Reivindicación de Nellie Bly

Ann Shen.

 

 

Ann Shen.

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            Nellie Bly, legendaria reportera, aparece y desaparece de los medios españoles con el mismo desorden con el que vivió. Lo mismo se editan sin venir a cuento sus libros que se publican reseñas de sus andanzas y aventuras por medio mundo. Quizás sea buen momento –siempre lo es- para reflexionar con más calma y perspectivas sobre su obra y su legado.

            Nacida Elizabeth Cochrane Seaman en Pennsylvania en 1864 (para situarnos, un año antes de la victoria de los Estados de la Unión en la Guerra de Secesión), quedó huérfana muy joven, con seis años, y conoció el hambre y la fatalidad en el seno de una familia de quince hermanos. Se trata de un dato relevante en su vida. Intrépida y obstinada, con apenas 21 años escribió una incendiaria carta de protesta a un periódico local –el Pittsburgh Dispatch– contra un artículo de claro contenido machista que se interrogaba sobre la utilidad real de las mujeres. Una carta que cambió su vida.

            Estamos en 1885 y en los Estados Unidos de América florece un cierto periodismo dedicado a las mujeres. Hay muchas posibilidades y un público creciente, lo que permite secciones específicas en los diarios locales. Eso sí, en esos años (1880) hay sólo hay 288 mujeres entre los 12.308 periodistas registrados. Las mujeres periodistas, además, escriben con pseudónimo, según la moda y las costumbres del momento, y su editor elige para ella el pen name de Nellie Bly, con el que pasaría a la Historia, inspirándose para ello en una popular cancioncilla de la época.

            Cansada muy pronto de sus ocupaciones periodísticas, a pesar de la inmensa oportunidad que le habían brindado, Nellie Bly, siempre en busca del mayor reto posible, se rebela contra su protector y reclama más acción, recluida en la sección femenina tras un prometedor inicio en la crónica social. De esta manera, en 1886, sin apenas tiempo para haber calentado silla en la redacción de Pittsburgh, se lanza a un viaje a México para contar de primera mano cómo se vivía en el país vecino bajo la dictadura de Porfirio Díaz. El resultado es un libro apasionante, Six months in México[i], y la expulsión del país por sus aceradas críticas contra la miseria y la desigualdad social que pudo ver con sus propios ojos.

            De regreso a los Estados Unidos la inquieta protagonista deja su ciudad para ir a Nueva York con el firme propósito de trabajar en el diario de Joseph Pulitzer. Y gracias a su descaro y a su proverbial buena fortuna lo consiguió. Eran otros tiempos, en los que se premiaban el talento, el coraje y la actitud. Muy pronto Nellie Bly se convertiría en uno de los mejores exponentes del llamado “periodismo encubierto” (stunt journalism). Los Estados Unidos que transitan del siglo XIX al XX son un país lastrado por la corrupción y el capitalismo salvaje e inhumano. Nellie Bly escribe duros reportajes en los que denuncia las miserables condiciones de vida de sus compatriotas, una amalgama de inmigrantes indocumentados, pobres y sin derechos ni abogados a los que recurrir. Una masa casi indigente en manos de las grandes corporaciones y los intereses financieros e inmobiliarios de los Rockefeller, los Vanderbilt y otros apellidos multimillonarios conocidos en todo el mundo. No era casual ni la indefensión de los parias, ni la ausencia de los poderes públicos, ni la deshonestidad empresarial. Y en ese caldo de cultivo surgen los muckrackers, una generación de periodistas honestos y valientes que desde los valores compartidos por el ser humano denunciaron los atropellos cometidos en nombre del todopoderoso dinero: Jack London, Upton Sinclair, Lincoln Steffens, Charles Edward Russell, Jacob Riis, y por supuesto Nellie Bly y también Ida Tarbell.

            Vicente Campos ha editado una obra imprescindible para conocer este universo de periodismo dispuesto a escarbar en la basura del sistema[ii]. Y en este libro maravilloso podemos leer una interesante semblanza de Nellie Bly, así como uno de sus artículos, publicado el 17 de diciembre de 1894 en el periódico de Pulitzer, el famoso y controvertido News of the World.

