Seis jóvenes poetas en Cosmopoética

Carmen Juan Romero

Plural

 

No sé muy bien en qué punto se abandona la adolescencia.

Yo sigo observando mi cuerpo como si

no me perteneciera. Digo esto qué es

esto quién es mientras poso la mano derecha aquí o

allá. Esto es piel y es mía esto es carne y soy yo pero

la mañana siguiente

la misma duda desfila con mis yemas

recorriéndome en horizontal las costillas.

 

No sé muy bien en qué punto se adquiere lo compartido.

Cuándo digo esto quién qué y la respuesta

es otra. Sé ahora que

 

Quiero escribir cuerpo limpio de sangre.

Quiero escribir cuerpo y escribir este es mi cuerpo que me despertenece

con tu cuerpo y este tuyo no siendo mi porque no soy para poseer

porque soy dando porque toma y come de él porque esto es mi cuerpo

           

                                                                        pero

 

No digas eso que es mentira

No digas eso que es pecado

No digas eso que no digas eso que

cuerpo más cuerpo es sucio y es enfermo si es igual y

si es el mismo cuerpo ha de haber sangre y

si es otro pero es espejo ha de haber castigo

 

                                                            pero

 

Quiero escribir cuerpo y escribo.

Cuerpo.

Cuerpos.

Digo he escrito plural y voy al infierno.

 

 

Teresa Soto

Caímos al fin caímos;

tocamos

vida y tierra

con lo que está más hacia afuera,

con la línea de la piel,

para que no llegase

a ningún centro nuestro,

para que no se quedara dentro

para que no nos gobernara.

Pero las grietas

dejan entrar el agua

agua y sal

entró

ya no podemos beber de los pozos

llega la sed.

 

 

Natalia Litvinova

Daniel Mordzinski

Daniel Mordzinski

Contra la desaparición de los epistolarios

 

Cuando tu intento de fundamentar una idea

se transforme en un alarido nostálgico,

te ayudarán las cartas.

Cuando tu ciudad te haya olvidado

y los recuerdos se fundan como plástico arrojado al fuego,

te describirán las cartas.

Cuando el carbono 14 no sepa la edad de tus ancestros,

la dirán las cartas.

Cuando te duela la alegría de no haberla usado,

te aliviarán las cartas.

Cuando las fotografías no te alcancen

y crezca en tu madre la flor de un tumor,

sabrás arrancarla y devorarla,

como a una carta de amor no correspondido.

 

 

Martha Asunción Alonso

El habitante

 

A veces me parece que es un hijo.

A veces me parece que es el gusano del anisakis. 

A veces me parece que es el puto fantasma de Rimbaud.

 

Doctor: tengo algo aquí.

 

Un habitante.

 

No viene en son de paz.

 

A veces me parece que es un djinn de las dunas.

A veces me parece que es el zombie de mi abuelo minero silicoso.

A veces me parece que es el soukougnan que desvirga a las niñas del Caribe.

 

Sáquemelo, doctor.

 

No por piedad: por miedo. 

 

Arránqueme de mí. 

 

Luci Romero

  

El animal salvaje

 

No existe la epopeya. No existe

como lo que era -como esa manera

de ennoblecer la historia-.

¿Dónde se refugian los héroes

de nuestra infancia?

Y yo, respondo:

– Migran de un estado a otro. O en realidad,

se esconde bajo la alfombra.

Nos resulta tan fácil

pensar dónde hemos estado, aunque

todo forma parte de un acuerdo. Algo

pactado en nuestras pesadillas.

Y me digo a mi misma:

– No existe limpieza en el futuro, porque

no la hay en  la historia que lo alimenta.

En el fondo, seguimos siendo

una parte de aquel animal salvaje.

 

 

Sara R. Gallardo

Battlefield

 

Hay un verbo que se conjuga con la palabra hoy.

 

Se dice decir ser

o simplemente nada:

la extrañeza en la mirada del muerto

 

la mirada del muerto ya no regresa.

Los muertos, te digo, no saben volver a casa.

 

El daño conoce el camino de vuelta y el pasado tiene forma de libro

y yo soy

un pasado, una forma de pasado, un libro, una piel

 

La sensibilidad construida de las niñas soy

la rudeza involuntaria de los hombres

soy.

 

Si alguna vez me preguntan quién diré:

 

Yo, campo.

Yo, batalla.

 

Soy un lugar, soy una historia. Así que el campo de batalla se parece a mi piel.

 

Lames mi piel y todo eso es mi pasado:

lees con tu saliva mis mutaciones y las enfermedades que me asediarán.

 

Y especulas con ellas en la boca.

Y especulas con la palabra vida.

Y pronuncias la palabra casa.

 

¿Llamas a aquello futuro?

 

Soy mudanza de mí misma:

con cada hibernación comienza el frío.

Con cada mirada al futuro comienza un decir adiós.

 

Debes saber que vomité porque estaba herida.

Vomitar es regresar al daño infringido.

Ya no hay posibilidad de enmendarlo, no hay posibilidad de descubrir qué forma tenía.

 

Vómitos y lágrimas provienen del mismo lugar.

No debes sentir vergüenza por ello.

 

Vomitaste porque viste mi dolor despedazado,

porque la batalla es también espejo, fuego amigo, soldado roto.

 

Luego lloraste, porque mi llanto estaba solo, porque

mi vómito ya nada decía de mí.

 

Revives el daño y de alguna forma me hieres

porque tú siempre estás regresando:

más vómito, más dolor, es decir, todo el pasado

soy.

 

Yo sé que mi pasado es un vómito que está en un libro

¿qué es tu vómito?, ¿una huida?

 

Me recuerda a una onda que forma una piedra

a una batalla que no quieres librar

en un mar que no conocemos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *