El doloroso arte de la menstruación

 

Marisol Salanova

Hace algunos días leía en el Facebook de María Mercromina una pequeña reflexión sobre lo frustrante que le resulta no poder quejarse abiertamente en público cuando experimenta dolores menstruales. Si nos duele una muela o un pie acostumbramos a decirlo, sin ánimo de que se tome como un atenuante en caso de que nuestro nivel de concentración esté bajo, por ejemplo. Pero si hay dolor de cualquier tipo indudablemente este reclama nuestra atención e influye en lo que estamos haciendo. Cuando el dolor tiene un origen patológico, crónico e imposible de llevar sin medicación, como en el caso de mi querida amiga Teresa Cebrián, las facultades se ven afectadas y el humor tiende a ensombrecerse por momentos. Ella, magnífica escultora que pese a tener unas manos pequeñas y delicadas ha pasado años y años tratando con los materiales más duros y creando piezas de grandes dimensiones, ahora con su enfermedad se ve forzada a abordar el trabajo de otra manera. Si dicen que el hambre agudiza el ingenio, creo que el dolor más aún, al margen del género. Cultural e históricamente, como acusaba Mercromina en su muro, las mujeres estamos entrenadas en sufrir bajo el silencio absoluto. La ex actriz porno y performer Annie Sprinkle analizaba en un croquis sobre una imagen de su cuerpo encorsetado y con tacón de aguja cuáles eran las verdaderas sensaciones venidas del querer gustar y ajustarse a la tendencia de lo considerado sexy, erótico o deseable. Así, una flecha junto al corsé indicaba que aunque figure sonriente y estupenda aquello le apretaba hasta casi no poder respirar, los tacones le dolían a cada paso, etcétera.

Annie Sprinkle                                       Annie Sprinkle

Tender a callarlo o estar acostumbradas a fingir que no ocurre cuando el periodo duele no es de extrañar si tenemos en cuenta lo arriba descrito. Callamos mucho, no solo eso. Algunas callan (con analgésicos, hormonas, fajas, silicona, bótox) todo lo que hace ver que no somos seres perfectos, casi mitológicos, mágicos, configurados ex profeso para el deleite masculino. Otras callamos nuestras pequeñas diferencias fisiológicas por miedo a que la igualdad no sea integral y no nos damos cuenta de que ser diferente está bien, la igualdad de derechos y oportunidades que buscamos no implica igualdad en cada una de las cosas, homogenización de patrones físicos y capacidades. La regla no es una discapacidad, la discapacidad no existe, lo que existen son diferentes capacidades. Interpretamos a menudo que la menstruación, presente durante tan largo proceso de nuestras vidas, es como una enfermedad crónica a la sazón vergonzosa. Avinagra el vino, corta la mayonesa, marchita las flores, estas y otras supersticiones en torno a la menstruación son las que enumeraba Simone de Beauvoir en su célebre ensayo El segundo sexo. Se trata de una condición biológica sujeta a cientos de tabúes culturales en su mayoría con connotaciones negativas. El patriarcado ha imbuido tales ideas derivando en que se asuma comúnmente -también en palabras de la filósofa francesa- que «el hombre se aleja sexualmente de la mujer cuando ésta se dedica de modo particular a su papel reproductor: durante sus reglas, cuando está embarazada y cuando amamanta» pero no es correcto generalizar

Tres Gracias Sangrantes de Ana Álvarez-Errecalde Tres Gracias Sangrantes de Ana Álvarez-Errecalde

La menstruación tiene que ver con nuestros órganos sexuales. Que la sangre fluya se puede interpretar de muchas maneras y desde el ámbito artístico vienen reivindicando cantidad de voces femeninas al respecto. No porque la opinión de una mujer sobre este tema vaya a ser mejor o peor que la de un hombre sino porque hablan desde la experiencia con afán de visibilizar algo que ocurre. El proyecto Tres Gracias Sangrantes de Ana Álvarez-Errecalde sobre la menstruación cuestiona la estética de la pureza y la higienización extrema de una condición natural que mancha entre las piernas. Somos capaces de crear vida aquí, a partir de este hueco que duele y sangra para recordarnos que seguimos vivas y fuertes. En la antología poética Sangrantes, edición de Luna Miguel, podemos leer poemas sobre el periodo sugestivos hasta el paroxismo. No están escritos para que los lean solo mujeres, al contrario, pretenden llegar a aquellas personas que no han vivido esa experiencia y provocar empatía. Por su parte, con la misma intención, la artista japonesa Hiromi Ozaki ha creado la máquina de menstruar, un dispositivo que causa dolor y gotea lo que parece sangre, un tanto radical aunque interesante obra.