            El artículo narra una visita de la periodista a las viviendas que la Trinity Corporation de Vanderbilt alquilaba a los vecinos de Manhattan. Se destaca lo sórdido del asunto: “alquileres abusivos por cubiles infectos en pocilgas sucias, destartaladas, húmedas e insalubres. La muerte, también, merodea en muchos de ellos”. En el artículo destacan varias de las constantes de toda la obra de Nellie Bly: una cierta ingenuidad, un carácter compasivo, un atrevimiento notable, una sólida convicción en la posibilidad de cambiar las cosas, y quizás también una correcta superficialidad en el tratamiento de los temas. Afirma Vicente Campos que Nellie Bly era “una muckracker en bruto. La pena fue que, durante su relativamente breve carrera, sólo acabaría puliendo las aristas más vivas de su talento” (p. 383). Sin duda lleva razón, pero en defensa de Bly habría que añadir que era una reportera auténtica, y no una niña estudiada de clase alta incrustada en un mundo que no conocía. Lo que Nellie Bly contaba era la propia vida que a ella le había estado esperando, una vida marcada por la desesperación, y eso debe hacer comprensible esa empatía natural –sin la religión como intermediaria- que sintió a lo largo de su vida hacia los más vulnerables, porque se identificaba con ellos como no podrían hacerlo otros compañeros de mejor cuna y origen.

            Si fueron muchos los artículos de denuncia escritos por Nellie Bly, su consagración llegó con la audacia que supuso pasar Diez días en un manicomio[iii], infiltrada como demente en una de las instituciones mentales más tenebrosas del Estado. Sin más ayuda que su propia obstinación, y sin horizonte de un posible rescate si las cosas se torcían, Bly consigue con relativa facilidad que un juez y cuatro médicos decreten su trastorno mental –ayudada de una fina inteligencia, el conocimiento del idioma español tras su paso por México, y una abierta predisposición masculina a la consideración de cualquier mujer un poco estrafalaria como candidata firme a un severo tratamiento para enfermos mentales. Merece la pena leer este libro pionero y único de su época, precursor involuntario de las tesis de Foucault, que supuso una revolución en su momento por la descripción de la falta de humanidad del sistema y las penosas condiciones soportadas por las mujeres allí recluidas, muchas de ellas perfectamente sanas pero indefensas por el desconocimiento del idioma inglés, la soledad o el abandono de sus familias.

            Nellie Bly consiguió que se abriera una investigación y que se mejorase el presupuesto del manicomio de la Isla de Blackwell. Su crónica es veraz y empática. Habla bien de quienes fueron buenos profesionales y denuncia sin tapujos a las abusonas, a las guardianas sádicas, a los médicos desaprensivos. La facilidad con la que es considerada una loca llama la atención. Diríase que la atención mental era más un sistema para quitar a mujeres de la circulación que un verdadero mecanismo de alivio y sanación.

            Espoleada por el éxito, siempre buscando la próxima pirueta, entre 1872 (por entregas) y 1873 (edición íntegra en libro) se había publicado en Francia “La vuelta al mundo en ochenta días”. Ni corta ni perezosa Bly convenció a Pulitzer de que sería capaz de hacerlo ella misma, siguiendo la misma ruta que Phileas Fogg, incluso en menos días, concretamente 75. Una mujer real enfrentada a un personaje de ficción. El resultado es una de las mayores aventuras literarias de la Historia, un acontecimiento mundial en aquella época. Nellie Bly lo escribiría en primera persona y se titularía “La vuelta al mundo en 72 días[iv], un relato extraordinario de sus propias andanzas y peripecias por mundos desconocidos para el público estadounidense, pero casi todos gobernados por la Reina Victoria.

            Este libro permite verificar las constantes en la obra de Nellie Bly, reflejo de su personalidad: audacia, empatía con los desfavorecidos, ingenuidad, obstinación. No olvidemos su extraordinaria juventud: sólo tenía 25 años. El relato se lee como un libro de aventuras, pero también como una narración colonial de un mundo occidental que viaja en busca de pasar el tiempo, de negocios, de visitas a parientes lejanos. Motivos alejados de la vida cotidiana de los lectores de periódicos, enfrascados en la simple lucha por la supervivencia en los duros barrios estadounidenses de aquellos tiempos.

