Aspiro, señores, a que reconozcáis que la mujer tiene destino propio; que sus primeros deberes naturales son para consigo misma, no relativos y dependientes de la entidad moral de la familia que en su día podrá construir o no construir; que su felicidad y dignidad personal tiene que ser el fin esencial de su cultura, y que por consecuencia de ese modo de ser mujer, está investida del mismo derecho a la educación que el hombre.
Discurso en el Congreso Pedagógico Internacional, 1892.
En 1892, Emilia Pardo Bazán dio un discurso en el Congreso Pedagógico Internacional que sería todo un manifiesto en defensa del feminismo. Pronto se convirtió en adalid del feminismo gracias a su campaña para ingresar en la Real Academia Española, su traducción de On the Subjection of Women de John Stuart Mill y sus brillantes ensayos en la revista Nuevo Teatro Crítico.
Pardo Bazán hablaba en su ensayo La mujer española (1890) de que “la brecha entre los géneros podía suponer un obstáculo al progreso y un factor relevante en el accidentado ingreso de España en la modernidad”. Señaló que, puesto que las mujeres no habían participado de los nuevos derechos y libertades conquistados por los hombres a lo largo del siglo XIX, “siempre que la mujer española revela interés político, se adhiere a la España antigua; la nueva, socialmente hablando, no se ha formado su elemento femenino”. Mientras las mujeres españolas fueran rehenes del pasado, decía Pardo Bazán, constituirían un lastre político y social para la nueva España moderna que se estaba gestando.
En 1896, Pardo Bazán volcó todos sus ideales feministas en su novela Memorias de un solterón. Escribe Shirley Mangini en Las modernas de Madrid (Península, 2001) que Féita, la protagonista femenina, adopta las actitudes y aspiraciones de la Nueva Mujer. Pardo Bazán se sirve de las expectativas convencionales para las mujeres españolas de clase media de aquella época, criticándolas enérgicamente a través de Féita. “Ella usa zapatos varoniles y cómodas faldas de pana, cultiva un trato abierto y directo con los demás, considera que forjar su propio destino tiene precedencia sobre el deber hacia su familia y se esfuerza por adquirir una educación decente con el fin de poder algún día vivir de manera independiente”.
Mucho le debemos hoy a Pardo Bazán por ser un eje precursor de las modernas de Madrid, por su abierta denuncia de la situación de la mujer, su valentía para exponer ideas nuevas en la España de entonces y su conocimiento. Como explica Susan Kirkpatrick en Las románticas: escritoras y subjetividad en España, 1835-1850 (Cátedra, 1991), hay que reivindicar la figura de Pardo Bazán “como activa propagandista en defensa de una perspectiva feminista burguesa, como la primera profesora universitaria española y como modelo vivo de una mujer intimidada, desempeñó un papel central en el establecimiento del andamio sobre cual el feminismo español del siglo XX podría construirse”.