Ojos y capital

Portada de Ojos y Capital (consonni, 2015) de Remedios Zafra.

 

Portada de Ojos y Capital (consonni, 2015) de Remedios Zafra.

Portada de Ojos y Capital (consonni, 2015) de Remedios Zafra.

 

Bonus track: Los ojos del mundo han cambiado (Netianas que resucitan)

Como las netianas no pertenecen al orden de la filiación, sino al de la imaginación y la alianza, no se reproducen ni envejecen, en todo caso, resucitan. Las netianas aparecen aquí, ahora, inesperademente, como los fantasmas en la oscuridad o en la nebulosa. Surgen en este “fuera de obra” (exergo), porque Ojos y Capital nace, casualmente, en su aniversario, 10 años desde la publicación de este ensayo (Netianas). Y, ciertamente, creo que una década no debiera tener más importancia que 9 años y 4 meses, pero quienes conozcan mi obra anterior sabrán que siento debilidad por los ceros y los unos. Además, éste puede ser buen momento para mirar atrás y volver. Porque Netianas nació en un contexto en algo diferente de la red (ya se sabe, la celeridad de los cambios y, en consecuencia, años que parece siglos, horas que parecen días). Pero también coincidió y participó en un estimulante periodo de auge en la reflexión y debate sobre feminismo y cultura digital en este sur de Europa; un periodo que se ha ido transformando con nuevas revoluciones y escenarios.

Netianas, como ensayo, supuso además mi primer contacto con consonni, y también con otras y otros feministas que dialogaron con esta ficción, descubriendo en ella una figuración que operaba como punto de entrada a la experimentación (creatividad política) y el pensamiento sobre el sujeto en la red. consonni que ahora arropa y promueve este Ojos y Capital me pregunta con sincero interés ¿qué fue y qué sería hoy de las netianas? Con la complicidad que nos da hablar de algo compartido (porque quisimos y, creo yo que en cada caso fuimos capaces de apropiárnoslas para nuestra vida) me emociona reencontrarlas.

Para quienes no las conozcan o no las recuerden, les diré que las netianas se autopresentaban como figuración teorética alternativa del sujeto que n(h)ace en Internet; como confrontación con lo dominante, como una ficción política y poshumana conspiradora del poder (en tanto la traición provoca un devenir mutante rompiendo toda conexión de género, clase o nación con la familia que se traiciona). Tan cerca del internauta que la temperatura que diferenciaba un aliento cálido de un suspiro fogoso podía cambiar sus cualidades. Sin olvidar que las netianas en tanto figuraciones teóricas para la subjetividad formarían parte de esas palabras -exigentes- que nos orientan hacia delante, es decir, capaces de imaginar mundos y futuro.

Aquí y ahora, desde un presente numerado, pongamos 2015, considero que en relación al momento en que Netianas surgió, la cultura-red está hoy marcada por otro estadío de la visualidad y de las formas de crear valor y vínculo social. Hace diez años la incondicionalidad online no tenía la dimensión y movilidad que la define ahora. La disponibilidad de conexión y de dispositivos-apéndices casi como prótesis de aplicaciones tecnológicas cumple parcialmente la expectativa poshumana, pero nos convierte en una suerte de zombis entretenidos y ansiosos por no dejar de ver, con la mirada perdida en nuestras pantallas portátiles. Hace diez años no habitábamos las redes sociales, y con ellas (y a pesar de ellas) la conectividad de lo social no era tan propositiva como hoy. Pero especialmente, no asolaba la crisis económica, ni la igualdad estaba tan amenazada en esta parte del mundo como para hacernos retroceder en derechos que considerábamos ganados. Antes, podíamos permitirnos especular sobre figuraciones alternativas y sujetos poshumanos, reflexionando sobre posibles filosofías Ciborg, porque queríamos construir “futuro”. Ahora, sin embargo, el mundo nos deriva nuevamente a reconquistar el “pasado”, a negociar la urgencia del trabajo, la comida y la precariedad. Es decir, a retomar caminos que pensábamos andados en igualdad, a planificar nuevas revoluciones estructurales. Abruptamente, hemos recordado que ninguna ganancia reciente está garantizada y que los tiempos que hablan de futuro y de pasado son engañosos, pueden irse o volver de pronto.

Este retroceso acontece paralelamente al asentamiento de una cultura-red que hilvana un cambio añadido. Un cambio que no grita “sí” o “no”, sin titulares llamativos ni ilustración épica. Una transformación que opera como la erosión silenciosa del agua sobre las piedras, como la construcción y el deshacer de las identidades desde los imaginarios del poder. Me refiero al cambio derivado de una cultura-red excedentaria y absolutamente poderosa en lo visual. Una cultura que además pone fin a muchas de las viejas dicotomías sobre las que hemos construido mundo, y que ya las netianas anunciaban, enfatizando la erosión de los límites entre lo público y lo privado y de las esferas de producción, distribución y consumo (entre otros).