En contraposición a esta visión performativa y actual del periodo recomiendo ver el vídeo de 1946 creado por Disney para explicar los entresijos de la regla, podéis encontrarlo en Youtube, dura diez minutos y suelo ponerlo en mi workshop sobre arte, moda y menstruación después del documental La Luna En Ti. El taller didáctico lo articulé el año pasado para una residencia artística de las jóvenes diseñadoras murcianas Las CulpaSS bajo el título Fashion Menstruation. En él presento un recorrido histórico y obras relacionadas con la regla a muchos niveles, también hay registro en vídeo que se localiza fácilmente. En la actualidad estudio con la performer norteamericana Laura Luna la posibilidad de impartirlo en Los Ángeles próximamente. He ido ampliando materiales y desarrollando paralelismos entre, además de arte contemporáneo, cine y menstruación sobre todo a través de las metáforas que encuentro en películas de vampirismo donde aparecen mujeres con un halo de sensualidad.

https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=eLhld_PI2zg

 

La película Entrevista con el Vampiro, como sabéis, sale de una trilogía escrita por Anne Rice, Las crónicas vampíricas, acompañadas de un cuarto y un quinto libro por lo menos. No en vano Rice, aunque descubrió un filón con las historias de monstruos, originalmente se dedicaba a escribir relato erótico y tiene muchas novelas eróticas publicadas (Una de las más conocidas se titula La bella durmiente). Bien, el quinto libro de vampiros con Lestat como protagonista se llama Memnoch el diablo y en él hay una escena (jamás llevada al cine) que a mí me impresionó favorablemente cuando lo leí de adolescente. Consiste en un momento de sexo oral durante el periodo, descrito con detalle como el súmmum del intercambio de placer entre vampiro y humana. Bastante curioso, el personaje humano es una monja. Mantenerse limpia de sangre en como mantenerse limpia de pecado en cierto sentido, lo cual me recuerda a otra película, más reciente, titulada Stoker.

Stoker va de una chica llamada India cuyo padre, al que estaba muy unida, fallece y a partir de ahí su misterioso tío Charlie irrumpe en su casa y la persigue en una especie de juego psicológico cargado de tensión sexual para descubrirle que ella tiene tendencias asesinas igual que él. Toda la película es un extraño homenaje a Bram Stoker y el vampirismo subyace. Charlie es esquivo, asusta pero es seductor, espera a India como Drácula a Mina y la sangre está muy presente hasta el punto de que se convierte en un efecto visual potente y recurrente. La protagonista parece al principio como una muñeca y finalmente, cuando prueba la sangre (en sentido figurado, al matar) se desata, su figura se acentúa, calza tacón, vive la pubertad, deja de ser una muñeca blanca y pura porque está manchada de sangre.

La fotógrafa Emma Arvida está muy interesada en la representación de la mujer en los medios y, a través de su obra, nos insta a cuestionar esos anuncios en los que chicas con braguitas inmaculadas y ajustadísimas aseguran tener el periodo y conseguir que no se note gracias a este o aquel producto de higiene íntima. En sus fotografías de la serie There Will Be Blood las modelos presentan un sangrado vaginal apreciable y realizan actividades cotidianas como pasear, leer en la biblioteca o tomar café en una cafetería mientras menstrúan sin contención, dejando que sus ropas y cuerpos se manchen, con una estética muy cuidada, sin buscar efectismo. Los rostros serenos y limpios de las modelos contrastan con la idea de ocultación o sufrimiento. La regla es un ciclo que nos enseña sobre nosotras mismas, el dolor verbalizado se disuelve entre la comprensión de quienes nos rodean y arroparnos las unas a las otras es importante pero más todavía lo es el transmitir nuestra experiencia a quienes la sienten ajena. Ninguno de mis cursos, seminarios, talleres, versara sobre ciberfeminismo, menstruación o sexualidades disidentes, ha tenido un público homogéneo en exclusiva mujeres. Siempre veo diversidad, lo cual a mi entender es síntoma de que la condición femenina interesa al género mayoritario, a saber, ni masculino ni femenino ni neutro, si no el que admite tantas diferencias como integrantes del mismo haya: el variado e inconmensurable género humano.

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