Aquella pulsión femenina. “La Mujer Rebelde” de Peter Bagge.

 

 

 

“The Woman Rebel and The Fight for Birth Control” (1916) fue el título original de un panfleto escrito por la enfermera Margaret Sanger para informar a las mujeres sobre los métodos anticonceptivos que podían practicar. Su activismo y heroicidades no son conocidos a nivel popular, así que me enorgullece que se le haga tan enorme homenaje en el género de la novela gráfica alternativa, en concreto gracias al ingenio narrador de Peter Bagge. El autor de Mundo Idiota (La Cúpula, 2005) y Odio (La Cúpula, 2007) encabezó el movimiento de cómic alternativo americano ofreciendo una perspectiva cómico-nihilista del reconocido «no hay nada que hacer» de la década de los noventa. En La Mujer Rebelde (La Cúpula, 2013) presenta el caso de esta enfermera de Nueva York que, indignada ante el número de casos de pacientes mujeres sufriendo los estragos de embarazos continuados, los abortos clandestinos en los que se exponían a infinidad de peligros y el modelo de crianza resultado de las desigualdades del mundo, planteó el desafío de controlar la natalidad. Su propuesta iba en contra de la ancestral consideración de la fertilidad como germen de vida y plétora de nuestros días, para poner el acento en lo inconveniente que podía llegar a ser para las mujeres en primer lugar, pero también para las guerras, la pobreza, el trabajo, la superpoblación, el coste sanitario, etc .

Ante la negativa de organizaciones de apoyo y periódicos que publicaran este anuncio, la activista decide repartir números de la revista por todo el territorio de los EEUU, siendo muchos confiscados por agentes contrarios. La insubordinación de Margaret Sanger y su compromiso con las sociedades de mayor índice de pobreza, empezando por los barrios más desfavorecidos de Nueva York y extendiéndose hasta la India, la convirtieron en una leyenda en la lucha por los derechos femeninos en materia de gestación, lo que le valió la cárcel en numerosas ocasiones. Su lucha encubría al mismo tiempo toda una serie de reivindicaciones a cerca del derecho a defender la pulsión del deseo femenino del mismo modo que el hombre defiende la suya y la usa como justificación para cometer sus infidelidades. Este asunto de la pulsión femenina aún está muy en entredicho y es motivo de enfrentamiento durante el debate pro-abortista, que es el que preocupa más a las mujeres actuales. Ellas reivindican ser dueñas de su cuerpo y poder disfrutar del acto sexual para algo más que para la procreación. En este punto, Sanger tiene mucho que decir: “Las mujeres hemos vivido demasiado tiempo esclavizadas por nuestra propia biología. Es hora ya de que nos liberemos de esas cadenas…” Margaret no duda en poner en tela de juicio la mismísima institución del matrimonio si eso le implicara en caso alguno renegar de sus fantasías sexuales. Se solidariza frente a la condición de la mujer en los roles parentales y, aunque en numerosas ocasiones sufriría la falta de sus hijos, lo sacrifica todo por llevar acabo su misión.

Volviendo sobre el aspecto de la pulsión del deseo femenino. Resulta frustrante reconocer que esta cuestión, aún adscrita al debate del aborto, sigue afectando a la mujer. ¿Por qué nosotras deberíamos tener mayor responsabilidad que la que se demanda en otros aspectos? La maternidad libre es también una defensa del amor libre, principio que Margaret Sanger sigue al pie de la letra. Con una actitud revolucionaria, en el cómic descubrimos que ella se adscribe al deseo de hacerlo todo y vivirlo todo para disfrutar de su libertad sexual sin que nadie la ordene, a pesar de que enfermó de tuberculosis en edad temprana. No titubeaba al declarar que sus aventuras amorosas eran necesarias  y legítimas, a pesar de que este rasgo se juzgue caprichoso y egoísta incluso hoy en día. Es más, en la actualidad, a excepción de unos comentarios del actual papa Francisco, el impulso sexual femenino  y por tanto el uso de anticonceptivos aún está fuera del entendimiento cristiano.

No me preocupa ver en la Sanger retratada en el cómic a una figura con problemas, en lugar de una santa, tal y como mantiene Tom Spurgeon en la introducción, pues a todos los personajes de Bagge les acucia el mismo grado de patetismo e irritabilidad. Bagge es experto en potenciar los rostros a punto del grito y el acaloramiento del humor como base de su comedia. No me importa ver a Sanger así porque la ira también es una pulsión femenina reprimida. Lo que sí me rompe los esquemas es oír decir a Bagge que Sanger tenía dificultades para lidiar con sus militantes femeninas y que podía deberse a que odiaba que le robaran la atención. Desde luego no eran tiempos fáciles para una propuesta como la de Sanger y seguramente tuvo que luchar contra mujeres y hombres indistintamente. No me gusta que se recalque su enfrentamiento contra ellas, porque al fin y al cabo las mujeres son el motor de su altruismo. También me ofende que la biografía, tan consensuada por el autor de cómic, se interprete como si la protagonista ahora fuera suya, su criatura, o que esta versión de la mujer le perteneciera. Pero este es otro punto a cuestionarle al género biográfico. Espero que el reconocimiento de todo lo que hizo Margaret Sanger, aun habiendo quedado rechazada de las versiones escolares y de las discusiones académicas, sirva para confirmar en mayor grado su fuerza biológica e intelectual, así como el modo en que exprimió cada momento para luchar por sus aspiraciones.

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