El mundo ha cambiado. Sus ojos difieren. El carácter humano ha cambiado. Y si bien toda netiana seguiría teniendo cabida en su arbitraria y paródica clasificación borgiana. Ya saben: (l)as netianas se dividen en (a) pertenecientes a Microsoft, (b) latentes, (c) inventadas, (d) prosopon, (e) ciborgs, (f) “fabulosas”, (g) sujetos Google, (h) incluidas en esta clasificación, (i) chateadoras compulsivas, (j) incontables, (k) descritas mediante letra Times New Roman, (l) etcétera, (m) que acaban de entrar en Silicon Valley (n) que viven lo que una mosca… Me parece que en una época de “ojos como capital”, las netianas de hoy “incluidas en esta clasificación” denunciarían como la estetización deducida de esta cultura excedentaria en lo visual está trabajando para el poder patriarcal. Lo hace desde una mayor re-objetualización de lo feminizado, acompañada de su paralela precarización. Parece no agotarse y vuelve como renovado y cansino pacto simbólico: la mujer como imagen y capital. Y desmantelados (o en riesgo) los mecanismos críticos que esperamos de lo público y de la educación, toma posiciones una inquietante colonización de la mirada.

Probablemente las netianas se detendrían hoy en este escenario, pero también ante los desafíos de los nuevos prosumidores de la red; en las tecnologías domésticas y low- tech y en la asombrosa permanencia y acentuación del sesgo de los cuidados y la economía informal que las acompaña; en el activismo y la instrumentalización comunitaria de las redes; y es posible que hablasen cada vez más con el estómago, sublevándose en una sociedad que siendo más contemporánea pareciera más vieja en igualdad y derechos sociales.

El carácter humano ha cambiado porque han variado las relaciones humanas entre las personas. Si Netianas trataba sobre el sujeto en la red, resucitadas hoy en el mundo al que apunta Ojos y Capital se ocuparían también de las relaciones entre los sujetos en la red (el sujeto pregunta por la “comunidad” y la comunidad reclama al “sujeto”). Lo harían en un contexto excesivo que fagocita tiempos subversivos para la conciencia, pero que además teje y desteje tensiones derivadas, de un lado, del poder del capital, y de otro, de la ciudadanía conectada mediante nuevas formas de cohesión y valor social que pretenden transformar/construir algo nuevo; algo que posiblemente no tenga aún ni palabra ni mayor definición que la “antítesis”, pero sí su fuerza innovadora: “no es esto”, “esto ya no nos vale”.

Aunque la voz que predomina en mis últimos ensayos es la de un yo real, a menudo decepcionado con la poca imaginación cotidiana en la ideación de nuevas figuraciones críticas a través de las pantallas, les confieso que nunca pierdo la esperanza en que creatividad y ficción política establezcan nuevas alianzas para el devenir más emancipador de las personas en un mundo conectado. Las netianas apuntaban al arte de la red como ejemplo de mirada creativa capaz de empoderar nuestra imaginación en la creación de subjetividades liberadoras. Pero ciertamente hoy la creatividad política no está reducida al arte (o no al arte domesticado por la institución). La creatividad política habita la vida diaria y la red, enfrentándonos a las dificultades de atención propiciadas por el hórror vacui del increíble parque de atracciones en que se ha convertido Internet, junto al clamoroso descuido con que los poderes públicos abandonan al sujeto frente a las pantallas, desmantelando y envejeciendo la educación (incapaz de hacer frente a su verdadera demanda como generadora de emancipación y conciencia crítica en un mundo conectado).

Si resistimos estas dificultades, tal vez… Cuesta verla, pero quizá… si mirán con las capas más internas del ojo encontrarán posos de creatividad política, posiblemente transmutada en “social”. No olviden para ello resistir el ejercicio de la mirada orientada por los ojos de los que mandan y que se canjean por capital, rebelarse frente a la luz y la centralidad, observar también la periferia, el fragmento, las zonas de sombra, las que huelen y las que son capaces de tocar (y levantar al otro tirando del brazo) más allá de las yemas de nuestros dedos.

Los matices de las netianas siguen siendo intensos, escondidos y prodigiosos, como los que advertiríamos frente a una imagen crepuscular que, suavemente, lograra detener nuestras miradas y ayudarnos a enfocar, incluso cuando esa puesta de sol no sea paisaje directo, sino que venga reflejada como en los mundos de ahora, por los cristales de los nuevos aparatos del ver. Sugerían las netianas que ninguna combinación de palabras podrá representar con rigor esos colores, aunque tal vez en los intersticios digitales de su ambigüedad, las ficciones por hacer (las que seamos capaces de configurar y contagiar) puedan sugerirles leves destellos de la intensidad de nuestro deseo y destino como sujetos (y como comunidad) en Internet. Es tan probable que las netianas, ficciones sin rostro, ligeras y desacomplejadamente contradictorias, tengan, como que no tengan ojos, pero sí son capaces de construir y desmontar mirada. Y puede que haya sido algo torpe al suponer que vienen del pasado y que por tanto resucitan aquí, porque es más que probable que se asomen a este libro entre una niebla en ciernes, como anuncio de lo que viene, desde unas décadas por delante. Y que lo hagan para preguntarnos sobre nuestra implicación en el futuro que nos moviliza… O quizá quieran interpelarnos (entre la duda de si su marco es pantalla o espejo). Y nos dicen: ¿qué veis en nosotras?

Ojos y capital de Remedios Zafra acaba de publicarse en la editorial consonni.

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