Hijas de Freja I: Moa Martinson

 

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Ser tratada como hija, madre y esposa sucede cada vez con menos frecuencia pero ocurre y ha ocurrido muchas veces. Moa Martinson (Suecia, 1890-1964) fue hija de la clase obrera sueca.  Fue esposa dos veces. Primero de un alcohólico y rudo picapedrero que se quitó la vida, en pleno ataque nervioso, prendiendo un cartucho de dinamita en su boca. Segundo del escritor Harry Martinson quien ganaría, años después de su divorcio, el Premio Nobel de Literatura. Y por último, sí, fue madre de 4 niños y se la apodó “la madre de los pobres diablos”, es decir, de los anónimos, de las personas que no tienen nombre.

En la década de los 30, Suecia tuvo su auge de escritores proletarios. Todos hombres.  Se escribieron novelas notables sobre la situación de la clase obrera en un país que nada tiene que ver con la idea que tenemos actualmente de él. Se trataba de una Suecia agreste y empobrecida, donde la revolución industrial había permitido el pan a las clases más bajas —de las que Moa precisamente procedía— pero, también, su pobreza. La crítica describió la obra de Moa con paternalismo como la versión femenina de esos escritores. Ser mujer fue su marca exótica: la única mujer de entre los escritores del proletariado. Sin embargo, lo peor fue que esa misma crítica ahuyentó a sus lectores diciéndoles que si se estaba documentado al respecto, se prescindiera de sus novelas. Muchos nos preguntaremos a día de hoy por qué ¿Acaso le dio miedo a la crítica un realismo proletario femenino? ¿Es posible que les asustara el punto de vista de Moa que denunciaba como podía rebajarse a una persona por su condición social y sexual?

Sea cual fuera la respuesta, o la pregunta correcta, se la ninguneó y sus libros cayeron en el olvido hasta la década de los 70. Fue entonces cuando Ebba Witt-Brattström, destacada feminista nórdica, escribió un tratado sobre ella llamado Moa Martinson: skrift och drift i trettiotalet (Moa Martinson: obra y burlas en los años treinta). Gracias a ella se redescubrió para el gran público la obra de Moa y se la colocó como una de las escritoras claves para la modernidad literaria sueca. El tratado tiene como acierto denunciar que se había reducido la comprensión de sus libros al trinomio hija, esposa, madre. También cuenta con algunos desaciertos reduccionistas y dualistas. Por ejemplo, creer que la crítica despreció a Moa porque en la tradición proletaria hay un odio implícito hacia el origen y la alcurnia socioeconómica que se materializan en el vientre materno y lo femenino.

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Cualquier bando desmerecerá una obra que va mucho más allá de una batalla de sexos. Moa es una pionera rompiendo el límite entre alta literatura y literatura popular. Como decía anteriormente, sintió como misión el dar voz a anónimos, analfabetos que normalmente pertenecen a un viejo mundo oral y amasado bajo la palabra “proletariado”. Ese mundo, Moa lo relacionaba principalmente con su madre, una sirvienta que se quedó embarazada a la edad de 19 años y que nunca identificó a su padre. Su madre fue una gran inspiración para diversas de sus novelas como Pigmamma (Madre sivienta) o Mor gifter sig (Mamá se casa). No se avergonzaba en reconocer que ella escribía sobre lo que conocía, cosas que había visto, aprendido y sufrido en su vida y en la de aquellos que la rodeaban. Moa quiso hacer un proceso escritural de esas voces, ser la madre de esos pobres diablos matando su anonimato.

            Fue una mujer que se instruyó a si misma con lecturas diversas entre las que resuenan principalmente dos nombres de la literatura rusa. Por un lado, Dostoievski, dado su interés en los personajes más desamparados. Se trata de una de sus lecturas claves y más nombradas por la crítica contemporánea. Por otro lado, su segunda influencia clara es Gorki. Moa se formó en el sindicalismo y la política de izquierdas local. Durante su primer matrimonio, su hogar llegó a ser un famoso punto de encuentro entre los escritores socialistas y feministas. Tenía la creencia de que la escritura debía ser férrea con las leyes no escritas que podrían conceder posibilidades de cambio a las clases trabajadoras. La escritora juega con la catarsis de exponer la vida de las mujeres y la pobreza en aras de una denuncia no explícita. Dicho de otro modo, quiere que el ojo del lector se avergüence de la ficción para que esa sensación sea la mejor de las denuncias.

