Pelo de perro
El perro se ha ido. Lo echamos de menos. Cuando suena el timbre, nadie ladra. Cuando volvemos tarde a casa, no hay nadie esperándonos. Seguimos encontrándonos pelos blancos aquí y allí por toda la casa y en nuestra ropa. Los recogemos. Deberíamos tirarlos. Pero es lo único que nos queda de él. No los tiramos. Tenemos la esperanza de que si recogemos suficiente pelo, seremos capaces de recomponer al perro.
Mujer, treinta años
Una mujer de treinta años no quiere dejar su hogar de la infancia.
¿Por qué debería irme de casa? Son mis padres. Me quieren. ¿Por qué debería casarme con un hombre con el que discutiré y que me gritará?
Aún así, a la mujer le gusta desvestirse delante de la ventana. Ojalá algún hombre la mirase, al menos.
Handel
Tengo un problema con mi matrimonio, que es simplemente que no me gusta George Friederic Handel tanto como le gusta a mi marido. Es una gran barrera entre nosotros. Tengo envidia de una pareja que conocemos, por ejemplo, a la que les gusta tanto Handel que a veces vuelan a Texas sólo para oír a un tenor concreto cantar en una de sus óperas. Por ahora, ya han convertido a otra amiga nuestra en apasionada de Handel. Me sorprende, porque la última vez que ella y yo hablamos de música, lo que le gustaba era Hank Williams. Los tres fueron en tren a Washington, D.C., este año para escuchar Giulio Cesare in Egitto. Prefiero a los compositores del siglo diecinueve, en particular a Dvořák. Pero estoy bastante abierta a otros tipos de música y, normalmente, si escucho algo lo suficiente, acaba gustándome. Pero aunque mi marido pone algún tipo de canto de Handel casi todas las noches, Handel no acaba de gustarme. Por suerte, acabo de enterarme de que hay un terapeuta no muy lejos de aquí, en Lenox, Massachussetts, especializado en terapia de Handel, y voy a darle una oportunidad. (Mi marido no cree en la terapia y creo que él no iría a un terapeuta de Dvořák conmigo incluso si hubiese uno).
Contingencia (vs. Necesidad)
Podría ser nuestro perro.
Pero no es nuestro perro.
Así que nos ladra.
Contingencia (vs. Necesidad) 2: Vacaciones
Podría ser mi marido.
Pero no es mi marido.
Es su marido.
Así que le hace una foto (a ella, no a mí) con su bikini floreado delante del antiguo fuerte.
Todos los relatos pertenecen a Can´t and Won´t, Lydia Davis, Penguin, 2014.