            Varias cosas deben llamar la atención a las lectoras y lectores españoles. En primer lugar, el inesperado y maravilloso encuentro con Julio Verne y su esposa (a petición del famoso escritor) en su casa de París, descrito recientemente en un buen artículo[v]. En segundo lugar, la figura del caballero español que acompañará a Nellie Bly hasta China, donde viaja como alto representante del servicio diplomático, del que sabemos su impecable educación y que era “la misma esencia de la galantería”, no así su nombre[vi]. Y por supuesto la sorpresa que supuso para ella enterarse en Hong Kong de que la competencia (The Cosmopolitan) había enviado a otra mujer (Elisabeth Bisland) a realizar el mismo trayecto que ella, pero en sentido inverso, dispuesta a llegar a Nueva York antes que la propia Nellie Bly[vii].

            Como ahora sabemos, ganó Nellie. Y al llegar a los Estados Unidos de América su viaje en tren desde San Francisco hasta Chicago primero (en un tren especial fletado por Pulitzer) y desde Chicago a Jersey City después, se convirtió en un gigantesco homenaje público, sólo comparable al que recibirían más tarde otros pioneros inmortales como Charles Lindbergh o los astronautas del Apolo XI.

            Nellie Bly se casaría con un millonario mucho mayor que ella y se haría cargo del negocio tras quedar viuda, para arruinarlo. Huyó a Europa para evitar las consecuencias de la quiebra y, establecida en Viena, se convertiría en corresponsal de la Primera Guerra Mundial para el periódico de William Randolph Hearst, el New York Evening Journal. La primera mujer periodista en el frente oriental[viii]. Genio y figura.

            Su legado es hoy más indiscutible que nunca. Conviene preguntarse por la enorme influencia que Nellie Bly ejerció sobre la sociedad de su tiempo, sobre sus editores, sus compañeros de redacción, sus lectores y sobre todas las mujeres que deseaban ser libres e independientes como lo fue ella. En el salto del siglo XIX al siglo XX en muchas partes del mundo comenzaba a fructificar el trabajo callado a favor de la emancipación de la mujer, pero siempre en los círculos más educados, en los contornos artísticos: París, Viena, Londres. Sabemos los nombres y sabemos lo que fueron capaces de hacer. Sin duda figuras como la de Nellie Bly, humilde y testaruda, esquiva y audaz, sirvieron de ejemplo a quienes, años más tarde, protagonizarían otras luchas pioneras: por el acceso a la educación, por la identidad sexual, por el voto femenino, por la incorporación al mundo del trabajo (la Gran Guerra ayudó lo suyo). Ella fue una de las primeras que lo consiguió sin más ayuda que su propia voluntad y su talento natural. Y es que, como escribió de ella Patt Morrison en Los Ángeles Times, “con su pluma, ¿quién necesita espadas?[ix]”.


[i] http://digital.library.upenn.edu/women/bly/mexico/mexico.html

[ii] ¡Extra, extra! Muckrackers. Orígenes del periodismo de denuncia. Ariel, Barcelona, 2015.

[iii] Diez días en un manicomio. Ediciones Buck. Narrativa norteamericana. Barcelona, 2009. Traducción de David Cruz.

[iv] La vuelta al mundo en 72 días. Ediciones Buck. Narrativa norteamericana. Barcelona, 2010. Traducción de Rosa M. Salleras Puig.

[v] http://www.jotdown.es/2016/02/cuando-julio-verne-conocio-a-nellie-bly-la-mujer-que-batio-el-record-de-phileas-fogg/

[vi] Hay un interesante artículo que invita a especular con las figuras de Salvador López Guijarro o de Hipólito de Uriarte, por la que me inclino: José Luis García-Tapia Bello, “Presencia (y ausencia) española en China hasta 1973”. Boletín económico del ICE nº 2972, septiembre de 2009, páginas 71-93. La legación española contaba con un Ministro, dos Secretarios y al menos otros dos ayudantes. Poco después de la estancia de Nellie Bly llegaría Bernardo Jacinto de Cologan y Cologan, que viviría la Guerra de los Bóxers y merecería un pequeño papel (corto para sus méritos) en la película “55 días en Pekín”.

[vii] Mathew Goodman: Ochenta días. La gran carrera de Elisabeth Bisland y Nellie Bly, la vuelta al mundo que hizo historia. Editorial Aguilar, Madrid, 2014. Traducción de Laura Vidal Sanz.

[viii] http://brookekroeger.com/nellie-bly-she-did-it-all/

[ix] http://articles.latimes.com/1994-03-06/books/bk-30467_1_nellie-bly-story

 

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