Irati iturritza: «Es inevitable que se refieran a ti como poeta joven, etiqueta que llega incluso a ser despectiva»

 

tête à tête

 

Abrimos desde hoy la puerta y las ventanas de una nueva estancia en La Tribu que quiere ser una habitación propia para las poetas jóvenes. Aquí, nuestras invitadas nos hablarán de genealogía, de escritura, de imágenes y de feminismo. De la mano de las autoras que se sienten en nuestra mesa, iremos tirando del hilo para conocer a otras, ya que ellas serán quienes decidan quién será la próxima que vendrá a hacernos compañía en este rato de charla para compartir sus vivencias con todas nosotras.

 

Ya tenemos lista la merienda, bienvenidas a vuestra habitación.

 

 

 

Irati Iturritza, poeta pamplonesa nacida en 1997, es nuestra invitada de honor para abrir esta sección. Tras publicar sus poemas en esta casa y editar una antología de poesía joven, Irati vuelve a La Tribu después de sacar su primer poemario Brazos Cortos (La Bella Varsovia, 2017) para adentrarnos en un imaginario de bocas, hogares y la búsqueda del proceso poético.

 

Hemos visto que estás recién llegada a Reino Unido para hacer tu Erasmus y veo esta pregunta obligada. ¿Qué lecturas llevas en la maleta para empezar una experiencia tan importante?

Me costó elegir cuáles llevarme y cuáles no, pero al final opté por Prosas Reunidas, de Wislawa Szymborska; Cómo escribir una canción de amor, de Sholéh Wolpé, a la que sigo desde hace tiempo, y que acaba de ser traducida al castellano; Las retrasadas, de Jeanne Benameur; Starman, de María Pérez Heredia; y Gela bat norberarentzat, traducción al euskara de Una habitación propia de Virginia Woolf

 

En el club de lectura de La Tribu leímos el curso pasado Solterona de Kate Bolick. En él, Bolick utiliza “despertadoras”, un término muy interesante con el que se refiere a las mujeres que la han inspirado con su vida y su obra a la manera de una genealogía. ¿Quiénes dirías que son las tuyas?

Siempre digo esto, pero recuerdo que la primera poeta que leí por mi cuenta, fuera del instituto, fue Wislawa Szymborska. Aquel año me había apuntado por primera vez a un taller de escritura, y estaba deseando escribir prosa. Szymborska me supuso, citando uno de sus poemas, “un gran descubrimiento”, porque partir de aquel momento la poesía dejó de ser incomprensible, para convertirse en algo que me servía para acercarme y alejarme de todas las cosas. La poesía es, desde entonces, revelación, transformación y también, como En un gato en un piso vacío, perspectiva. A partir de ahí empecé a leer a varias autoras contemporáneas que creo que me han marcado e inspirado, especialmente Luna Miguel, Chantal Maillard y Natalia Litvinova.

 

Uno de tus poemas que más me llama la atención lo oí en un vídeo de YouTube en el que recitabas. Hablabas ahí de la escritura y de lo que suponía para ti (Escribo / Es decir / Trato de medir la longitud del hilo). Rescato los versos finales para esta pregunta: Ocurre en las manos tras el papel / Los ecos / Ocurre que el hilo cede si alguien tira lo suficiente / Al otro lado / Todavía. ¿Qué estás encontrando sobre ti misma o sobre el mundo al tirar del hilo del proceso de escritura?

Ese poema lo escribí para la antología A: mujer, lenguaje, poesía, publicada este año por Stendhal Books. A las autoras nos pidieron una reflexión sobre nuestra escritura, nuestro lenguaje; y que, a partir de ahí, escribiéramos los poemas que formarían la antología. Para uno de ellos, el que me mencionas, opté por hablar con Paola Valencia y Rosa Berbel, dos poetas de más o menos mi edad, y de lugares más o menos lejanos al mío; y partir de esa conversación para comenzar a escribir. Aunque bien es cierto que luego me desvié totalmente de nuestra conversación, y acabé hablando sobre qué es la escritura para mí -un tema que, por otra parte, me interesa mucho – creo que tirar del hilo también es eso, hablar entre nosotras, consultarnos, seguir escribiendo y escribiéndonos. Sobre mí misma y sobre el mundo he descubierto más bien poco, pequeños destellos de vez en cuando. Pero supongo que eso es bueno, porque me permite seguir escribiendo, buscando la imagen completa.

 

Me gusta pensar que la poesía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma, como nos explicaban en el instituto a propósito de la energía. Si partimos de la base de que la poesía está en todas partes, ¿qué te inspira, es decir, a qué acudes para transformarlo en tu poesía?

Yo siempre digo que escribo poco, y muy lento. Puedo tardar un mes en escribir, no sé, un poema de ocho versos. Tu pregunta me parece interesante porque creo que, aunque escriba poco, siempre, o muchas veces, estoy creando el poema: me gusta anotar cualquier tontería que se me pase por la mente, cualquier cosa que vea, una frase que escucho por la calle. Luego escribo, dejo reposar, y también descarto mucho. De todos modos, creo que yo lo entiendo de otra forma: no es que acuda a nada para transformarlo en poesía, creo que más bien acudo a la poesía para transformar las cosas. Para mí es como otro lenguaje: traduzco a través de él lo que no sé decir de otra manera, para que así tome forma y pueda, si no transformarlo, entenderlo. Y creo que el material  para mis poemas es precisamente eso: la incomprensión, el miedo, la impotencia de no poder abarcar.

