Poética
Para mí, la poesía es, como la música, un modo de vida. No concibo estar en el mundo sin poesía. La escritura me ayuda ante el absurdo y el pasmo que es existir. Leyendo y escribiendo, puedo vivir aquello que las burdas leyes espacio-temporales (a veces también los lastres culturales) no me permiten.
En cuanto a mi manera de trabajar, de las pocas cosas que tengo claras es que no hay palabras feas ni más o menos poéticas, únicamente nuestra posibilidad o imposibilidad de hacer alquimia con ellas. Cuando acabo un poema me encuentro cómoda en el lenguaje urdido, pero el siguiente paso es un cierto gesto de repudio; siempre buscando.
Creo que un poeta es o debe ser el más experto en su lengua y, a la vez, nunca podrá ser nativo del todo pues está, de origen, “inválido” al pretender expresar lo inefable.
DAME UNOS OJOS NUEVOS
24 años
Yo, que para ti soy extranjera,
hija bastarda de la que avergonzarse.
Yo, que amo las dos lenguas
en que un día luminoso te oí cantar.
Que te he abrazado, madre,
aupándome el cuerpo en tus aristas,
sonriente en la plaza de las palomas
echando grano -inocente criadora-,
comiendo dulce de algodón en la feria,
rosa; rozando chicos en la plaza de la ebriedad.
Me crecían los pechos.
Tras los barrotes de la ortodoncia
te amaba tanto.
De reojo filmaba a los amantes de Estellés
rodar por la calle del Mar,
las Barcas,
el Ayuntamiento.
El aire suspendía en un anuncio
mi cabello.
Lloraba y escribía
mis primeras cartas al futuro
porque creía en el futuro.
Yo, que he tocado tu rostro claro,
besado la ceniza en tu cabeza, madre,
que he gritado auxilio
cuando la cama suburbana me tragaba los huesos
pero siempre soñando tu nombre.
Hoy me arrodillo ante ti
-tú, que ordenas me piquen en los ojos
las hepáticas gaviotas,
de mirada sangría que come noche,
alas cuchillo que la carne navajan-;
y te pregunto:
cuándo de ti tendré bastante,
cuándo adoptaré otra lengua,
cuándo le hablaré a otro mar,
cuándo dejaré de venerarte
mientras me castigas atada a ti,
alambre en la piel.
Aquí, suerte de Prometeo,
con las cuencas vacías,
pidiendo unos ojos nuevos
o que me dejes ir.
EX CHICA CHEIW
No ser más la chica Cheiw,
fresa ácida
y braguitas de cumulonimbos.
No en el desespero de un banco,
raya azul de ojos
para la tribu de las dolientes.
No en la orilla,
vida como cantiga de amigo
y mar que brea.
No tres puertas, a ver cuál eliges,
podría haber un león.
Ya los diarios y cartas en blanco;
no más Nin, no Miller.
Ya el matador bancario, ya el seguro:
Paga por si mueres.
Ya, sin embargo, tú,
mujer herculina por trabajo.
Materia propagable pero nada.
Carolina Otero (Valencia, 1977) es profesora, poeta, narradora y cantante (al menos pone mucho empeño en serlo).
Ha publicado los libros Versos para un hombre de pero en pecho (Casa de Cultura de Chiva, 1998), Anunciado en televisión (Ayto. Lekunberri, 2012), 43 m2 (Ed. Olifante, 2013) y Balada del rímel corrido (Ediciones en Huida, 2015). Asimismo, ha recibido varios premios poéticos, como el Sargantas (Chiva, 1997) y el Ángel Urrutia (Lekunberri, 2012).
Pertenece al grupo Hotel Postmoderno, con el que ha editado dos novelas colectivas: Hotel Postmoderno (Inéditor, 2008) y De la Habana un barco (Lengua de Trapo, 2010). Colaboró en el volumen de homenaje a los hermanos Bécquer, Los Borbones en pelota (Editorial Olifante, 2014).
Otros proyectos que mantiene en relación con la escritura: “Portrait Sounds”, galería de retratos de la escena musical valenciana junto al fotógrafo Juan Terol, y “Tachaduras”, blog de poesía en castellano donde se muestra el proceso de creación vía manuscritos de los autores.
Además, es cantante y letrista en los grupos de rock Lülla y The Someone Elses, así como guitarra rítmica en Mad Robot.
http://carolinaoterobelmar.blogspot.com