

En el iracundo verso de aquella noche decembrina

Que no termina de pasar la página

Taladrando las pocas horas lúcidas que nos quedan

Aún                     

 

Mi corazón está sembrado en el sudor de esas calles perseguidoras

Que me acompañan en cada batir de alas

De la memoria.

 *

Papá

Los maricos también lloran

Esta mañana el tío Federico rompió con su novio y sus lágrimas anegaron

Todas las casas del barrio

 

Papá

Los maricos también ruegan a Dios

El Cura de la parroquia reza el rosario con su mancebo

A quien todos los pecados le son retenidos

 

Papá

Los maricos también politiquean

Su magistral taconeo de dudas se precipita en ansias por la silla

Quieren verse encaramadas en el poder.

 

Papá

Los maricos saben de economía, son cultos

Y no les basta la inflación para sentirse re-valuadas

Papá

Los maricos escriben poemas

La poesía dispone de numerosos efectos especial es para hacer poético el vivir.

 

Pedro, Santiago, Juan y otras lujurias del montón

Los jóvenes que se van de putas al llegar el viernes de cada semana, como una hilera de hienas descompuestas en su inusitado deseo adolescente, suelen ser un trozo de carne que apesta a premura, a opio, a ganas impostergables. Al júbilo donde los desahuciados recitan versos al pie de las banderas carcomidas. Yo, que nunca supe lo que fue ir de putas, los contemplo pasar por el frente de mi casa, destilando un hambre milenaria de huesos podridos en sed. Confundiendo cicatrices con vaginas. Porque es tan grande el dolor que llevan a cuestas, que cualquier lúbrica hendidura de sangre, de mierda, de fe, es excusa para salir corriendo y ahogar la desesperanza que hizo metástasis sus ilusiones. Yo estuve por 72 horas viendo las películas de Almodóvar mientras los veía pasar y ahora me dispongo a ir a la casa de mi vecino, a compartir esto que llevo en mi cuerpo y que no podrá rechazar. De mi cuerpo se desprende una sustancia agónica, que tras el contacto con otras pieles se convierte en llaga. Mano un monstruo hermoso que suspira pájaros invisibles y es capaz de hacernos caminar sobre aguas heridas. Voy donde mi vecino a derramar las astillas que por años estuvieron dormidas en el fondo umbroso de mis uñas. Voy a despertar su vida del funesto letargo de horas llorando insomnio. Voy a desafiar al hombre que no soy por temor de las voces que arrinconan mis ojos, mi lengua, la vilipendiada osadía de mi pene al erectarse y desear objetos equivocados. Voy hacia mí, preso en el caudal proscrito del silencio. Donde solo he aprendido a rasgar las paredes con mi nombre en busca de soles enajenados. Los jóvenes que se van de putas al llegar el irredimible viernes de cada semana, como una hilera de hienas descompuestas en su inusitado deseo adolescente, suelen ser un trozo de carne como la mía. Que de tanto ser humana, carga con la peor de las maldiciones: amar.

Susan Urich, Maturín, 1986.

 

El primer pedazo de naturaleza que tuve encima alguna vez fue mi cuerpo. Si miro fijamente una cosa, es mi cuerpo esa cosa, transfigurándose bajo la insistencia de mi mirada, hasta reaparecer anónima recién nacida sin el peso de una identidad adjudicada por otro. Poco importa si no logro sonar como bestia y orquídea a la vez cuando escribo: mi cuerpo habla luz donde mis poemas emiten sombras. 

 

Mi cuerpo mi loto mío

podrido

espléndido.

 

*

El tiempo borró la hoja de mi infancia

 Sólo tres versos perduran:

Mi madre

alquimista

capaz de convertir la mierda en oro.

 

*

 

No envejecemos

 La infancia corre hacia atrás

hacia la semilla

Cada arruga es un paso que da la infancia contra nosotros

 A veces pisa tan duro

que llegas muerto a tu momento de morir.

1 Comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *