SYLVIA. UN RETRATO A LÁPIZ
I
Durante los últimos días
Sylvia volvió a hablar de amor,
del amor como producto fabricado
por el ser humano
(como podría ser un televisor
o el verano) y dispuesto únicamente
para su consumo y disfrute
en áreas de servicio, baños de hotel,
piscinas climatizadas o zonas recreativas.
II
Si Sylvia echara la vista atrás
diría que la primera vez que alguien
le habló de amor (obviando el amor
que transmiten los padres
en forma de besos en la mejilla
u ondas electromagnéticas)
fue una noche en una discoteca,
cuando un chico de ojos negros y
diminutos le dijo que la amaba
tras quince minutos gesticulando
al ritmo de una música
que amenazaba con arrancarle la piel.
III
Aquel chico
se ofreció a acompañarla al baño
diciéndole que su vestido parecía
una isla desierta. Ella dudó
antes de decir que no: lo cierto es
que una isla desierta necesita
que alguien la recorra para constatar
que está desierta.
IV
Sylvia entró así en un salón
de espejos en el que la afirmación
y la negación llevaban
ropas y máscaras tan parecidas
que resultaba casi imposible
distinguirlas. Como alguien que mira
un bosque y poco después es el bosque.
V
En su búsqueda de la Belleza
(Sylvia era poeta, y es sabido por todos
que los poetas buscan la Belleza
sobre todas las cosas) encontró
muchas cerraduras y algunas palabras.
Con las palabras no supo qué hacer;
con las cerraduras construyó un laberinto
del que se aseguró que no hallaría nunca
la salida.
VI
Empezó a ver la Belleza
en todo tipo de objetos:
alicates, coches accidentados,
sombreros que ya no daban sombra,
brazaletes de oro, teléfonos comunicando,
e incluso en los cortaúñas oxidados.
Pensó que la Belleza y el amor
no eran cosas tan distintas
y únicamente su uso permitía diferenciarlas:
VII
Si bien la Belleza era inútil (como la nieve
cayendo sobre el mar o un árbol
moviendo las manos del viento en la noche),
el amor era una autopista que recorrían
cientos de hombres y mujeres cada día
tratando de dar sentido a su existencia
(algo que solo ocurre, según Sylvia,
cuando alguien se quita la vida
para dejar que otros decidan qué hechos
tuvieron mayor o menor relevancia).
VIII
Así que Sylvia abandonó la idea del amor
para perseguir la Belleza, y ya se sabe
que quien persigue la Belleza
acaba separando el mundo del mundo,
debido a la imposibilidad de hallar Belleza
en él (aunque esto se descubre al final),
y escribió algunos versos
que serían recordados mucho tiempo después.
IX
Por ejemplo:
El hombre corre en dirección contraria
al mundo, buscando en el pájaro
el cielo terminado.
O:
En la memoria la gente
camina más despacio
por miedo a ser vista.
O:
Quien habla palabras de agua
acaba siendo un río y nadie sabe
qué es lo que quieren decir los ríos.
X
Si tuviera un diario
seguramente habría escrito en él
algo así:
Para hallar la Belleza es preciso
renunciar a uno mismo, es necesaria
la desaparición de la persona;
de lo contrario, la búsqueda resultará
infructuosa.
XI
Y en los últimos días
volvió a hablar de amor, tal vez
consciente de la imposibilidad de hallar
la Belleza en el mundo, tal vez
porque cuando uno construye un abismo
trata de agarrarse a lo primero que encuentra
(y el amor, no lo olvidemos, es
una de las primeras mentiras (palabras,
puestas de sol, olas de mar) que aprende
a decir el ser humano).