Cuando la mujer tocó el Tar. “Pollo con Ciruelas” de Marjane Satrapi

 

Maquetaci—n 1

El Tar es un instrumento de cuerda pulsada cuyo uso se extendió originariamente por los territorios de la antigua Persia y el Cáucaso. En Irán, Armenia y Azerbaiyán se ha convertido en todo un símbolo de la identidad nacional. Aunque el origen de la palabra “Tar”, que en castellano corresponde a laúd, viene del término persa que significa  “cuerda”, se sabe que en el campo de la música multitud de epónimos para instrumentos y danzas se toman de la mitología. De hecho la mayoría derivan de los nombres de diosas de la antigüedad.  El ejemplo más claro lo tenemos en Musa, divinidad inspiradora de la habilidad artística y origen de la palabra “música”. Esta afición por la nomenclatura femenina contrasta con la poca presencia de las mujeres en la historia de la música persa, una de las más antiguas del mundo. Así mismo, la traslación del nombre femenino al utilitarismo artístico, a simple vista una bella comparación, me recuerda que, por el contrario, los llamados maestros de cada uno de esos instrumentos han sido hombres. En el dominio del instrumento musical, de un modo alegórico, consiguen vencer a las diosas, cuya existencia inventaron para sí.

Sólo al hombre le corresponde el privilegio de calmar y elevar el espíritu de todo aquel que escucha la melodía de este instrumento del pasado.  La mujer, por el contrario, no toca el Tar y ese recital, que unía muy estrechamente la poesía y la música, lo protagonizan los hombres como Nasser Ali Shan –el protagonista– mientras que ellas sólo aparecían en algunas danzas. La mujer no toca ese cordófono, lo que sí toca muy bien desde la antigüedad es la cacerola, instrumento disociado del milagro de la música que también provoca el delirio de aquel que lo disfruta. Ese delicioso pollo con ciruelas que le preparaba su madre a Nasser Ali Khan se asemeja en su mente a la voluptuosidad de una mujer como Sofía Loren y produce un placer totalmente erótico. Asimilando la importancia de la gastronomía familiar y el papel de la tradición a lo largo de esta historia, la autora Marjane Satrapi prefiere dar importancia a este episodio y titular su premiada y reconocida novela gráfica Pollo con Ciruelas (2004) ya que, por el contrario, cuando la mujer toca el Tar el mítico instrumento se rompe en pedazos.

“¿Quién ha osado romper el Tar de Nasser Ali Khan?”, se pregunta la gente. Pues lo ha hecho, sin estropear las sorpresas que vendrán después, la mujer que inspira, la musa, la diosa, esa misma que una vez ha ocurrido el fatal suceso es vampirizada por la actitud déspota de su marido, quien se jacta constantemente de su don para la música y hace una vida al margen de los que le rodean. Después de descargar su ira contra el laúd de su marido, Nahid se convierte en un una criatura demoníaca, una pairike o bruja persa cuya única intención en este mundo es fastidiar al hombre. En cambio él es su propio enemigo. Su madura altivez le hace convencerse de que siempre mereció algo mejor que lo que tiene, sobretodo otra mujer. Por supuesto la acreedora de ese privilegio tiene unos atributos físicos incomparables y no es un “callo” como su fiel esposa. En su vida sólo venerara el recuerdo de tres mujeres. Una es aquella que pudo haber sido suya,  otra es su madre, y quizá la adore porque –como explicaba Simon de Beauvoir en El Segundo Sexo (1949)– al hombre le atemorizan la muerte, la naturaleza y su soledad. Por último, su hija Farzaneh, la única a la que quiere más que a sus otros hijos porque se le parece en físico e intelecto.

Entonces, ¿al final se saldrá con la suya ese hombre egoísta y melancólico que sólo sabe revivir las desgracias que han tenido lugar en su vida? Pues la mala y buena noticia es que no hay ni malos ni buenos en esta historia, como no se gana ni se pierde nada, excepto las ganas de vivir. Sólo eso, el tiempo vital, en un magnífico despliegue de “flashbacks” y “flash forwards”, así como las enseñanzas e historias paralelas que aparecen en medio de la historia, entran en juego para dotar al lector de una perspectiva casi completa que recoge muy bien el modo en que le fueron contadas todas esas anécdotas a la propia autora. Sólo el pensamiento como la lengua oral producen ese vaivén temporal tan mágico que desobedece la línea narrativa para arbitrar todas las ideas y circunstancias que entran en juego durante el relato. Por eso tampoco hay una única respuesta. Narrar obliga a posicionarse, pero si se proporciona tantas narraciones que se entrecruzan las unas con las otras, tal y como hace Satrapi aquí, entonces presentamos todas las respuestas al mismo tiempo.

El aprendiz y músico del Tar es víctima y verdugo. Como todos, vive en un contexto social problemático que invade su sociedad de un exacerbado nacionalismo, contrapunto de las invasiones sajonas que tienen lugar durante el siglo XX en el territorio de la antigua Persia. Teherán, capital de la República del Islam después del golpe de estado, era por aquel entonces una ciudad de costumbres y tradiciones patriarcales. Los matrimonios, si bien no se concertaban como en las familias reales, sí se arreglaban por parte de los miembros de la familia o tutores, quienes tienen la última decisión sobre el enlace. Ya casados, como en toda sociedad occidental, la mujer se encarga de la casa y de los hijos, mientras que el hombre debe tener un trabajo lo suficientemente prometedor como para mantener a toda su familia, pero Nasser Ali es un poeta suicida cuya actitud nihilista choca contra el misticismo de sus antepasados. Para él la idea de una transfiguración divina o hecho milagroso acaba con las palabras de Khayvam, octavo imán de los Chiitas, “Los astros no han ganado nada con mi presencia aquí y su gloria no aumentará cuando yo desaparezca. Y pongo a mis dos orejas por testigo de que jamás nadie ha podido decirme por qué me han hecho venir y por qué me harán partir.”

Esta novela gráfica es ya todo un clásico de la autora iraní Marjane Satrapi, creadora de la saga Persépolis (2000). Aunque menos popular que su predecesora, Pollo con Ciruelas ganó el Premio al Mejor Álbum en el Festival Internacional de la Historieta en Angulema en 2005 y su versión en castellano ha sido reeditada en 2015 por Norma Editorial.

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