Diario de unas células madre VI

 

24-septiembre

 

 

Sábado 24 de septiembre

 

 

No ha sido difícil acostumbrarnos a ti. No lo ha sido. Estábamos preparados y no nos ha sorprendido lo que significa la crianza. No sabíamos lo que iba a ser tenerte pero intuíamos lo que provocaría. Teníamos asumido el cambio. Las noches sin dormir, los lloros, cambiar pañales, cuidar a un bebé. Todo eso. Todo eso fue nuevo pero no inesperado. El aprendizajes es progresivo, además. E infinito. Pecho, grietas en los pezones, discos de lactancia, dar la teta cada tres horas y luego cada algo más, biberones, leche de fórmula sólo y luego con cereales, purés de verduras, purés de frutas, métele ya la carne, y el pescado, empieza con algún sólido. Que coma ya de todo, nos dijo la pediatra en la revisión del año. Tú, con un año, ya puedes comer de todo. Yo, a mis treinta y cinco, todavía hay muchas cosas con las que no puedo. Eres un cuerpo pequeño que vas mutando mientras creces. Para llegar a este ahora en el que duermes en una cuna en tu habitación, hemos pasado por distintas fases de sueño: cuco, sofá encima de mí, cama encima de mí, cama a mi lado, cuna. Hay dudas, sí, pero muchas veces se hacen pequeñas y se pierden en medio del caos. Lo intentas hacer bien y lo haces como puedes. Hacerlo mejor. Son las seis de la mañana y te has despertado por la tos. Te doy agua. Chupete. Brazos. No te duermes. Te paseo por casa. Nada. Te intento dar una de esas pastillitas que te gustan tanto, son para calmar el dolor por la salida de los dientes, pero pienso que quizá te vaya bien chuparlas ahora. Yo qué sé. Quiero que te calmes. Que descanses. Te echo en nuestra cama y no paras de moverte lanzando algún berrido de vez en cuando. Golpeas la espalda de tu padre. Me das patadas. Tu padre se levanta para dejarte espacio. Intento que te duermas. Te coloco sobre la almohada y finalmente te duermes. Siempre duermes toda la noche seguida, así que nos pilla desacostumbrados tus malas noches. Amaneces a las nueve de la mañana. Te beso y te ríes. Me encanta besarte y te hemos acostumbrado a los besos, te gustan y pones la cara para que te los demos. Salir de casa es menos rápido que antes, a esto hay que acostumbrarse. Vamos a dar un paseo. Me compro dos pantalones vaqueros. Mis células madre han conseguido meterse, de nuevo, en una talla 38. Acostumbrarse a otro cuerpo. Comemos en casa de tu abuela. Tú no quieres comer. Juegas con el perro. Él se pone a comer en su recipiente y tú te pones a su lado. Nos reímos porque tú también pareces un perro. Intento darte de comer en nuestra casa y, ahora sí, comes. Te duermes. Te bañamos cuando despiertas porque vamos a ir a dar una vuelta y puede que volvamos tarde. Queremos ir de nuevo al Asalto, un festival de arte urbano que este año se celebra en un parque. Hay mucha gente y música. Saludamos a unos y a otros. Te hacemos una foto en unas gradas que ha pintado un artista. Había una verja en la que ponía “pintura fresca” pero tú no sabes leer. Quieres ir andando por todo el parque. Llevas mal que te hagamos cambiar la dirección. Tú quieres ir siempre de frente. Bailas y aplaudes. Nos encontramos con varios amigos. Estaríamos a gusto si nos quedamos un poco más, pero tú estás cansada. No nos cuesta irnos. Hemos hecho un pacto contigo. Tus rutinas son importantes. Esa es nuestra parte. A veces las llevamos a cabo con algo de flexibilidad, esa es tu parte. Hoy te damos de cenar un poco más tarde de lo habitual. Te lo comes casi todo y juegas mientras nosotros cenamos. Tocas tu piano musical y te ríes. Acostumbrarse a esto es fácil. Tú te has acostumbrado a nosotros pero el hueco que tienes para la costumbre es menor porque tu cuerpo es más pequeño. Te cabe menos. Te has acostumbrado a nosotros pero si ahora desapareciéramos, te acostumbrarías a otros padres. No quedaría nada de nosotros en lo que recordarías al crecer. No tendrías nada con lo que agarrarte a lo que hemos sido para ti porque tu memoria no nos alcanzaría. Te acostumbrarías rápido a otras maneras de llamarte, a unos brazos distintos, a otros olores y voces. Te digo que te quiero y me miras feliz. Reconozco un gesto en tu cara, estás haciendo cacas. Hay una cosa a la que no me he acostumbrado del todo, el olor de tu pañal sucio. Siempre me sorprende.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *