04 Mayo 2015
El teléfono suena una y otra vez. Dice «mamá» y nadie responde.
Una y otra vez ¡mamá!, cada vez más fuerte, ¡mamá!, y nadie responde.
Pablo García Casado.
Viajo. Soy madre viajera, tengo maletas a mis pies. Bragas dobladas cuidadosamente, camisetas contadas, ipad y auriculares, líquidos de menos de 100 ml enfundados en envases transparentes. Pasaporte y DNI- madre despistada. Espero en colas de aeropuertos y recuerdo viajes pasados. Todos los viajes se amontonan ahora, forman parte de la misma memoria externa del mismo ordenador. Todos los viajes se agolpan en mi vientre, todos los hombres, todos los lugares. Seré madre nómada.
Viajo. Colecciono las muestras de los hoteles y cambio de textura de toalla cada par de días. Intercambiamos el lado de la cama sin darnos cuenta. Las ventanas mudan de lugar. Una ciudad sucede a la otra. Una mañana alegre, una tarde lluviosa, una ciudad más.
Viajo. Oigo el ruido de los motores de los aviones al despegar, los auriculares no bastan para ahogar el llanto de los niños ni los mensajes de las azafatas. Oigo el ruido de los mensajes, oigo el ruido de los motores, oigo sus llantos. Oigo todos los ruidos del mundo en mis oídos pero ninguno basta para ahogar el silencio que late en las profundidades de mi útero, jesús.
Viajo. Lejos de ti, del líquido amniótico en el que reposan tus sueños, sólo oigo el silencio de quien respira en el hueco de la cama- sin saber si en cualquier momento dejará de respirar. Oigo los mensajes, los motores, los llantos. Viajo y ya no me pregunto nada más.