 

Voy a recurrir a una de mis lecturas más recientes: he estado leyendo Le vrailieude la francesa Annie Ernaux, en el que la autora confesaba lo siguiente: «Estoy convencida de que el lugar (geográfico, social) donde nacemos y donde vivimos reflejan en los textos que escribimos no solo una explicación, sino el trasfondo de la realidad en la que, más o menos, están anclados». ¿Te identificas con estas declaraciones de Ernaux? ¿Cómo de trascendente es el lugar donde naciste o donde vives en tu proceso creativo?

La verdad es que todavía no tengo una idea formada y clara sobre este tema. Nunca había pensado mucho en esto, hasta que alguien me preguntó por la presencia de lo urbano en Brazos cortos. No fue algo decidido de antemano, que yo considerara esencial para el libro; y, sin embargo, parece que la ciudad es uno de los elementos constantes. Supongo que el lugar influye en lo que escribo, pero la verdad es que como autora yo lo percibo de una forma mucho más sutil, creo que lo incluyo de forma casi inconsciente.

 

Has publicado tu primer poemario Brazos cortos en la editorial La Bella Varsovia hace muy poco. ¿Qué ha supuesto para ti el salto al papel y la buena acogida que está teniendo tu obra?

Yo ya estaba contenta con publicar con La bella Varsovia, porque es una editorial que como lectora me gusta mucho; y cuando además vi que al mes salía la segunda edición no me lo podía creer. Para mí ha supuesto sorpresa, y alegría. Sobre todo, un cargarme las pilas, tener nuevas ideas, ponerme a ello. Por otro lado, también me da un poco de miedo repetirme a partir de ahora, quedarme estancada en temas que ya he tratado en Brazos cortos pero que a otros niveles me siguen interesando.

 

Hace unas semanas te entrevistaba Luna Miguel para la revista Playground y mencionabas que, aunque no te sentías parte de una generación, sí que te veías cercana a otros poetas nacidos en los 90. El parecido de esta “no generación” de la que hablamos, ¿dónde radica? ¿Es internet el centro alrededor del cual orbitan los poetas jóvenes?

Bueno, creo que Internet es el lugar donde se reúnen los poetas jóvenes. Si que es cierto que en algunos el impacto de internet es más claro, quiero decir que se ve representado incluso dentro de los poemas y de sus temas, pero no creo que esto sea algo general, así que no diría que orbitamos alrededor de internet. No veo que internet sea siempre central en lo que queremos decir, sino que más bien lo usamos como transmisor. Para mí la red es así como un lugar de reunión, un espacio lleno de voces de las que nutrirse y con las que aprender.

 

Siguiendo un poco en la línea de la pregunta anterior, recuerdo que hace un tiempo hiciste las veces de editora para La Tribu aglutinando a poetas jóvenes. Esto me hace pensar en otras iniciativas llevadas por y sobre poetas jóvenes como la antología Orillas a manos de Rosa Berbel y Pablo Romero, en la que tú apareces. Cuando te enfrentas a hacer una selección de tus contemporáneos, realmente te das cuenta de hay voces que tienen mucho en común.  ¿Te resultó complicada la tarea? ¿Qué observas que es más común en tus contemporáneos?

Desde el principio tenía muy claro que había dos o tres poetas que tenían que estar en Los muchachos ebrios, autores o autoras que  llevaba leyendo un tiempo y que quería que formaran parte del proyecto. Pero, por lo demás, sí que es cierto que tuve que buscar, investigar más, leer mucho, ponerme en contacto, escuchar recomendaciones.

Le di muchísimas vueltas al tema que me comentas, a qué tienen en común mis contemporáneos, y finalmente incluso pasó a ser la parte central de la introducción a la antología. Veo que los poemas son muchas veces muy diferentes en cuanto a, por ejemplo, el estilo; o incluso en cuanto al tema en una primera impresión. Pero también veo que hay cosas que compartimos. Algo curioso que me ocurrió fue que, tras escribir el fragmento que te pongo a continuación, y leerlo unos meses más tarde, me di cuenta de que bien podría ser mi poética, que yo también me sentía muy cerca de lo que une a los muchachos ebrios.