            Su libro más famoso, Kvinnor och äppelträd (Mujeres y manzanos) fue rehusado en distintas editoriales no tanto por su realismo como por su franqueza sexual y el lenguaje empleado. Y es que Moa, escribe mucho sobre los cuerpos y su materialidad física. No está interesada en exponer las leyes del deseo o la pasión sino el sexo como algo corpóreo. Quién sabe si por decisión materialista o porque cuando publicó el libro su vida sí estuvo fuertemente azotada por desavenencias matrimoniales y los celos. Su segundo matrimonio con Harry se inició con el enamoramiento mutuo en un hospital donde ambos sufrían depresión. No continuó mejor cuando Harry empezó a tener aventuras con otras mujeres, entre ellas la poeta sueca Karin Boye. Este idilio, marcado por las disputas, separaciones, amenazas de suicidio por ambos lados y reconciliaciones, está descrito en las memorias de un amigo común, Lo-Johansson, tituladas Tröskeln (El umbral). La relación extenuó tanto al refinado poeta modernista como a la realista escritora del proletariado.

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La fijación por el cuerpo femenino de Moa viene cargado de un simbolismo que se ha identificado con la idea de hija, esposa y madre. Cuerpo que para el hombre puede ser inocente, bello sexualmente pero impuro y sangriento en su función biológica. Para la sociedad masculina existe una dualidad respecto al cuerpo femenino según la edad y el uso que se le da. Una menstruación o una eyaculación serán fluidos que generen controversia de reacciones. Las mujeres son por tanto placer como incomodidad para los personajes masculinos de sus novelas. Esa dualidad termina incrustándose también en ellas. Sus personajes femeninos se defenderán del binomio de amor-odio hacia sí mismas mediante una escisión entre cuerpo e intelecto. El cuerpo será algo dado o arrebatado por la sociedad y el intelecto un secreto guardado en la amistad entre mujeres, posiblemente el tema más recurrente en toda la obra de Moa Martinson.

El abanico de moralidad humana que presenta toda su obra refleja una sociedad de clases patriarcal, pero con múltiples capas y matices. Ser hija, esposa y madre fue el gran quebradero de su vida, aquello que dio sentido a su obra y a la vez la silenció para la crítica. Su realidad puso el dedo en la llaga: mostró como una sociedad que diferencia oportunidades entre hombres y mujeres o ricos y pobres, deforma las relaciones entre sus miembros. El realismo de sus novelas muestra la vergüenza por ser pobre, vergüenza por tener un trabajo no calificado, vergüenza por sentir odio hacia quien tiene más y desprecio por quien no llega a lo que uno ha conseguido, vergüenza por tener un cuerpo y no otro, un sexo y no otro, vergüenza por envejecer.  Es la vergüenza de lo real. Ser hija, esposa y madre es y será una condena o redención según el personaje. Moa Martinson no se puede reducir a un reflejo de un tiempo complejo, previo al de la Suecia actual, en la que los derechos sociales, la solidaridad y el feminismo no habían tenido aún su impacto; más bien en algo amplio, universal y asexual, en el que condiciones inhumanas crean personas inhumanas que solo les une un deseo compartido por un cambio, por un futuro mejor.

 

1 Comment

  • Nora Rivas dice:

    ¡Cuántas autoras han quedado relegadas! Es necesario darlas a conocer y difundir su visión del mundo que las rodea en pos de la diversidad de pensamiento. La literatura no sólo es el canon oficial que los teóricos realizaron hace años, cuando la consciencia de género no era tan presente. Quiero ver a Moa Martinson en el programa académico de la Universidad y en libros de texto. Gracias Marina L. Riudoms por contribuir en ello 😉

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