Carmen Juan Romero
Plural
No sé muy bien en qué punto se abandona la adolescencia.
Yo sigo observando mi cuerpo como si
no me perteneciera. Digo esto qué es
esto quién es mientras poso la mano derecha aquí o
allá. Esto es piel y es mía esto es carne y soy yo pero
la mañana siguiente
la misma duda desfila con mis yemas
recorriéndome en horizontal las costillas.
No sé muy bien en qué punto se adquiere lo compartido.
Cuándo digo esto quién qué y la respuesta
es otra. Sé ahora que
Quiero escribir cuerpo limpio de sangre.
Quiero escribir cuerpo y escribir este es mi cuerpo que me despertenece
con tu cuerpo y este tuyo no siendo mi porque no soy para poseer
porque soy dando porque toma y come de él porque esto es mi cuerpo
pero
No digas eso que es mentira
No digas eso que es pecado
No digas eso que no digas eso que
cuerpo más cuerpo es sucio y es enfermo si es igual y
si es el mismo cuerpo ha de haber sangre y
si es otro pero es espejo ha de haber castigo
pero
Quiero escribir cuerpo y escribo.
Cuerpo.
Cuerpos.
Digo he escrito plural y voy al infierno.
Teresa Soto
Caímos al fin caímos;
tocamos
vida y tierra
con lo que está más hacia afuera,
con la línea de la piel,
para que no llegase
a ningún centro nuestro,
para que no se quedara dentro
para que no nos gobernara.
Pero las grietas
dejan entrar el agua
agua y sal
entró
ya no podemos beber de los pozos
llega la sed.
Natalia Litvinova
Contra la desaparición de los epistolarios
Cuando tu intento de fundamentar una idea
se transforme en un alarido nostálgico,
te ayudarán las cartas.
Cuando tu ciudad te haya olvidado
y los recuerdos se fundan como plástico arrojado al fuego,
te describirán las cartas.
Cuando el carbono 14 no sepa la edad de tus ancestros,
la dirán las cartas.
Cuando te duela la alegría de no haberla usado,
te aliviarán las cartas.
Cuando las fotografías no te alcancen
y crezca en tu madre la flor de un tumor,
sabrás arrancarla y devorarla,
como a una carta de amor no correspondido.
Martha Asunción Alonso
El habitante
A veces me parece que es un hijo.
A veces me parece que es el gusano del anisakis.
A veces me parece que es el puto fantasma de Rimbaud.
Doctor: tengo algo aquí.
Un habitante.
No viene en son de paz.
A veces me parece que es un djinn de las dunas.
A veces me parece que es el zombie de mi abuelo minero silicoso.
A veces me parece que es el soukougnan que desvirga a las niñas del Caribe.
Sáquemelo, doctor.
No por piedad: por miedo.
Arránqueme de mí.
Luci Romero
El animal salvaje
No existe la epopeya. No existe
como lo que era -como esa manera
de ennoblecer la historia-.
¿Dónde se refugian los héroes
de nuestra infancia?
Y yo, respondo:
– Migran de un estado a otro. O en realidad,
se esconde bajo la alfombra.
Nos resulta tan fácil
pensar dónde hemos estado, aunque
todo forma parte de un acuerdo. Algo
pactado en nuestras pesadillas.
Y me digo a mi misma:
– No existe limpieza en el futuro, porque
no la hay en la historia que lo alimenta.
En el fondo, seguimos siendo
una parte de aquel animal salvaje.
Sara R. Gallardo
Battlefield
Hay un verbo que se conjuga con la palabra hoy.
Se dice decir ser
o simplemente nada:
la extrañeza en la mirada del muerto
la mirada del muerto ya no regresa.
Los muertos, te digo, no saben volver a casa.
El daño conoce el camino de vuelta y el pasado tiene forma de libro
y yo soy
un pasado, una forma de pasado, un libro, una piel
La sensibilidad construida de las niñas soy
la rudeza involuntaria de los hombres
soy.
Si alguna vez me preguntan quién diré:
Yo, campo.
Yo, batalla.
Soy un lugar, soy una historia. Así que el campo de batalla se parece a mi piel.
Lames mi piel y todo eso es mi pasado:
lees con tu saliva mis mutaciones y las enfermedades que me asediarán.
Y especulas con ellas en la boca.
Y especulas con la palabra vida.
Y pronuncias la palabra casa.
¿Llamas a aquello futuro?
Soy mudanza de mí misma:
con cada hibernación comienza el frío.
Con cada mirada al futuro comienza un decir adiós.
Debes saber que vomité porque estaba herida.
Vomitar es regresar al daño infringido.
Ya no hay posibilidad de enmendarlo, no hay posibilidad de descubrir qué forma tenía.
Vómitos y lágrimas provienen del mismo lugar.
No debes sentir vergüenza por ello.
Vomitaste porque viste mi dolor despedazado,
porque la batalla es también espejo, fuego amigo, soldado roto.
Luego lloraste, porque mi llanto estaba solo, porque
mi vómito ya nada decía de mí.
Revives el daño y de alguna forma me hieres
porque tú siempre estás regresando:
más vómito, más dolor, es decir, todo el pasado
soy.
Yo sé que mi pasado es un vómito que está en un libro
¿qué es tu vómito?, ¿una huida?
Me recuerda a una onda que forma una piedra
a una batalla que no quieres librar
en un mar que no conocemos.