“Veo, en todos ellos, la soledad como principio del poema, pero también el poema como acompañamiento, como huida o esperanza. Veo miedo, voces que asfixian, tristeza, nostalgia, pérdida, preguntas sin respuesta. Es entonces cuando, frente a todo lo anterior, la poesía pasa a ser la forma de reescribir el mundo, inventando un dios o construyendo un templo, cantando una canción para no perderlo todo, renombrando el deterioro, creando frente a la destrucción que los rodea. Todos estos poemas presentan una conciencia sobre la herida, una herida que se fragmenta en distintas dimensiones, y la victoria sobre ella ocurre a partir del propio lenguaje, porque nada ha pasado en la palabra: todo está por venir. La juventud, las juventudes, remiten a veces a la infancia, pero aquí hay mirada, búsqueda. De sí mismos, de ese algo que los causa, de un motivo contra la inercia. Estos poetas existen contemplativos, existen observando al mundo que gira, gravita, sigue sucediendo”

Al final, es inevitable que se refieran a ti como poeta joven. Hay momentos en los que esta etiqueta llega incluso a ser usada de forma despectiva, así que considero que es importante que desde la propia poesía joven se reivindique la calidad de otros autores contemporáneos. ¿A qué poetas jóvenes nos recomiendas?

A mí lo de poeta joven, como tal, no me molesta, porque es verdad: escribo poesía y soy joven. Lo que pasa es que creo que a veces lo que trasciende es eso, la juventud, y no los poemas o su (ausencia de) calidad. Y últimamente estoy leyendo a muchos poetas que escriben muy bien, y que, además, son jóvenes. Pienso, por ejemplo, en Iosune de Goñi, o en Andrea Abreu López, o en Valeria Román Marroquí. También me gustan mucho el argentino Pablo Romero, y el chileno Matías Fleischmann.

Eres nuestra primera invitada de la nueva sección mensual de entrevistas de La Tribu, y, para ser precisamente tribu, hemos pensado que vamos a pedir a cada una de nuestras invitadas que nos recomiende a otra autora joven para que sea nuestra siguiente entrevistada. ¿A quién te gustaría ceder el sillón de esta habitación?

Me gustaría cedérselo a Andrea Abreu López. Soy muy seguidora de todo lo que escribe, y además hablar con ella es maravilloso y siempre tiene cosas interesantes que aportar.

 

 

Antología poética

 

 

 

Mi madre me regañó por llevarme un puñado de tierra a la boca

 

 David Meza

 

Mi madre me regañó por llevarme un puñado de tierra a la boca

pero la tierra ya estaba aquí

en mi garganta

antes de que yo llegara

antes de que yo pudiera decir árbol

pie ocho de la mañana

 

la tierra era tierra y me ocupaba

antes de que yo olvidara cómo se respira

 

la tierra de mi garganta no me deja respirar

 

también me recuerda

que el grito

es posible

 

*

 

 

Escribo

es decir

trato de medir la longitud del hilo

 

cruza el océano y vuelve

contando una sombra o se desvanece

tras rodear mi mano derecha

 

y qué se esconde tras él cuánta fragilidad cabe

en un movimiento

 

trato de medir la longitud del hilo

es decir

lo escribo aquí

sobre mi cuerpo y es

cada vez más tenso cada vez más invisible

 

escribo tiro escucho:

todo sucede de forma lenta

pero ocurren las manos tras el papel los

ecos ocurre que el hilo cede si alguien tira

lo suficiente

 

al otro lado

 

todavía

 

 

 

*

 

 

 

 

Home is a missing tooth.

The tongue reaches

for hardness

but falls

into absence

 

Sholeh Wolpé

 

Si la casa es un diente que falta

qué es el recuerdo de la boca

o la mano que se mueve en busca de

qué la sangre qué el hilo el hueco tras

 

el miedo es una mano que arranca

 

*

 

 

Hay en mí animales en bruto que se extinguen con cada explicación

Natalia Litvinova

 

Un día decido volver a nacer de mi boca. Una vez fuera, afirmo que yo no nací de ninguna boca, pero que a veces soy un pájaro que no logra ver sus alas y otras veces un perro que ladra a escondidas y dice ser un pájaro que no logra ver sus alas. Yo no nací de ninguna boca, pero sí es cierto que alguien se revuelve aquí dentro y trata de correr en todos los sentidos al mismo tiempo. Corre hasta que mi cuerpo decide romperse en mil pedazos. Voy pegando todas las piezas y paro cuando me doy cuenta de que un cuerpo no puede decidir romperse en mil pedazos. Vuelvo a correr en todos los sentidos obligándome a mantenerme unida. Mientras corro, oigo cómo alguien dice mi nombre, pero yo no me llamo y estoy formada por miles de manos. Las miles de manos miran las huellas que dejan mis dedos en la mesa de la cocina, siguiendo el compás de un piano que nadie toca. Pienso que no escribo un poema, sino una película de terror, pero luego lo niego: ni esto es una película de terror, ni un cuerpo puede decidir romperse en mil pedazos, ni yo nací de ninguna boca. Pero sí es cierto que hay en mí animales en bruto que se extinguen con cada explicación, y sí es cierto que a veces se atacan los unos a los otros.

 

Mientras ocurre la masacre, me siento en primera fila y observo. Hacia el final, mi oreja derecha, que también podría ser un ciervo llorando en mitad de la noche, se acerca y me recuerda que el ancla es un estado transitorio. Cuando todo termina, aplaudo.

 

Espero en la sala hasta que el espectáculo vuelve a comenzar.

 

 

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